Si las ideas fueran peces y nosotros los pescadores habría, como en otras facetas de la vida, mejores y peores pescadores. Y esto no solo dependería de la cantidad de peces que alguien lograra atrapar, sino fundamentalmente de su calidad. Podríamos entender esa calidad como el tipo de peces que se pescan, si son más o menos frecuentes, exóticos, difíciles de capturar, de gran peso, etc.
El buen pescador (de ideas, en este caso) se diferencia de los demás porque se centra en aquellas presas más cotizadas, aquellas que no pueden ser alcanzadas por el resto. Por eso el buen pescador es siempre conocido y reconocido en su gremio como alguien especial, que hace las cosas bien, de manera excelente y hace que su empresa crezca y mejore continuamente.
¿Pero cómo podemos pescar ese tipo de peces?, es decir, ¿cómo conseguir las mejores ideas?
Todo pescador sabe que el secreto está en el cebo. Un buen cebo es el que marca la diferencia entre pescar peces comunes y peces más inusuales y, por tanto, especiales.
El cebo del buen creativo se llama provocación
¿Qué es la provocación? Se trata de un estado mental diferente al habitual causado por accidente, azar o casualidad, que nos lleva a contemplar, procesar y pensar desde una perspectiva diferente a la normal. La locura que parecen padecer muchos de los mayores creativos conocidos es la raíz de su provocación y, por tanto, de su visión tan particular.
Lo bueno de la provocación es que se puede autoinducir sin necesidad de volvernos locos o tener que esperar a la casualidad. Cuando utilizamos la provocación, deformamos el problema y en consecuencia lo empezamos a contemplar desde puntos de vista inéditos hasta la fecha. Eso hace que las soluciones o ideas aportadas también sean diferentes.
Claves para la provocación
Nuestro cerebro, sin una ayuda extra o buen entrenamiento, no está acostumbrado a deformar la realidad, así que aquí van algunas claves para facilitarle el proceso:
- La exageración: es la mayor de las provocaciones. Cuando queremos conseguir algo con este método, lo mejor es exagerarlo al máximo, con el fin de ver nuestra idea de manera diferente. No es lo mismo ponerse a pensar en “cómo dar más visibilidad a nuestra tienda” que en “cómo hacer que lo único que vea la gente sea nuestra tienda”. Hay una gran diferencia.
- Provocación emocional: incluir emociones y sentimientos, como enamorarse, odiar o emocionarse en nuestro reto creativo lo hará diferente. Incorporar esas palabras hará que la provocación se haga efectiva. Puede que Apple la utilizara pensando en “¿cómo hacer que mis clientes se enamoren de mis productos y no quieran deshacerse incluso ni de los envoltorios?”. A ellos les funcionó.
- Utilizar las mentes ajenas: si eres informático y tienes un problema, seguramente lo comentes con compañeros con una preparación similar a la tuya. No te dirán nada que no te dirías a ti mismo. Pero si le comentas tu problema a alguien completamente diferente, puede que su visión te ayude a distanciarte de tu posición mental. Niños y ancianos son los mejores a quienes consultar, aunque siempre se puede probar con cualquier profesional de otro sector.
- Relación forzada: otra técnica que ayuda a la provocación es incluir una palabra que no tenga nada que ver con el problema que estamos tratando. Por ejemplo, si lo que nos preocupa es la falta de espacio en el aparcamiento de la empresa, podemos forzar una nueva relación con un concepto al azar. Digamos que esa palabra es pingüino. Así pues tendremos que forzar una relación entre la falta de espacio para aparcar y el concepto pingüino. Al principio costará, porque ¿qué tiene que ver un pingüino con aparcar?, pero si nos dejamos llevar, esto nos conducirá a nuevas y creativas ideas como habilitar zonas “frías” y “calientes” en el aparcamiento, con el fin de gestionarlo mejor (derivado del concepto frío) o agrupar los coches de igual tamaño para ahorrar espacio (derivado de la idea de que los pingüinos siempre van agrupados). Son solo algunas de las primeras ideas, es decir, de alta frecuencia, que pueden venir a nuestra mente pero, si seguimos con ello, los resultados serán asombrosos.
- Revolucionar: la modestia nos puede en lo que a búsqueda de nuevas ideas se refiere. Muy pocos son los que rompen los moldes a la hora de pensar. La mayoría piensa en pequeño. Gracias al concepto de revolucionar, podemos aprender a pensar en grande. Cuando reflexionemos sobre algún problema, debemos plantearnos la siguiente pregunta: ¿qué sería necesario para revolucionar este concepto? La sencilla operación de incluir el término revolución hace que nuestra mente se expanda mucho más de lo normal.
Estas son algunas claves para provocar a nuestra mente. Cuanto más la provoquemos, mejor cebo estaremos preparando y, por tanto, mejores peces acudirán a nosotros. El buen pescador de ideas lo sabe y por eso no duda en invertir tiempo y esfuerzo en ello.
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