“Todo el mundo puede innovar”, afirma rotundamente José Manuel Leceta, autor de “Innovación fractal: navegando la complejidad”, un libro en el que muestra su convencimiento de que quien entienda las dinámicas de cambio que inducen la innovación y el emprendimiento estará en mejores condiciones de comprender un poco mejor nuestro entorno.
Ingeniero de Telecomunicaciones con estudios en Dirección Estratégica, Economía de redes, Relaciones Internacionales y gestión de la Innovación, está considerado un experto mundial en políticas y estrategias para la innovación y el emprendimiento.
Sus tesis y análisis parten de la necesidad de gestionar la complementariedad para afrontar todo tipo de dificultades. “Quien quiera hacer algo grande debe reconocer sus límites. Hay que completar las competencias en los equipos. En la diversidad debemos buscar la oportunidad para entender mejor lo que está pasando”, asegura.
Leceta explica los errores conceptuales que merman la innovación en una obra escrita de manera heterodoxa y que debe su título a los fractales: objetos que responden a un patrón y se reproducen a diferentes niveles.
Innovación versus ideación
Para Leceta innovar es explotar con éxito nuevas ideas. Es decir, para que haya innovación debe combinarse la novedad y el impacto. De lo contrario se hablaría de ideación, de ideas que no encuentran mercado.
Toda innovación supone una novedad, pero no toda novedad es una innovación.
En este sentido, destaca la importancia de la voluntad y el coraje para materializarlas y llevarlas a la práctica; actitudes y cualidades que marcan la diferencia entre las personas y las máquinas.
Tanto cuando habla como cuando escribe, el que fuera director del EIT (Instituto europeo de Innovación y Tecnología) desmonta algunos mitos en torno a la innovación, que muchos siguen percibiendo erróneamente como un subproducto de la ciencia circunscrito a expertos y tecnólogos.
Innovar es apostar por la gente
Pero nada más lejos de la realidad, porque la innovación es cosa de todos; innovar es, a fin de cuentas, apostar por la gente.
El autor sostiene que la innovación no es exclusivamente tecnológica y que en las compañías no depende únicamente del Departamento de I+D. Así pues, podría ser organizativa, comercial… “Todo el mundo puede tener una buena idea, aunque innova quien siente la necesidad de hacerlo”, puntualiza.
Una afirmación válida tanto para las empresas como para la sociedad en su conjunto. Y que debería calar a gran escala, porque nos jugamos el futuro. De hecho, Leceta otorga más importancia a que los ciudadanos nos concienciemos al respecto y a que esta consideración ascienda de abajo hacia arriba que al lugar que ocupe este asunto en la agenda política.
El autor opina que no se puede decretar ni ordenar a nadie que innove. Y que lo que se debe hacer es crear las condiciones para facilitar la innovación.
Innovar es tan importante como la salud o la educación
“Cuando todos lo asumamos, cuando la gente lo vea como algo tan importante como la salud o la educación, habrá políticos que quieran hacer bandera”, añade.
Crítico con el modelo lineal y defensor de que todos innovamos en abierto, Leceta opina que esto no concierne únicamente a las universidades, sino que se trata de un asunto social.
Máxime teniendo en cuenta el actual contexto de captación y reparto de los fondos europeos concedidos para la reconstrucción tras la pandemia. En cierta manera, estas ayudas han auspiciado los temas relacionados con la innovación a la primera línea del debate político y mediático.
Muchos expertos han abogado por fiscalizar la gestión de esa partida presupuestaria para ejecutarla con éxito y generar efectos tractores sobre otros sectores económicos.
En esta línea, Leceta pide una estrategia y definir el marco para esclarecer, por ejemplo, si las iniciativas serán públicas o privadas, centrales o autonómicas…
Unos interrogantes que si bien derivan en un incremento de la competencia, también generan muchas expectativas. Pero “lo peor que se puede hacer en innovación es pedir ideas y luego no hacer nada con ellas. Hay que apostar por los sectores del futuro de manera decidida”, apostilla.
Emular los casos de éxito
Con respecto a España, el autor indica que existe mucho talento y grandes focos de innovación. Y remarca la reinvención de muchos empresarios y modelos de negocio. Como ejemplo pone a Inditex, a la que califica como una gran compañía innovadora.
“Hay que poner en valor estos casos para que otras empresas puedan emularlos”, añade.
Ahora bien, ¿qué necesita España para convertirse en la California del Sur de Europa, para acunar su propio Silicon Valley?
“Tenemos que hacer que la innovación sea un tema de todos. Así de fácil y de complicado. Debemos superar el modelo lineal y ofrecer una respuesta sistémica que englobe al talento, la regulación, el liderazgo, la cultura…”.
Un ejemplo de que la innovación no solo es ciencia es la respuesta frente al virus. “Ahora disponemos de las vacunas, pero necesitamos el músculo industrial para distribuir, inyectar… Y eso se llama innovación”, agrega.
Oportunidad para repensarse
José Manuel Leceta siempre ha trabajado en la frontera entre lo público y lo privado, por lo que podría considerarse un “emprendedor público” y un explorador nato. Y es que, desde su punto de vista, “la innovación tiene mucho de exploración y de determinación”.
Leceta piensa que esta crisis es una oportunidad para repensarse, hacer las cosas mejor, tener confianza y darnos a todos la importancia que merecemos. Y cita a Ortega para apostillar que cada persona arroja una luz única.
Por ello, frente a la actual polarización, insta a tender puentes y buscar nexos que nos unan y acaben con los maniqueísmos existentes entre universidades y empresas, ciencias y letras, etc.
Cree que escribir sirve para pensar y encontrar el espacio para ordenar las ideas y entenderse a uno mismo. Tras defender su tesis doctoral, ahora prepara un segundo libro -que valdría como continuación a “Innovación fractal: navegando la complejidad”-, para hablar del alma de la máquina.