El desarrollo del mercado laboral es una cuestión que preocupa en el diseño de las políticas activas de empleo, la creación de oportunidades y el impacto de las tecnologías en nuestras vidas. Proliferan los estudios sobre los derechos laborales de los robots, la industria conectada que reúne Internet de las Cosas con las ciudades inteligentes y otras nuevas realidades empresariales.
En este contexto de capitalismo creativo, lo único que permanece es la creciente demanda de profesionales capaces de crear e innovar, de observar las oportunidades de negocio en unas industrias en declive y otras en auge, así como la gestión del conocimiento para aprovechar la ingente cantidad de información disponible.
Si trasladamos esta realidad a la identificación de competencias y habilidades, encontramos un catálogo de prácticas que un alumno debe realizar antes de acabar su periodo universitario.
Sí, claro, esta propuesta es válida para los graduandos y para aquellos que cursan formación dual, así como para quienes vuelven al aula después de una experiencia laboral. No se trata de crear una asignatura específica de emprendimiento, porque el currículo tiene la limitación de los 240 créditos (ECTS), sino de señalar competencias transversales y facilitar proyectos que permitan la adquisición de tales habilidades.
Bastaría con orientar el trabajo de fin de grado o bien agregar dos o tres asignaturas de último semestre. En las titulaciones de Periodismo y Comunicación, hemos experimentado bastante en esta línea, porque no emerge un EuroHarvard de la nada.
Habilidades y competencias que se demandan
Análisis estratégico
En un proyecto emprendedor, la primera cuestión es el análisis estratégico. Consiste en la capacidad de entender el entorno que nos rodea, separando la coyuntura –la moda- de las tendencias de largo alcance. Esta capacidad se concreta en tres preguntas directas sobre la propuesta emprendedora. La primera es la habilidad para entender cómo cambiar el escenario en el que nos movemos: ¿hacia dónde va el sector en el que operas?, ¿qué rol desempeñan los gigantes tecnológicos?, ¿qué competencia china encontramos en el mercado?, ¿tu propuesta está de moda en otro país? Con estas claves básicas de ordenación, podremos indicar las preferencias de los potenciales usuarios y señalar las rutas de innovación.
La segunda responde a las necesidades de los clientes: ¿qué problemas resolvemos con nuestro producto, bien o servicio? Aquí tenemos que ser capaces de responder de manera clara y directa: “Nuestra propuesta emprendedora atiende a este segmento sociodemográfico y resuelve esta necesidad”. A esta pregunta le sigue la pregunta interna, aquella que explica qué necesidades requerimos para poder ejecutar el proyecto: ¿son capacidades económicas?, ¿son de capital social?, ¿son de habilidad o de creatividad? Estas tres preguntas son esenciales para entender cómo se estructura la cadena de valor y dónde podemos capturar valor para el negocio emprendedor. Puedes llamar a este conjunto misión, visión, estrategia y valores.
Producto o servicio
El segundo bloque gira en torno al producto o servicio que se ofrece. Soy partidario de enseñar las pequeñas estructuras que hace posible un negocio, sea con lean start up, prototipos o cualquier otra técnica que permita ofrecer una primera aproximación real. No basta con el diseño en un papel o una hoja de cálculo, sino que el servicio tiene que ser tangible, puesto a disposición de unos primeros clientes que juzguen el valor real ante la necesidad arriba mencionada, que proponga mejoras antes de lanzarse al mercado de forma masiva.
Comunicación oral
El tercer hito es la comunicación eficaz, mezcla de las técnicas digitales y presenciales. Creo que la Universidad debe impulsar la comunicación oral, las presentaciones, el pitch del trabajo de fin de carrera o tesis de investigación y otras medidas parecidas. Hablar en público diferencia el proyecto, facilita la resolución de dudas de los inversores, conecta con los públicos y sustancia los mensajes del marketing digital. Esta habilidad merece más tiempo en la Universidad y no necesita una asignatura propia para su desarrollo exponencial.
Habilidad de negocio
El cuarto eje es la habilidad de negocio. Aquí se incluye la capacidad de concebir, comprender y ejecutar una idea, esto es, pasar de la ocurrencia a la acción. Para mí, la clave está en ser capaz de identificar el auténtico valor añadido, mediante la desagregación de casos de éxito y casos de fracaso, servicios innovadores, modelos de negocio, etcétera. Si somos capaces de enseñar a ver una oportunidad detrás de una idea, contribuimos al pensamiento crítico, a la elevación de propuestas concretas y a la definición del negocio. No, no todo es la lectura de estados financieros o negociaciones de contrato. Vayamos a la esencia antes que a la técnica.
Permítanme una nota final. La Universidad no tiene que ser el banco de pruebas de la empleabilidad por cuenta ajena o el emprendimiento individual. No es un servicio del mercado ni nada parecido. Es centro de aprendizaje, de experiencias, de innovación y de creatividad. Por este motivo, pienso que la cultura del emprendimiento y la innovación tiene que ser parte de estas experiencias universitarias que conforman el carácter, marcan prioridades y abren puertas al desarrollo profesional e intelectual. Sí, es buena idea contar con un aula transversal que permita a los estudiantes estar en contacto con otros jóvenes como ellos, que ofrecen soluciones innovadoras, que avanzan la transformación digital y que liderarán las nuevas iniciativas empleadoras. No perdamos el norte con el mercado, pero no vivamos ajenos al sistema.