¿Cómo convertir una tortilla a la francesa en una nueva experiencia culinaria? Esta es la pregunta que el emprendedor Cayetano Belso se hizo durante una feria textil en Italia, al ver a los clientes del hotel haciendo cola para degustar una recién hecha. Y no esperamos más para conocer su respuesta: vendiendo huevos con sabor a trufa.
En 2019 Koroko, la startup de Belso, ya era capaz de producir 6.000 huevos a la hora de este sabor, y también de jamón serrano, de ajo y de queso azul. Todos ellos procedentes de granjas de gallinas camperas.
Su curiosidad le llevó a convertir este proyecto en protagonista de su trabajo de fin de carrera en la Escuela de Empresariales (EDEM) de Valencia, donde estudiaba. Y ante la expectación que levantó, decidió desarrollarlo con el apoyo de la incubadora Lanzadera de Juan Roig (presidente ejecutivo de Mercadona), asociada a este centro educativo.
Inspiración materna
“Mi madre cocinaba en casa huevos trufados, y pensé que si era capaz de industrializar ese proceso, podría dar una vuelta de tuerca a un producto de altísimo consumo”, explica el joven Belso, que en aquel 2016 tan solo contaba con 22 años.
Pero el empeño no era fácil. “Las trufas son muy perecederas, estacionales y se oxidan enseguida”, así que hubo que esperar a que las musas emprendedoras le inspiraran por segunda vez.
En sus muchas pruebas ya había comprobado la porosidad de la cáscara del huevo. Aprovechando esta cualidad, decidió experimentar perfumando su interior con aroma de trufa, en un proceso similar al que se utiliza en la alta cocina, y acertó de pleno.
Pronto comprobó que el proceso diseñado no solo servía para la trufa, así que testó con jamón y queso azul. Su primera línea de productos ya estaba diseñada, no sin antes recibir el visto bueno de Sanidad.
En 2018, a este Koroko de apenas dos años de edad le vuelve a sonreír la fortuna. El proyecto entra en Km Zero, un hub de innovación del Grupo Martínez especializado en alimentación.
“Encontramos el apoyo que necesitábamos, una inyección económica, infraestructura y gente que supiera más que nosotros, recursos imprescindibles para levantar un proyecto industrial como el nuestro”.
Del restaurante al supermercado
Este respaldo le permitió ser ambicioso en la comercialización. El producto ya se había validado en un canal exigente como el de hostelería, pero ahora llegaba el momento de la gran distribución.
Los lineales de Carrefour fueron los primeros en exhibir su producto. A ellos se sumaron en 2019 más de centenar de puntos de venta de El Corte Inglés. En ambos casos su presentación de dos unidades de huevos camperos a 1,65 euros está cumpliendo con las expectativas.
“Pese a su apariencia exterior de huevo común y corriente, el consumidor entiende que en su interior hay una gran innovación y un proceso con un coste, por ello decide probar. Y lo más importante para nosotros, repetir”, explica Belso, que pese a ser alicantino de Crevillent, se ha instalado como empresario en la provincia de Valencia.
Pero antes de conquistar al consumidor final, hay que dar confianza a la gran distribución. Entre otras muchas cosas, cuando se juega en la primera liga de la alimentación, hay que ofrecer garantía de continuidad en la distribución.
Con este objetivo, el pasado otoño Koroko abrió una nueva planta en Torrent “para respaldar los acuerdos comerciales con una producción de 6.000 huevos a la hora”. Ahora todo está listo para crecer.
“Creo que 2020 va a ser un gran año”, afirma Belso, que atiende al perfil de emprendedor positivo y entusiasta: “Hemos trabajado duro y estamos preparados para responder a las expectativas que hemos despertado”.
Fortalezas y dificultades de Koroko
Koroko es ejemplo de cómo es posible innovar en cualquier producto y mercado, si hay talento e ideas, pero también arrojo para sortear las dificultades:
Captar talento experimentado con un líder veinteañero
Belso reconoce que uno de los aciertos de su gestión ha sido “sumar gente al equipo que supiera más que yo”. En esta búsqueda comprobó que siendo sencillo reclutar talento joven, no lo era tanto captar el de profesionales experimentados: “La gente que tiene más responsabilidades muestra recelo ante la startup, pero aún así hemos tenido suerte”.
El coste de ser pionero
“Hemos tenido que investigar mucho, porque éramos los primeros”. Cuando se aborda un proceso industrializado, esta tarea no solo incumbe al desarrollo de producto, también hay que cubrir las necesidades de la línea de producción: “Hemos tenido que ser muy imaginativos para diseñar o adaptar máquinas”.
Internacionalización, pero no a cualquier precio
La comercialización en el exterior es para Koroko un nuevo reto. Estudia el modo de atender a las propuestas que recibe respetando la caducidad del producto (28 días) y con acuerdos que garanticen su calidad.
Seguir innovando
“El huevo tiene posibilidades infinitas”, asegura Belso. Y por eso ya está pensando en una línea de huevo dulce que, por ejemplo, “permita hacer bizcochos de sabor a chocolate sin chocolate”.
Hacer marca
“El siguiente paso es aumentar la visibilidad en los supermercados”, explica Belso. Reconoce que es una prioridad para que la empresa crezca, a la que hasta ahora no ha podido dedicar todo el esfuerzo deseado. No obstante, espera espera que esto cambie pronto apostando por el marketing online y abriendo vías de colaboración con influyentes, “que muestren la creatividad de un plato del día a día”.
Sin miedo a la competencia
“No nos preocupa la competencia, porque detrás de nuestro producto hay una gran investigación. Pero además soy un convencido de que la competencia es buena, estamos frente a una tarta que se está haciendo grande y hay espacio para nuevos players innovadores”, concluye Cayetano Belso.