Son malos tiempos para los esclavos de las certezas. Son tiempos líquidos que nos exigen a los profesionales cambiar continuamente de perspectivas.
Cada vez más se requiere la capacidad de ver más lejos, más allá del próximo paso, de intuir la naturaleza de la próxima innovación. Las empresas necesitan profesionales wayseer que sean capaces de llevar a cabo esta tarea. Cada vez es más importante la creatividad, la «resiliencia», mirar con otra mirada, establecer nuevas relaciones que chocan con nuestros parámetros mentales y que a los demás les pasan desapercibidas.
Nuevos entornos competitivos que necesitan directivos wayseer
La creciente innovación empresarial emerge con la promesa de cambiar lo conocido demasiado rápido y requiere una forma de entender la empresa y un nuevo tipo de profesionales que se adelanten al cambio. Los directivos tradicionales han sido entrenados para aplicar las reglas aprendidas y las herramientas conocidas ineficientes para conseguir la innovación deseada, lo que les hace lentos en la transformación de sus organizaciones y personas y a menudo son desbordados por este nuevo tsunami del cambio.
Ha llegado la hora de hablar de una nueva forma de entender el liderazgo transformador que implica nuevos directivos más preparados para impulsar nuevos conceptos en sus organizaciones, que pasen a convertirse en revolucionarios y agitadores involuntarios.
La innovación hace obligatoria esta nueva generación de directivos, que deben ser wayseer: los primeros que se atreven a señalar el camino, los que escuchan las voces que tradicionalmente no son escuchadas, voces que en muchos casos han nacido en el margen de lo que se considera corporativo y son capaces de aplicar las innovaciones antes que los demás.
El nuevo tipo de liderazgo transformador requiere directivos que hagan un uso estratégico y proactivo de su capacidad intelectual; personas que utilizan la adaptabilidad de su cerebro para reconocer nuevos patrones actuando como pioneros. La máxima dificultad de este tipo de comportamiento sostenido en el tiempo es que necesitamos que nuestros parámetros mentales evolucionen al mismo ritmo que nuestro entorno; si no es así, la nueva naturaleza de los nuevos fenómenos pasa desapercibida. Se hace complicado saber cómo actuar, pero sobre todo dónde y cómo mirar.
Es difícil que nuestro cerebro a lo largo de nuestra vida profesional sea constantemente un buen radar de oportunidades y soluciones, que mantenga en perfecto estado los indicadores de riesgo óptimo, que no caiga en la trampa de nuestra mente que disfraza el amor al pasado por prudencia. Pero sobre todo es difícil mantener la concentración y perseverancia, tener la energía suficiente para sostener este tipo de ejercicio continuamente. Sí, efectivamente, la principal dificultad es obtener la energía necesaria para mantener un cerebro que conserve su capacidad de cambio hasta el momento de su muerte.
Puedes encontrar excelentes respuestas a las características cognitivas que requieren este tipo de comportamientos en libros como el del psicologo Jeff Brown, El cerebro del triunfador. Pero si tuviera que destacar una de todas estas estrategias mentales del nuevo líder hablaría de la pasión.
La pasión no suele ser un business word
El lenguaje de las emociones en general suele ser incómodo para las organizaciones. No obstante, lo cierto es que la mayoría de nosotros empezamos a intuir que las capacidades emocionales son la clave del éxito empresarial. De hecho, la principal característica que las empresas deberían analizar en las personas que seleccionan es el “brillo en los ojos”, la pasión cuando hablan de su profesión. Una característica que debería ser básica en cualquier profesional y obligatoria para aquellos destinados a funciones de liderazgo.
Sólo la pasión puede ofrecer de una forma continua la energía necesaria para innovar de forma permanente y mantener las características que requiere el wayseer. De hecho es prácticamente imposible competir con las personas a las que les apasiona su trabajo, con los que disfrutan del trayecto hacia sus metas tanto como del destino, pues esto da una energía imposible de obtener para los demás.
Necesitamos profesionales que tengan este tipo de capacidades, y muy especialmente líderes. Las emociones viajan de persona en persona como si se tratase de un virus mediante el denominado “contagio emocional» que autores como Sigal Barsade, profesora de administración de la Escuela Wharton, definen como una respuesta instintiva que hace que imitemos esas emociones fuertes de nuestros compañeros. En palabras de Basarde, necesitamos líderes que contagien estas emociones a toda su organización, para que los profesionales quieran mirar constantemente hacia delante, desafiando lo conocido.
La supervivencia directiva y empresarial exige adelantarse al futuro para innovar. Exige que la velocidad del cambio no sea tan rápida que impida adelantarse. Pero lo que es más difícil, exige buscar las claves de la innovación junto con sus equipos una y otra vez, una y otra vez… Y para ello se requiere una gran dosis de energía, y ninguna característica será tan útil para lograrla como su pasión.
La energía humana, lo que moviliza a los seres humanos, son las emociones. Cuando estas son muy fuertes y están focalizadas sobre un área de interés, es cuando las llamamos pasión. La pasión, el motor de los líderes wayseer.
Imagen de @peasap