No es ningún secreto que los profesionales y emprendedores vivimos tiempos de vértigo e incertidumbre, en los que las amenazas y las oportunidades conviven y se suceden de manera incesante, acelerada y aparentemente caótica. Es inevitable culpar de todo ello a la crisis financiera internacional que padecemos desde hace más de seis años, pero a poco que echemos la vista atrás nos percataremos de que vivimos -o sobrevivimos- en una sucesión casi interminable de crisis estructurales que tienen su origen en procesos complejos muy anteriores a las hipotecas subprime o a la estruendosa caída de Lehman Brothers, por citar solo dos hitos que se presentan como maldiciones de nuestro tiempo.
El cambio es la única certeza que nos consta sobre el futuro. Pero hablamos de un cambio difícilmente predecible, con ritmos muy heterogéneos y factores que hacen que resulte muy complejo diseñar estrategias profesionales que puedan tener ciertas opciones de éxito en los escenarios futuros que nos quedan por vivir. Dentro de este panorama, es lógico que entendamos que nuestras fortalezas se diluyen y nuestras debilidades se agigantan, como fruto de la visión de un entorno confuso y hostil.
Sin ir más lejos, los profesionales o los emprendedores del marketing nos pasamos la vida elucubrando sobre el pasado o aventurando hipotéticas oportunidades de futuro, sin prestar atención plena al presente, ni ser conscientes de lo que está pasando a nuestro alrededor. Todo ello implica comportamientos reactivos, aislamiento, descuido, sensaciones de indefensión, estrés y la percepción subjetiva de no ser dueños de nuestros actos ni de nuestros objetivos. Son multitud los emprendedores que perciben el desarrollo de su trayectoria como ‘un velero a la deriva’, en el que solo cabe esperar que un golpe de suerte o un golpe de viento favorable los empuje hacia una situación de mejores expectativas.
Es obvio que tenemos una asignatura pendiente íntimamente relacionada con la acción decidida de tomar el control presente de nuestras acciones y perseguir metas profesionales claras y bien definidas, con base en los propios recursos y en el análisis de la realidad presente.
Hoy queremos llamar vuestra atención sobre las técnicas de mindfulness, una herramienta que los profesionales de recursos humanos ponen a nuestro alcance, con enorme potencial para controlar situaciones de estrés y desplegar todas nuestras capacidades en la búsqueda de oportunidades deseadas, siempre partiendo del presente y de la interacción positiva con el mismo.
La metodología del mindfulness nos propone una relación más atenta, consciente, intensa y positiva con el momento presente de cada profesional, con el propósito de no esperar pasivamente oportunidades y tomar la actitud proactiva de crearlas. El objetivo es mejorar nuestra relación con el entorno, percibirlo con mayor precisión y serenidad, y adquirir actitudes para transformarlo con decisiones y acciones más ajustadas a nuestra realidad profesional y a la del universo que nos rodea.
Tal vez son aún grandes desconocidas, pero las técnicas de mindfulness, desarrolladas con la ayuda de profesionales de recursos humanos, poseen todo el potencial para permitirnos adquirir hábitos de trabajo saludables, elevar nuestro bienestar general, controlar nuestro estado de ánimo, aceptar nuestra realidad presente y superar con calma las situaciones más adversas en el plano laboral.
Foto: Iquo E, distribuida con licencia CC BY 2.0