Dos reflexiones chocantes sobre el hecho de ser conferenciante

El valor de un conferenciante

Abderramán III fue califa de Córdoba gran parte del siglo X, uno de los hombres más poderosos de su tiempo. Según el historiador Ibn Idar, dejó esta reflexión en su diario:

“He reinado 50 años en victoria y paz. Fui amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Riquezas y honores, poder y placeres, aguardaron mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya sido esquiva. En esta situaciónhe anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado: suman catorce”.

Aprovechando que soy cordobés, al inicio de algunas de mis conferencias especialmente dirigidas a directivos y managers, suelo contar esta historia apoyándome en varias diapositivas que incluyen el texto y la efigie del personaje.

Luego pregunto a la audiencia sobre la enseñanza que extraen del relato y para finalizar muestro una última diapositiva con mi propia moraleja de la historia:

La vida del directivo es más dura de lo que parece. Si hasta un califa se queja de su vida, ¿cómo no ibas a desanimarte tú de vez en cuando?

Los directivos también lloran.

Con este breve contenido, mi objetivo es iniciar mi intervención con un tono humorístico, didáctico y participativo, e introducir de paso temáticas como la motivación y la llamada «gestión de emociones».

Desde mi experiencia, en este artículo voy a reflexionar, con humor si es posible, sobre algunas claves para convertirse en conferenciante y también para elaborar e impartir ponencias o comunicaciones para audiencias de diferente tamaño, de forma presencial u online.

Y mi primera recomendación es asignarle un título sugerente, específico y breve, como voy a intentar con este artículo, al que he titulado dos reflexiones chocantes sobre ser conferenciante.

1. Si eres conferenciante, parecerás un profesional más radiante

“Si le han invitado a dar una charla, será por algo”.

Un conferenciante siempre parece mejor profesional. Hazte conferenciante.

Hace ya 30 años, tras finalizar Psicología y de forma complementaria a mi actividad profesional, empecé a impartir conferencias y acciones de formación relacionadas con la gestión de personas, el desarrollo de la carrera y la motivación, en las que he tenido la oportunidad de compartir propuestas con miles de personas.

Pero es solo desde hace unos años cuando decidí empezar a presentarme de forma específica como «conferenciante de empresa con rigor y humor», porque organizaciones, empresas y agencias de eventos incrementaron la demanda de profesionales que realizaran ponencias o intervenciones breves dirigidas a medianas o grandes audiencias, especializados en diversas temáticas, tales como motivación, liderazgo, trabajo en equipo, comunicación o ventas, y con diversos objetivos, formatos y estilos.

¿A qué se debe esta explosión comunicativa en formato conferencia?

Mi hipótesis es que la globalización, la digitalización y la competencia por el talento, han generado una necesidad de captar y ofrecer recursos de aprendizaje continuo.

En este contexto, las actividades en formato conferencia también han aumentado su cuota en el mercado-ecosistema de la formación para profesionales y equipos, ya sea en modelos abiertos o in company.

Las conferencias como producto de entretenimiento

La guerra por la atención, consecuencia del desempeño multitarea, multipantalla y on-offline, exige estilos formativos que incluyan el entretenimiento, los contenidos audiovisuales y la implicación de las audiencias. Los consumidores de formación quieren que las conferencias sean también experiencias innovadoras e inspiradoras.

En este mundo de extrema visibilidad digital subirse a los escenarios y plantarse delante de una webcam son caminos que facilitan crear una marca profesional, contactar con otros conferenciantes más relevantes e intentar obtener ingresos significativos.

La distorsión que crea el «mundo de las conferencias» hace que muchos profesionales estén más pendientes de intentar divertir, entretener y sorprender con sus intervenciones para obtener likes en Youtube y recibir la invitación a un evento TED, que de explicar y detallar los conocimientos en los que son especialistas.

El objetivo de ser conferenciante

En el contexto de esta «burbuja conferenciadora2, convertirse en conferenciante es un objetivo tan generalizado que encontrar a alguien armado con un powerpoint frente a un auditorio ya no es garantía de que esa persona sea un referente profesional o, incluso, de que tenga algo interesante que decir.

Una gran motivación, consciente o no, que tenemos muchos profesionales a la hora de publicar un artículo como este, impartir una conferencia o hacer una comunicación en cualquier formato, seamos o no especialistas en una materia o actividad, es demostrar que tenemos los conocimientos y las habilidades para escribir, «conferenciar» y comunicar bien.

En fin, cada profesional hace lo que puede con su carrera. Si el mercado de las conferencias crece, es inevitable que cada vez más profesionales se intenten reconvertir en conferenciantes, independientemente de que sean capaces o no de ofrecer valor a su audiencia más allá del entretenimiento. Mandan quienes organizan y contratan.

—Hijo, ¿qué quieres ser de mayor?

—Conferenciante.

—¡Ese es mi niño!

2. Busca conferenciantes de los que aprender, no a los que admirar

—¿Tú eres en la vida real como en tus conferencias?

—No, en mis conferencias intento mejorar.

¿Las conferencias «inspiracionales» cambian la vida de quienes las escuchan o solo la de quienes las imparten?

Se pueden cambiar conductas desde un escenario, sea en conferencias o cursos, si se enfocan en comportamientos y objetivos concretos y la metodología es suficientemente participativa, instruccional y práctica.

¿Pero es efectivo convertir las supuestas superaciones propias en modelos de virtud para el aprendizaje de otras personas?

Considerar que la experiencia propia es útil para otras personas parece un poco atrevido. El problema de impartir una conferencia con un formato «viaje del héroe» es que el conferenciante debe atribuirse el papel de héroe.

Además de la falta de humildad que implica esta vanagloria, generalmente disfrazada de falsa modestia, el mayor perjuicio de los mensajes «si yo pude, tú también puedes» es que mucha gente no podrá.

Que un conferenciante se presente como un referente personal o profesional que merece ser emulado por sus logros, requiere especificar muy bien las condiciones, contextos, apoyos y recursos que les permitieron alcanzarlos, a los que muchas personas con objetivos similares no podrán acceder.

Uso de las emociones para vender

Una cosa es que todos disfrutemos de identificarnos con los héroes o heroínas de la película, y otra muy diferente es manipular nuestras emociones para hacernos creer que podemos serlo “con el poder de nuestra voluntad”, para vendernos el método o el libro del conferenciante.

De hecho, la mayoría de las frases supuestamente motivacionales esconden comparaciones que critican al lector o a la audiencia.

Aquí os dejo una sugerencia de respuesta para este tipo de afirmaciones retadoras y maleducadas.

—Yo ya lo conseguí, ¿cómo es que tú no lo has hecho todavía, pringao?

—Porque no me da la gana, cansineitor. Cada uno tiene sus motivos y yo tengo los míos.

Historias de conferenciantes frente a historias cotidianas

“Mi vida también era mediocre (como la tuya) hasta que decidí irme a cazar gamusinos al Nepal”.

La diferencia entre los conferenciantes «inspiracionales» que cuentan sus historias de superación y las personas que no dan conferencias, es que estas superaron problemas similares con normalidad y en silencio.

Para mí son más meritorias e informativas las historias cotidianas que describen, por ejemplo, cómo criar y educar bien y con pocos recursos a los hijos, sobrevivir con trabajos precarios media vida o trabajar como educador eficiente de personas con problemas, que convertir un reto personal de moda en un contenido «conferenciable».

Otra cosa es que nadie quiera escuchar esas historias.

Perseguir sueños puede ser una pesadilla

Es irrespetuoso afirmar que «la vida tiene que ser una gran aventura o no es vida».

La mayoría de la gente no quiere perseguir sueños publicables en Instagram o convertirse en crack mundial, solo vivir y trabajar razonablemente bien y con dignidad. Eso sí que es una aventura hoy.

Es interesante conocer experiencias de aprendizaje, pero hay que evitar intentar convertirse en modelos de virtud, porque cada persona tiene sus circunstancias y responsabilidades, y enfrenta todos los días muchos otros retos.

Con el entrenamiento, los recursos, la libertad y la motivación adecuados todos podríamos iniciar odiseas, pero es la vida cotidiana la que nos consume y nos exige los mayores esfuerzos. Aunque nunca lleguen a ser contados desde escenarios.

La milonga del cambio como clic

El «mercado motivacional» promueve la idea del cambio como producto de un «clic mental» mágico tras una conferencia, y no como consecuencia de un proceso que requiere experiencias, esfuerzo, planificación, tiempo y apoyos personales o profesionales.

Por supuesto, en algunos casos y condiciones, un consejo, un dato, una información, un recurso, una historia o una biografía pueden hacernos tomar consciencia o perspectiva sobre nuevos caminos personales o profesionales. Pero otra cosa es querer y poder emprender alguno de esos caminos y culminar la travesía.

En todo caso, si con solo una charla o una frase crees que eres capaz de mejorar tu vida radicalmente, es que tu vida ya era razonablemente buena y cuentas con los recursos y las experiencias suficientes para poder dirigirla a muchos buenos puertos sin necesidad de clics.

O, al contrario, que tu situación personal o profesional es tan mala que algún tipo de cambio era inevitable, más allá de inspiraciones o sermones externos.

El pensamiento positivo tiene éxito porque vende la idea de que podemos mejorar nuestra vida pensándola en lugar de haciéndola. Y es difícil resistirse a comprar este mensaje, ¿verdad?

Cuenta con conferenciantes de los que aprender

Con esta reflexión sobre las llamadas conferencias «inspiradoras» impartidas sobre todo por personas famosas o que han llegado a ser reconocibles, quiero relativizar el potencial de enseñanza y cambio que ofrecen sus experiencias singulares o excepcionales, más allá del efecto puntual emocional o de entretenimiento que puedan generar en las audiencias.

Por otro lado, es importante resaltar el gran valor de aprendizaje que sí ofrecen las experiencias convencionales de conferenciantes que superan retos cotidianos usando habilidades «normales» para el público participante, que tiene perfiles, retos y habilidades similares.

La psicología nos dice que la probabilidad de que una persona (audiencia) emule los comportamientos exitosos de otra (conferenciante), es mayor cuanto más se asemejan entre ellas en los aspectos funcionales relevantes.

Si quieres que tus empleados mejoren gracias a las conferencias que organizas en la empresa, cuenta con conferenciantes en los que se vean reflejados, porque tu objetivo no es que los admiren, sino que aprendan de ellos.

Y si es posible, por favor, no ofrezcas púlpitos a los ponentes que repiten que salgas de la zona de confort, sino a aquellos que te enseñan cómo hacerla más grande.

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