Cada año el 8 de marzo se conmemora el Día de la Mujer Trabajadora con actividades, iniciativas de diversa naturaleza y reconocimientos. En el ámbito que nos ocupa, el desempeño profesional de la mujer está lejos aún de la media. El problema no radica en el acceso al mercado laboral. No se observa una discriminación en la entrada, sino en otros escenarios de crecimiento y desarrollo profesional. Los datos que publica GEM Global Entrepreneurship Monitor son relevadores. España presenta una actividad emprendedora baja entre los hombres y, aún así, es dos puntos porcentuales superior a la de las mujeres en el mismo tramo de edad. España no es una excepción; en Suecia, con un mercado más dinámico y enriquecido, la tasa ronda el 30%.
Las razones de este abismo en la actividad emprendedora son diversas. La literatura académica recoge cinco, en este u otro orden:
- Las mujeres ocupan más puestos en el sector público y esa posición limita su interés en organizar nuevos negocios. Así, la mayoría de las mujeres que ha emprendido su negocio tenía una experiencia profesional previa en el sector privado, donde ha aprendido técnicas y creado sus propias redes. Si hay menos mujeres en compañías y firmas privadas, habrá menos posibilidades de atreverse a emprender, de extender y aprovechar su experiencia en nuevas aventuras.
- En segundo lugar, menos mujeres se identifican como emprendedoras. Es una etiqueta que no les gusta o bien no les encaja con su actividad. Se definen como “autoempleo” antes que como “emprendedoras”. Esta autopercepción las excluye de foros, acciones ante inversores, competiciones o conferencias. Es un círculo vicioso, porque la ausencia de modelos ejemplarizantes reduce la visibilidad de los proyectos liderados por mujeres.
- El tercer punto que se menciona es la aversión al riesgo. Pesa aquí, según diversas encuestas, el peso de la tradición cultural o la asignación de más responsabilidades familiares. Si se carga con esa mochila, no se puede exigir además que acepte el riesgo de emprender.
- La cuarta idea que se lee a menudo es polémica. Las mujeres tienen peor acceso a los mercados financieros y de capitales. Así, sus ideas obtienen peores calificaciones, préstamos y apoyos que las presentadas por varones. Es increíble que se mantenga esta tendencia cuando las mujeres emprendedoras suelen contar con experiencia, con una edad media de 44 años y amplia trayectoria profesional. Habrá que ver qué comportamiento se observa en las fintech.
- La quinta razón que se menciona es la mayor presencia de la mujer en actividades no lucrativas, organizaciones sociales y otras iniciativas que no tienen como prioridad el crecimiento económico. Por ejemplo, las emprendedoras crean firmas más pequeñas, menos tendentes al crecimiento rápido, con menos problemas de hiperliderazgo.
Estrategias de apoyo a las mujeres emprendedoras
Si queremos apoyar este día, habrá que repensar cuáles son las políticas públicas de apoyo a las mujeres emprendedoras. Hay que anticipar el futuro. Planteo una estrategia en dos ámbitos de acción. A saber, la intención emprendedora y la innovación a través de la diversidad en STEM (Science, Technology, Engineering and Maths, por sus siglas en inglés).
La intención emprendedora se estimula mediante el apoyo a las redes, la creación de capital social y capital relacional, la promoción de la formación ejecutiva de alto nivel, el estímulo de la competencia de liderazgo, entre otras acciones. Este programa tiene dos focos. Por un lado, impulsar el autoempleo y dirigirlo hacia actividades económicas e industriales vinculadas a la tecnología, la ciencia y el mercado digital. Es ahí donde hay posibilidades reales de crecimiento exponencial en materia de empleo y desarrollo profesional. Por otro, porque en la tensión demográfica centro-periferia, el emprendimiento arraiga la población, aprovecha las oportunidades digitales y reduce el despoblamiento. En la práctica, la decisión de avecinarse en un punto u otro de la geografía tiene consecuencias sociales antes que económicas. No, no todo se reduce a elegir entre Madrid o Barcelona cuando el empleo es independiente de la boca de metro.
El mercado de la innovación es una oportunidad real en la medida en que se crean nuevos nichos y yacimientos de empleo. En la economía de la innovación, las redes tienen efectos multiplicadores a través de la promoción de la diversidad. En España, las mujeres representan solo el 21% de las estudiantes en computación y en el 25% las titulaciones técnicas. Seguidamente, European Start Up Monitor 2016 señala que solo el 14,5% de las empresas de base tecnológica son lideradas por mujeres. Sin la inclusión de otros puntos de vista, experiencias y necesidades en el emprendimiento, las capacidades de crecimiento son limitadas. Y no es una afirmación menor: la academia revela que la inclusión de mujeres en los equipos de investigación y desarrollo tiene efectos positivos en las organizaciones. De este modo, las mujeres impulsan soluciones innovadoras de naturaleza radical antes que mejoras incrementales. Este modo de pensar y actuar será esencial en la industria 4.0 que viene. Necesitamos agentes de cambio, personas preparadas para asumir la transformación del negocio y capaces de enamorar a los equipos.
Queda mucho por hacer en materia de igualdad. Reclamemos unas políticas públicas que apuesten por este camino de innovación, empleo de calidad e investigación.
Foto: geralt