Una evaluación justa del rendimiento debería ser siempre una valoración global del empleado. Debe tener en cuenta no solo el nivel de cumplimiento y calidad del trabajo realizado, sino también otros factores como la accesibilidad, disposición y proactividad, el tipo de relaciones que es capaz de entablar con proveedores y clientes o la medida en la que contribuye a hacer equipo y crear un buen ambiente en la oficina.
En general, así lo hacemos todos. Y por ello, podemos decir que la valoración que damos depende en gran medida del contacto que tenemos con cada empleado. No es casualidad que los pelotas dediquen tanto esfuerzo a estar cerca de sus jefes a todas horas.
Cuando nos trasladamos a un entorno de trabajo en remoto, con menos ocasiones para la visibilidad, y especialmente cuando el tipo de actividad no implique ni el intercambio de correos ni compartir espacios virtuales, ¿cómo saber si tu equipo hace lo que debe y qué impacto tiene el trabajo de cada uno en los resultados globales?
Elementos para una valoración justa del trabajo en remoto
Cuando el contexto cambia, es seguro que cambiarán algunas de las reglas de convivencia explicitas o tácitas propias de la situación anterior. Por eso es importante comenzar el trabajo en remoto hablando con tu equipo para señalar cuáles son esas nuevas actitudes y comportamientos que les vas a pedir y cómo lo vas a valorar.
Algunos de los parámetros que puedes manejar son:
1. Cumplimiento de objetivos y tareas
Hacer las cosas que te piden y hacerlas bien, entregándolas en tiempo y forma es y debería seguir siendo lo principal. Y para que cada uno sepa lo que tiene que hacer es imprescindible establecer objetivos personalizados, ya sea en cuanto a entregas o en cuanto a su contribución directa a los resultados.
Es básico establecer un sistema de seguimiento de tareas combinado con un cuadro de mando de resultados de negocio, porque en el entorno remoto el cumplimiento estricto del horario deja de tener sentido.
Que el reporte sea simple, ágil y sobre todo visible por todos los miembros del equipo no solo permite valorar el rendimiento de cada uno, sino que anima a los demás a cumplir. Es el efecto de saberse observados.
2. Efectividad en la comunicación y transparencia
El rendimiento y las relaciones dentro de un equipo mejoran mucho cuando desincentivamos a los «omnipresentes digitales«, que mandan constantemente correos con su enésimo logro para mostrar “que siguen ahí”.
Recomiendo un sistema de comunicación que fomente y haga visibles gran parte de las conversaciones del equipo, apostando por el “trabajo en voz alta”, mediante el uso de herramientas colaborativas de gestión de proyectos como Microsoft 365, que ponen muy fácil compartir no solo documentación, sino también conversación al hilo del progreso de cada actividad.
Como gestor, mejorarás el rendimiento de todos aprovechando sinergias, dispondrás de más elementos de juicio en tu valoración y, además, evitarás una invasión de correos electrónicos con cuestiones menores, que no tienen otra función que hacerte saber que “están en ello”.
Fomenta, agradece y valora el que todos compartan información relevante en cualquier punto de encuentro. Y que lo hagan focalizando lo que comparten, no tanto en lo que han hecho, sino en cómo el hacerlo ha producido resultados positivos para la organización y en cómo los demás miembros del equipo pueden reaprovechar ese trabajo.
3. Proactividad, creatividad y ayuda a los demás
Cuesta adaptarse a teletrabajar. Por ello, cualquier ayuda e intento de hacer la vida más fácil a los demás miembros del equipo debe ser valorada.
Por ejemplo, entregar las tareas un poco antes de plazo, recopilar información de apoyo, incorporar nuevas referencias o perspectivas, apoyar en la comunicación al cliente, aportar un caso de éxito sobre el que inspirarse… Reconocer el valor de estos comportamientos no solo es de justicia, es que además hacerlo formalmente es la mejor manera de fomentarlos.
Recomiendo dedicar un espacio y un lugar concreto a ello. Un chat grupal, una libreta de notas compartida o un directorio común. Cualquier espacio vale. Porque lo importante aquí no es la forma, sino el fondo.
4. Relaciones y espíritu de equipo
No hay nada más estresante para un jefe que los conflictos que se producen entre los miembros de su equipo.
Si ya cuesta reconocerlos en la oficina, en remoto es aún más fácil no detectar esas faltas de comprensión compartida sobre cómo trabajas, sin información sobre los sentimientos que se están en realidad gestando al no ver ni caras, ni lenguaje corporal ni otros signos habituales.
El teletrabajo nos vuelve inseguros en cuanto a si se estará valorando adecuadamente nuestra aportación. Y muchos canalizamos estos sentimientos devolviendo negatividad en forma de control, comparación o celos hacia los demás.
De nuevo la gestión ordenada y transparente de tareas ayudará a que cada uno sepa en qué aplicarse, evitando solapes, envidias y roces.
Distensión, humor y confianza
También son imprescindibles los espacios de comunicación multimedia “informales y no ejecutivos”, en privado y en grupo, donde pueda surgir una conversación informal que dé pie a preguntar por expectativas, impresiones y sentimientos.
Se trata de propiciar espacios donde podamos hablar desde el punto de vista personal y, nuevamente, también en grupo, de “otros temas” y dar rienda suelta al sentido del humor.
Hay que fomentar lo positivo y lo divertido, porque redunda en beneficio de todos. Haz saber a tu equipo que esas dinámicas también son importantes para ti y que las tendrás en cuenta.
En un entorno de trabajo en remoto, deberías dejar a un lado esquemas de valoración propios de un contexto presencial, donde horas y actitud ensimismada en la tarea tenían su peso.
No te quedará más remedio que aprender a confiar en tu equipo. Deberás aumentar los espacios y el tiempo que los dedicas y ayudarles a cambiar el temor a no ser reconocidos.
Establece unas reglas de comportamiento y valoración sencillas pero claras. No des nada por sobreentendido. Habla, escucha, propón y equivócate. Recuerda que estáis aprendiendo juntos.
Cuando el control se vuelve casi imposible, solo queda ganar influencia y respeto con transparencia y servicio al equipo.
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