¿Nos hace la tecnología menos creativos en la empresa?

Caminamos sin vacilar hacia la inclusión de la tecnología en todos los ámbitos de la empresa. Pensando erróneamente que digitalización y la eficiencia van necesariamente de la mano, que utilizar herramientas digitales nos hace desarrollar habilidades digitales. Y resulta que, siendo cierto en muchos casos, nos encontramos tantos otros o más donde no sucede así.

Lo digital nos ahorra tiempo y dinero, porque permite automatizar tareas de gestión. Sin embargo, también permite automatizar “tareas de pensar”. La facilidad con que modificamos documentos ya elaborados, con que cortamos y pegamos información, con que reenviamos materiales sin necesidad de aportar demasiado, es un hecho en todos los ámbitos del espacio laboral y empresarial.

La tecnología no es la protagonista de la transformación digital

En una sociedad en la que el conocimiento es igual de accesible para todos, el valor de cada profesional está en pensar por sí mismo y en hacerse preguntas. El pensamiento innovador y crítico es la esencia de cualquier ejercicio de renovación.

Las mejoras que aportan las nuevas herramientas son innegables. Si aún no tienes toda la información en la nube, si aún no tienes capacidad para trabajar desde donde te pille el cliente, si aún no llevas el control de tus stocks o tus facturas en automático, estás perdiendo dinero.

Pero además de dotarlos de medios técnicos, las empresas deberían ofrecer a sus empleados recursos, espacios y estímulos para desarrollar su “mundo pensativo”, para que puedan desarrollarse por “tierra, mar y aire” de manera autodidacta, sin prejuicios ni requisitos previos. Un espacio vital como la formación como tarea personal es fundamental para “cuestionar mundos y funciones”.

Innovación y cambio en las actitudes

Es frecuente que muchas empresas no sepan bien qué hacer con ese empleado “tan innovador” que se convierte en un incordio. Pero también es frecuente, desgraciadamente, y aún en mayor proporción, que los pequeños pasos innovadores de las personas no cuenten con el apoyo suficiente de sus empresas.

Una nueva cultura de formación continua es el gran reto de las empresas de hoy, en herramientas y técnicas, pero también en tendencias de mercado, en habilidades, en buenas prácticas y en metodologías de innovación. Porque no se trata tanto de que todos sepamos usar ese nuevo programa desde la tablet, como de que todos seamos capaces de entender cómo sacar partido a toda esa tecnología que tenemos a nuestro alcance.

La tecnología no nos hará ser más productivos ni nos ayudará a vender más si no construimos una metodología de aprendizaje basada en el análisis de los problemas del mundo real. Y hay que hacerlo, valga la redundancia, en tiempo real.

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