Este septiembre has renunciado a apuntarte al gimnasio y la idea de mejorar tu inglés te obnubiló un escaso minuto. Aceptados michelines e incompatibilidades con Shakeaspeare hay una idea que no te deja descansar: “Tengo que montar un negocio”. A estas alturas tienes claro que tu futuro profesional pasa por establecerte como empresario. Las circunstancias mandan, pero… ¿tienes madera de emprendedor?
En los tiempos que corren son muchos los españoles que abrumados dilapidan sus últimos recursos y energías montando un negocio. Por desgracia, estos negocios están en muchas ocasiones abocados al fracaso, y sus cierres ponen en valor el recurrente “salir de Málaga para meterse en Malagón”, incluso con consecuencias que se prolongarán durante años, y lo que es peor, también para sus seres más queridos.
Estos emprendedores forzosos olvidaron que todo «deshoje de margarita» debe ir acompañado de un proceso de reflexión. Antes de decidir la actividad o diseñar un business plan, mucho antes, hay un proceso no menos importante, un debate interno que se suele vivir en soledad y sin ningún tipo de método.
Internet y la literatura sobre emprendimiento están plagados de autotest para valorar las cualidades de uno como empresario. Puede ser un buen comienzo para identificar preguntas críticas, pero lo importante es que esa labor se realice con honestidad… Y lápiz y papel, a ser posible.
Enfrentarse a una hoja o pantalla de ordenador en blanco puede ser realmente revelador. Empieza por preguntarte si reúnes los requisitos básicos de empresario. A modo de ayuda, identificamos algunas de las claves:
- Analiza tus circunstancias: ¿Realmente quiero emprender un negocio o no tengo otra alternativa? ¿Contar con mi propia empresa me va a hacer más feliz? ¿Qué otras posibilidades puedo plantear para forzar una salida a la situación actual? Si mañana me ofrecieran un trabajo, ¿abandonaría la idea de montar un negocio?
- Explora tu personalidad: identifica habilidades a favor y en contra del que imaginas rol de empresario. Valora si prefieres emprender solo o acompañado. Mide tu constancia y fortaleza psíquica y física, puedes estar seguro de que cualquier proyecto las va a poner a prueba.
- Mide tus recursos. La falta de dinero no ha sido ni será impedimento para emprender, pero sería necio negar que contar con un respaldo económico ayuda. Al margen de esta obviedad, saber a qué inversión puedes recurrir (sea tuya o de terceros) te ayudará a seleccionar mejor el tipo de negocio.
- Estudia tus expectativas: ¿buscas una solución de auto-empleo o eres un empresario ambicioso? ¿Tu proyecto tiene una meta cuantificable?
De un modo u otro, todo emprendedor en ciernes se pregunta una y otra vez sobre estos temas, la equivocación está en hacerlo de una forma desordenada, en largas noches de insomnio, en un atasco o mientras se ve el televisor. Enfrentarse al proceso de forma pausada y por escrito va ser mucho más esclarecedor y conclusivo.
Y ahora sí, una vez realizado el ejercicio, toma la decisión y sé consecuente con ella, con valentía, no dejes que el diagnóstico se prolongue durante semanas ya que ese «comecome» puede acabar por estrangular tu iniciativa para siempre. Además, aún quedan muchas cosas por hacer.
Aunque no lo hayas pensado, una de las claves es involucrar a las personas más cercanas en tu decisión. Hablamos de la familia. Tu nuevo papel como empresario va a canibalizar una buena parte de tus energías y horas del día; por eso es vital que esa decisión sea compartida por las personas con las que convives, además serán de gran ayuda en los momentos difíciles.
Si a estas alturas del post continúas leyendo, quizá sea porque realmente valoras convertirte en un emprendedor. Puedes estar convencido de que será una de las aventuras más gratificantes de tu vida siempre que lo hagas con convencimiento y consciencia. Hace pocas semanas una buena amiga me decía: “Raúl, después de tantos años y proyectos, he llegado a la conclusión de que de una manera u otra todo negocio puede funcionar”. Y te aseguro que Cristina sabe muy bien de qué habla.
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