Nacer, crecer…
Las organizaciones que creamos son como las personas: nacen, crecen, se desarrollan, pasan por la adolescencia, la edad del pavo, luego maduran… Y resulta extraordinariamente revelador adoptar una visión panorámica y tratar de vislumbrar en qué etapa de su desarrollo se encuentra nuestra empresa. En las facultades de ciencias empresariales, o administración y dirección de empresas tal como se denominan hoy en día, se explica un concepto que es muy útil fuera de las aulas, se trata del ciclo de vida de una empresa, desde que nace y a medida que va creciendo.
La evolución de las empresas recuerda mucho a los cohetes espaciales, que van quemando etapas hasta salir de la atmósfera. Y en cada una de esas etapas hay una energía que impulsa el crecimiento hasta que aparece una crisis y crea turbulencias con las que hay que lidiar y que necesitan ser resueltas, por lo que hay que encontrar la siguiente fuente de energía que ayudará a la empresa a seguir creciendo.
Un ciclo natural conocido
Llevamos muchas décadas estudiando el funcionamiento de las organizaciones y hemos descubierto que hay una serie de patrones habituales que se repiten en muchas ocasiones. Conocer esos patrones puede ayudarnos mucho para entender en qué momento vital se encuentra nuestra pyme y para gestionar las crisis que nos acechan en nuestra evolución natural.
Así, sabemos que los emprendedores crean empresas basándose en su creatividad, alimentada por su entusiasmo. La principal energía que mueve a la empresa en su primera etapa es la creatividad del emprendedor o, incluso más habitualmente, de los dos o más emprendedores que han unido fuerzas para construir un proyecto común. Pero los números no mienten, y una gran cantidad de pymes nacidas de la asociación de dos o más emprendedores acaban topándose con una crisis de liderazgo, ya que los socios van aprendiendo de la experiencia y van desarrollando visiones distintas que pueden desembocar en un conflicto de intereses o de estilo directivo. Puede que uno de los socios sea más amante del riesgo que el resto, o sea más conservador. La toma de decisiones se complica, aparecen las rivalidades, y esa primera crisis en la vida de la pyme no se resolverá hasta que se resuelva quién ejerce el liderazgo y marca el camino que se ha de seguir.
Aprender a delegar
A partir de ahí la empresa volverá a crecer impulsada por un liderazgo claro y fuerte. La empresa ha sobrevivido al primer contagio de varicela.
Pero la siguiente crisis está por llegar, tarde o temprano, y debido al crecimiento de la empresa, el líder se habrá convertido en un cuello de botella que ralentizará el normal crecimiento y funcionamiento de la empresa. Los miembros del equipo se sienten capaces de asumir más funciones, desean más capacidad de decisión, pero el director se ha acostumbrado a que todas las decisiones pasen por sus manos. Aparece entonces la crisis de autonomía.
Esta crisis no se resolverá hasta que se produzca un proceso paulatino de cesión de poder hacia unos directivos de segundo nivel que lo reclaman. Dicen que el mejor líder es el que crea cultura y se convierte en una pieza prescindible, pero para que eso pase su equipo debe haber aprendido a tomar decisiones y a operar de modo coordinado pero autónomo. Y eso sólo se logra si se ha sabido delegar razonablemente.
Por favor, ¡organización!
Lo siguiente que sucede es que los nuevos generales se desmadran, empiezan a ejercer su reciente emancipación y acaban descoordinándose, perdiendo contacto entre ellos y creando un cacao de pequeñas decisiones asincrónicas y desalineadas entre sí. Aparece entonces la crisis de control, que hará necesario crear una capa de burocracia para sistematizar la toma de decisiones, la incursión en gastos, el reporte de actividades, etc.
¿Burocracia o burrocracia?
Y, por supuesto, el intento por controlar la creciente complejidad de la organización nos llevará a incrementar la burocracia hasta niveles en que más que ayudar lo que hace es generar más trabajo. Aparece así la crisis burocrática, en que la organización debe hacer un esfuerzo por discernir lo que debe controlarse de lo que no, y debe tratar de simplificar sus procedimientos para que no consuman el tiempo en que sus trabajadores deberían estar trabajando, en lugar de perderlo en el “papeleo” tan típico que nos colapsa y nos desanima.
Estas primeras crisis se han de conocer al detalle, y a partir de ahí aparecerán otras no menos retadoras.
Lo curioso de todo este asunto es que llevamos décadas creando empresas, y seguimos pasando por todas esas crisis. Así que me parece que tener una visión clara de lo que le espera a nuestra pyme en su ciclo de vida natural es de lo más importante, ya que cuanto antes nos demos cuenta de que estamos ante una de esas crisis tan conocidas y tipificadas, antes sabremos lo que hay que hacer para salir del charco y regresar al crecimiento.
Foto @susan402, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0