Inteligencia artificial y ética, una alianza necesaria

Inteligencia artificial y ética, una alianza necesaria

Mientras prohíben el uso de ChatGPT en las escuelas públicas de Nueva York, para evitar el plagio, y acusan a varios algoritmos de machismo, la necesidad por una ética para Inteligencia Artificial se hace más necesaria que nunca.

Mientras prohíben el uso de ChatGPT en las escuelas públicas de Nueva York, para evitar el plagio, y acusan a varios algoritmos de machismo, la necesidad por una ética para Inteligencia Artificial se hace más necesaria que nunca.

Nadie duda que la Inteligencia Artificial sea el futuro, incluso algunos van más allá y dicen que es el presente. Pero así como la Inteligencia Artificial tiene un potencial benéfico también puede ser usado en conflictos bélicos, para censurar y apoyar regímenes totalitarios, entre otras posibilidades.

Así las cosas, hablamos de una herramienta tan poderosa que necesitamos tener claro unos principios morales comunes para manejarla. Tanto que, en 2021, la UNESCO generó una “Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial”. Se trató del primer intentó normativo internacional en esta categoría.

Aunque suene obvio, para entender la ética aplicada a la Inteligencia Artificial debemos recordar que es la ética. La RAE estipula que es: “el conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona”. También es la parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores.

Con esta base en esto se puede afirmar que la ética en IA se refiere a las bases que delinean lo correcto y lo incorrecto en todo el ciclo de vida del producto o servicio; investigación y diseño, construcción y capacitación, cambios y operación de una Inteligencia Artificial.

Aplicaciones y retos

Pero hablar de lo bueno y lo malo en tecnología parece ser un poco vago, dependiendo de quién lo diga y en qué circunstancias. Por ello, es bueno establecer algunas aplicaciones concretas de la ética para la Inteligencia Artificial encabezadas por los sesgos y la privacidad.

El documental “Perjuicio cifrado”, de 2020, narra la historia de la científica informática del MIT, Joy Buolamwini, quién descubrió que los sistemas de reconocimiento facial fallaban al reconocer su rostro. La razón fue dolorosamente obvia, porque había sido desarrollada para reconocer rostros de otra raza diferente a la suya.

Pero esta es apenas la punta de la arista de un problema más grande y es que las inteligencias artificiales adquieren los prejuicios de quienes las entrenan. Entre estos males se encuentra el sexismo, racismo y xenofobia.

En lo que toca a la privacidad, la Inteligencia Artificial enfrenta un desafío y es que necesita mucha información para desarrollar mejores modelos, pero a veces esa información se toma de los usuarios sin que ellos lo sepan. Además, existe información particularmente sensible, por ejemplo, la médica o judicial. ¿Hasta qué punto se pueden mejorar las IA sin cruzar estas barreras?

Una cuestión con el planeta

Por último, están las consecuencias medio ambientales de la IA, porque

producir esta capacidad de cómputo cuesta y mucho, nos referimos a la energía necesaria para procesar millones de millones de datos. Y esta tendencia apenas está creciendo. ¿Qué límites energéticos se deben establecer en el desarrollo de las IA?

Por supuesto, estos son apenas una breve muestra de los nuevos retos que traen las nuevas tecnologías, esto sin mencionar el inmenso potencial que puede tener la IA en manos de fuerzas armadas o en la administración de recursos públicos. El reto es no satanizar la tecnología, pues es solo una herramienta, una que es más necesario que nunca que estemos a la altura moral para poder manejarla.

Precisamente, hace pocos días Telefónica se sumó a la iniciativa fAIr LAC con el fin de promover el uso ético de la IA para servicios de impacto social en América Latina, con el fin de que sean más eficientes, justos y orientados a los ciudadanos.

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Foto de Freepik

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