Un hombre sale de una vista con el juez acompañado por la Guardia Civil y cuando van a meterle en el coche, suena su móvil:
—¿Quién es?
—Manuel, soy tu mujer. ¿Cómo te ha ido el juicio?
—¿El juicio? Me ha dicho el juez que 7 años de cárcel o 100.000 euros.
La esposa le replica:
—Manuel, tú coge el dinero, no seas tonto.
¿Por qué damos tantos consejos?
¿Ofrecemos demasiadas recomendaciones para parecer profesionales y obtener prestigio?
¿O tal vez nuestra mayor motivación para intentar ayudar es sentirnos mejores personas?
Los humanos somos aconsejadores por defecto, ya sea por mostrar o aparentar bonhomía o profesionalidad.
En este artículo tengo la intención de daros consejos para ayudaros a dar mejores consejos, y así todos mejoraremos nuestra reputación personal y profesional.
Muchas personas no saben qué hacer con sus vidas pero sí con la tuya.
Un consejo no solicitado es una crítica. Y, a veces, un insulto
Muchas de las recomendaciones que damos son interpretadas como críticas por sus destinatarios, tengamos o no esa intención, seamos o no conscientes de ese efecto.
Por supuesto que las críticas no solo pueden ser útiles, sino que incluso son necesarias en muchos casos. Así que no pongo en duda el valor de la crítica, venga o no envuelta en un consejo.
Pero mi reflexión no va sobre la utilidad de las críticas, sino sobre la arrogancia en la actitud de dar consejos que no han sido solicitados y, sobre todo, de la posible inutilidad de los propios consejos.
Todos podemos actuar como consejeros, pero siempre es mejor esperar a que «te asignen» esa función.
Dicho de otra forma, antes de ponerte a aconsejar, parece razonable esperar a que te pidan opinión. Es más, incluso cuando quieren darte vela en el entierro puede ser juicioso valorar si aceptarla o no.
Y, por qué no, todos podemos aspirar a convertirnos en eficaces asesores, siempre que nuestros consejos estén contrastados, que el aconsejado tenga los recursos y habilidades para seguirlos y que dispongamos de la cualificación e información pertinentes respecto al objetivo y ámbito de que se trate.
Un consejo no contrastado es un riesgo.
Un consejo sin recursos es una frustración.
Un consejo sin cualificación es una irresponsabilidad.
Un consejo con buena intención no lo hace bueno.
Es mala idea aconsejar «ser como tú»
Pedir a los demás que tengan las virtudes propias no es una forma de motivarles, es una forma de autoelogiarse desmereciendo las virtudes ajenas.
No somos conscientes de que todos tendemos a la autocomplacencia de ‘porque yo lo valgo’ y lo merezco. No como los demás, que no han luchado ni se han esforzado ni se han arriesgado como yo.
Cuidado, porque este tipo de pensamientos lleva al famoso mantra «si yo he podido, tú también puedes». Y digo cuidado, porque podrían replicarte:
«Pues no, listillo, porque tus virtudes y las mías son diferentes, porque tus motivaciones y las mías son diferentes y porque tus experiencias, apoyos, éxitos y fracasos en la vida y los míos han sido diferentes».
No somos conscientes de que no tiene mucho mérito llevar nuestro buen caballo hacia donde ya se dirige, mientras criticamos a otros con peores monturas por ser «malos jinetes».
Es un error frecuente aumentar nuestra autoestima intentando bajar la ajena
Una persona atractiva, con habilidades sociales y competencias para la venta, se sentirá más motivada para asistir a eventos o actividades en las que se pueden conseguir clientes o iniciar relaciones profesionales, que otros compañeros con menos recursos y menos logros en esos contextos.
Es ventajista autocalificarse como «valiente» o proactivo por hacer algo que se te da bien, mientras llamas «cobardes» a otros profesionales que no tienen esas mismas fortalezas y que, por tanto, tienen que asumir más riesgos y esfuerzos para intentar lograr lo mismo.
Cuando le dices a otra persona «inténtalo, el no ya lo tienes», para rematar el consejo podrías añadir con humor «ahora ve a por la humillación».
Motivar los intentos de hacer o conseguir algo muy difícil para lo que la persona no está preparada, es una técnica anticambio que puede generar fracaso, frustración y ansiedad, y que obstaculizará futuros intentos.
Aconsejar no es recitar frases hechas
«El tamaño no importa», dijo el influencer con un millón de seguidores.
«Lo importante está en el interior», afirmó el atractivo profesional que siempre tuvo ventajas por serlo.
«Si quieres puedes», sermoneó el que pudo.
Este tipo de recomendaciones bienintencionadas son peligrosas. No somos conscientes de los problemas y de la culpabilidad que crean las frases hechas y los consejos genéricos que damos en modo aspersor a personas que pueden tener muchas dificultades para aplicarlos y, sobre todo, para aplicarlos con éxito.
Los que trabajan ‘gestionando el cambio’ de equipos ineficaces y desavenidos saben lo difícil que es conseguir los primeros avances.
Y los que asesoran a profesionales estancados o en dificultades, saben cuán complicado es conseguir los primeros «éxitos» y oportunidades para reinventarse o impulsarse, cuando hace tiempo que la cosa no va bien y no se cuenta con apoyos, relaciones o recursos suficientes.
Críticas ‘constructivas’ y destructivas
Si una crítica te motiva a mejorar, podría decirse que se trata de una «crítica constructiva».
Pero si te dan ganas de no volver a hacer nada nunca más, ni incluso de relacionarte con la persona que te hizo las sugerencias, eso es que recibiste una crítica destructiva, por muy técnica que fuese y por buena intención que hubiera.
Más allá del humor del párrafo anterior, podemos decir que considerar una crítica como “constructiva» no depende de la intención del consejero, sino de sus efectos en el aconsejado.
Y es que, en psicología, el valor de un comportamiento reside en su FUNCIÓN, en sus consecuencias, no en los motivos o «intenciones» del que lo emite.
Todos podemos ofrecer consejos en contextos informales, pero los profesionales del asesoramiento deben saber que «ofrecer recomendaciones» es una técnica posible más dentro del gran abanico de intervenciones en los procesos de cambio en la empresa, en los equipos y en la carrera.
Si vas a dar consejos, dalos bien
Si sientes la necesidad imperiosa de ofrecer asesoramiento, ten en cuenta estos cuatro factores que influyen en la eficacia de las recomendaciones dadas o recibidas, bien en entornos profesionales o de empresa, o en escenarios de mejora personal.
- Personalización. Los buenos consejos se basan en el conocimiento previo del perfil del aconsejado, es decir, de sus objetivos, intereses, motivaciones, recursos y competencias, para poder adaptar y personalizar las recomendaciones.
- Datos. Los buenos consejos también lo son porque se basan en la validez, fiabilidad y actualidad de la información que incluyen y por los datos y razones en las que se basa su supuesta pertinencia.
- Concreción. Las recomendaciones eficaces especifican los comportamientos y reglas concretas que deben ser aplicadas en los contextos y momentos relevantes para el cambio.
- Recursos. También indican los métodos, apoyos y recursos para ponerlas en práctica con más probabilidad de éxito por parte del aconsejado.
En síntesis, dar consejos sin suficientes garantías de seguimiento y sin suficiente probabilidad de conseguir los objetivos si se siguen esas recomendaciones, es contraproducente para las dos partes.
Confucio también hizo coaching
Al parecer, Confucio recomendó que a los hambrientos no había que darles arroz, sino enseñarles a cultivarlo. Pero cuentan que un hambriento que escuchó el consejo replicó: «Si ves a Confucio dile que se vaya a la m….».
Los consejos en forma de ‘metáforas inspiradoras’ tienen más glamur, pero pueden ser tan difíciles de interpretar como de aplicar, y sirven más para dar notoriedad a quienes las formulan que para iluminar el camino del que las escucha.
Hay demasiados asesores, coaches y consejeros que dicen ‘darte la caña pero no el pez’, pero que en realidad no saben ni dónde está el río, ni si lleva agua.
¿Sabes el consejo más importante que doy en mis conferencias pero que nadie aplica? Es este:
A veces, para mejorar, hacen falta más apoyos y menos consejos.
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