“No sé qué ha pasado este año, todo el mundo ha conseguido los resultados esperados”; una frase que a todos nos gustaría escuchar en nuestra empresa al finalizar el ejercicio económico. La orientación a resultados va convirtiéndose en una de las competencias clave en muchas organizaciones, dado su impacto tanto en la cifra de negocios como en la eficiencia productiva.
La visión de cliente interno-externo debe ser uno de los pilares sobre las que se asiente esta competencia, ya que proporciona a cualquier compañía un enfoque centrado en el proceso de negocio, como ya indicamos en el artículo «¿Eres una empresa shoji o loft?»
Podemos definir la orientación a resultados como la actitud encaminada a conseguir los objetivos marcados, tanto personales como empresariales, buscando nuevas formas de actuación para conseguir las metas propuestas.
La clave está en analizar, en primer lugar, el impacto de lo que hacemos (nuestra actividad) con la vinculación a sus resultados (lo que conseguimos con lo que hacemos). Si vinculamos ambas variables, podemos analizar cuatro posibles escenarios:
- Ejecución reactiva: implica tareas con bajo impacto en resultados y con poca implicación en tiempo. Suelen ser tareas de soporte.
- Una tarea que implica mucho consumo de recursos (tiempo, personas involucradas, etc.), pero con poco impacto en resultados (y objetivos) suele ser un área trampa en nuestra ejecución.
- La eficacia implicaría una actividad con poco consumo de recursos, pero con gran impacto en resultados.
- Por último, actividades importantes y con un gran impacto en resultados implicarían eficiencia.
Por ello, estas últimas actividades son las que realmente debe conocer cualquier colaborador en una empresa.
¿Por qué una orientación a resultados?
Obviamente no todas las actividades que hacemos resultan igual de retadoras ni alcanzables. Las personas con una alta orientación a resultados emplean de forma simultánea otra competencia emocional: la automotivación.
Según Daniel Goleman, la automotivación es “la habilidad de estar en un estado de continua búsqueda y persistencia en la consecución de los objetivos, haciendo frente a los problemas y encontrando soluciones”. Y se basa en cuatro dimensiones:
- Metas: Poseer una visión clara basada en objetivos cuantitativos, retadores, medibles y alcanzables.
- Autoestima: Es el sentimiento valorativo de nuestro ser, de nuestra forma de ser, de quiénes somos, del conjunto de rasgos que configuran nuestra personalidad.
- Perseverancia: Es la persistencia en la consecución de los objetivos, a pesar de obstáculos y contratiempos.
- Entusiasmo: Adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño. Es conducta y transformación.
Como resultado, estamos ante personas proactivas que combinan en su desempeño la parte emocional con la más racional.
Niveles de competencia de los colaboradores
Cada persona, en función de su posición en la organización y del rol que asume respecto al proceso de negocio (importancia de lo que hace respecto a los resultados esperados), debe ser ubicada en uno de los cuatro niveles de la competencia.
Primer nivel: Trabajan por objetivos. Son perfiles que manifiestan interés por el cumplimiento de los objetivos y que desarrollan su trabajo en pro de la consecución de los mismos. Son responsables de su labor y de las consecuencias que se deriven de sus acciones, pero no siempre los consiguen. Necesitan supervisión y seguimiento por sus superiores.
Segundo nivel: Mejoran los resultados. Personas que se preocupan por el cumplimiento de los objetivos, centrando sus acciones en su consecución, incluso en situaciones adversas. Son capaces de realizar cambios en el sistema o en sus propios métodos de trabajo, y logran desarrollar procedimientos más eficientes, rápidos y de mayor calidad. Tienen en cuenta la rentabilidad de sus acciones.
Tercer nivel: Potencian el binomio “recursos utilizados-resultados obtenidos”. Ante las dificultades crece su interés y esfuerzo por alcanzar sus resultados. Les motiva la lucha por nuevos retos, y se esfuerzan por conseguirlos y superarlos. Emplean métodos y toma de decisiones, dirigidas a optimizar recursos, costes que incrementen la rentabilidad de sus acciones. Analizan resultados, identifican errores y desarrollan mejoras a medida, orientadas al cumplimento de los estándares marcados.
Cuarto nivel: Asumen objetivos de negocio y estratégicos. Poseen una clara visión de la estrategia de la empresa y toman decisiones en concordancia con la misma. Tienen en cuenta los intereses de las distintas áreas y establecen objetivos en función de estos. Implican a su equipo en el cumplimiento de los objetivos, e inciden directamente en los resultados de negocio.
En síntesis, esta competencia puede mejorar en nuestra organización si la empresa trabaja sobre la gestión de resultados de sus colaboradores y se incluyen competencias emocionales como la automotivación. Y a través de la formación, es posible que colaboradores y mandos de una empresa puedan ir ascendiendo a niveles superiores en su orientación a resultados.
Foto: duncan c