Planeación estratégica para un nuevo periodo: ¿por dónde comenzar?

Para los líderes empresariales, un nuevo año representa un punto de inflexión que exige revisar las estrategias y ser capaz de ver más allá en beneficio de su organización. ¿Por dónde comenzar la planeación estratégica y qué tecnologías tener en cuenta?

A medida que nos acercamos a 2026, el contexto empresarial presenta desafíos únicos: incertidumbre económica, transformación digital acelerada, adopción de IA y la necesidad de mayor agilidad operacional. ¿Cómo enfrentarlos? La clave comienza con un término conocido por todos: la planeación estratégica.

Han pasado 60 años desde que Igor Ansoff publicó su libro Corporate Strategy en 1965, una obra donde propuso cómo la estrategia podía (y debía) ser un proceso sistemático, paso a paso, con herramientas analíticas aplicadas en ambientes empresariales.

Desde aquel entonces, la planeación estratégica ha evolucionado de marcos conceptuales rígidos a, hoy en día, marcos de trabajo ágil, especialmente en empresas tecnológicas. Actualmente, los líderes deben adoptar una mentalidad de «arquitectos», capaces de equilibrar la construcción de cimientos seguros con la orquestación de tecnologías emergentes.

Diagnóstico, agilidad y factores críticos

Antes de cualquier cambio es importante saber dónde estamos. Por ello, antes de definir nuevos objetivos, las organizaciones deben evaluar su posición actual mediante un escaneo basado en datos, limpiando y estructurando sus sistemas de información para asegurar una adecuada higiene de datos.

Esta fase de preparación es fundamental, ya que la calidad de los insumos (inputs) determinará la eficacia de cualquier herramienta de inteligencia artificial que se implemente posteriormente en los procesos de toma de decisiones.

Metodológicamente, se recomienda hacer la transición hacia una planificación estratégica ágil, sustituyendo los planes anuales rígidos por sprints trimestrales. Este enfoque permite a los equipos directivos revisar el rendimiento, escanear el horizonte en busca de nuevas amenazas —como cambios arancelarios repentinos o avances competidores— y recalibrar la asignación de recursos cada 90 días.

El uso de marcos como los OKR (Objetivos y Resultados Clave) debe centrarse en medir resultados tangibles en lugar de meras actividades, limitando los objetivos a un número reducido y ambicioso para garantizar el enfoque. También es recomendable incluir en el diagnóstico un análisis DOFA (Debilidades, Oportunidades, Fortalezas, Amenazas), conocido en inglés como SWOT.

Visión y dirección

Una vez realizado el diagnóstico, se debe revisar la misión y visión de la organización. Esto implica confirmar por qué existe la empresa, qué problema resuelve y cómo se proyecta en un horizonte de cinco a diez años. Tener esta claridad inicial permite enmarcar adecuadamente todas las decisiones estratégicas posteriores y orientar el rumbo general de la empresa.

Un paso clave es definir entre tres y cinco prioridades estratégicas que impulsen el crecimiento sin dispersar esfuerzos. Estas pueden incluir el aumento de ingresos recurrentes, el desarrollo de nuevos productos, la expansión a nuevos mercados, la mejora de la eficiencia operativa o la transformación digital. Limitar el número de prioridades evita la dilución del enfoque y facilita la asignación efectiva de recursos.

Posteriormente, se deben establecer objetivos medibles usando el marco SMART, garantizando que cada meta sea específica, cuantificable, alcanzable, relevante y con un plazo definido. A esto se suman los KPI, que permiten monitorear el rendimiento mediante métricas actualizadas regularmente.

Tecnologías habilitadoras y errores

La analítica de datos y el Business Intelligence (BI) constituyen la base cuantitativa de la planeación moderna. Mediante el uso de plataformas de visualización y procesamiento de datos, las organizaciones pueden transformar información histórica y operativa en métricas estructuradas. Este enfoque permite identificar patrones de consumo, ineficiencias internas y tendencias de rentabilidad con precisión, sustituyendo las estimaciones intuitivas por decisiones fundamentadas en evidencia estadística sobre el estado real de la empresa.

La Inteligencia Artificial (IA) se integra en este proceso para aportar capacidades predictivas y de simulación de escenarios. Los algoritmos de aprendizaje automático analizan grandes volúmenes de variables del mercado para proyectar la demanda futura y anticipar movimientos de la competencia.

Por su parte, la IA generativa agiliza la fase de investigación y redacción, permitiendo a los planificadores sintetizar informes extensos, evaluar riesgos potenciales y estructurar argumentos estratégicos con mayor velocidad que los métodos manuales.

Otras tecnologías que se destacan son las plataformas de colaboración en la nube que facilitan la construcción conjunta de la estrategia en entornos de trabajo híbridos o remotos. Además, del software de Gestión de Ejecución de Estrategia (SEM) que vincula la planificación teórica con la operación diaria.

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Foto de Freepik

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