El liderazgo es la capacidad que tiene un individuo de motivar y guiar a un equipo de personas para que alcancen un objetivo. El trabajo en equipo afecta a los resultados económicos en la medida en que las personas son la fuente de ventaja competitiva más relevante que conozco. Sí, la tecnología o las finanzas importan, pero aún más la motivación y el deseo de llegar a buen puerto. El liderazgo es una habilidad importante para el emprendimiento y la innovación.
Se concreta en tres competencias básicas. La primera consiste en la capacidad de formular un propósito, establecer cuáles son los objetivos de la organización e identificar los espacios donde confluyen los intereses individuales y colectivos. La segunda es la motivación para el trabajo en equipo. Destaca aquí la capacidad de valorar a las personas por su aportación real a los proyectos, la creación de un entorno de confianza y el aprovechamiento de la diversidad. Por último, aparece la comunicación de los objetivos y su evaluación. Subrayo aquí la necesidad de escuchar, estar abiertos al cambio y atender a las necesidades de los empleados. Esto es la empatía, la capacidad de ponerse en la piel del otro para comprender sus motivaciones, ideaciones y justificaciones. La habilidad comunicativa converge con la resolución de conflictos y la negociación. Estas habilidades se aprenden en talleres, jornadas y conferencias. Veamos las técnicas de aprendizaje que nos conducen a mejorar estas tres competencias básicas.
La formulación de un propósito principia por la inteligencia contextual, esto es, la capacidad de analizar el entorno, descubrir las tendencias que se manejan en la industria, la habilidad para relacionar hechos y números desagregados y, en suma, la visión de conjunto de las estrategias empresariales. En Harvard Business Review, encontramos que este tipo de inteligencia consiste en no aplicar medidas y decisiones uniformes, sino adaptarlas y flexibilizarlas a las distintas realidades de la compañía. Esta competencia se desarrolla con la mejora de la observación: abre la organización a nuevas teorías de gestión y administración (actualízate y aprovecha las ventajas de aprendizaje para toda la vida), ajusta el deseo a la realidad (con objetivos concretos y reales) y sé indulgente con las críticas y los errores propios (refuerza los comportamientos positivos antes que castigar los negativos).
Para mejorar la confluencia entre los intereses individuales y colectivos, favorece proyectos abiertos a la innovación. Crea un entorno en el que cada persona pueda contribuir libremente a la mejora de los proyectos. Si todo está reglado y gestionado, habrá poco espacio para la innovación. Dedica y permite que los otros lo tengan, un tiempo semanal a las iniciativas que más nos motivan dentro de la empresa y no solo a las contingencias comunes.
La medición de la aportación real de las personas a los proyectos se cimenta sobre el feedback, la retroalimentación. El liderazgo persigue reforzar los comportamientos y premiar los cambios positivos para la organización. Por eso, hay que corregir los hábitos, enseñar a las personas a cumplir con sus tareas y acelerar los procesos de aprendizaje. Algunas técnicas concretas para dar feedback son las siguientes: establecer y definir los objetivos de la organización y la aportación individual a cada uno de ellos, informar en primera persona de los logros y de las correcciones, comenzar la conversación por los aspectos positivos, enumerar comportamientos susceptibles de mejora y explicar cómo conseguirlo y agradecer el interés del interlocutor. No es una regañina infantil, sino una propuesta de mejora.
La diversidad es una fuente de ventaja competitiva esencial para la gestión de las organizaciones del siglo XXI. La homogeneidad ha desaparecido de nuestras vidas y ahora toca aprovechar este cambio social para ser más competitivos. Algunas técnicas para estimular la diversidad son las siguientes: abre la empresa a profesionales de otras nacionalidades, promueve la conciliación, conecta con las organizaciones que favorecen la empleabilidad de las minorías, organiza eventos internacionales y refuerza las ventajas de dicha internacionalización.
La escucha activa es una carencia que se ha incrementado como consecuencia de las distracciones tecnológicas. Estamos tan pendientes del teléfono que disminuimos la atención. Si queremos mejorar esta habilidad, apaga el teléfono durante las reuniones. Toma nota manual de lo que te cuentan. Repite las ideas que te han transmitido y confirma con el interlocutor que lo que te ha contado coincide con lo que has entendido. Haz preguntas para aclarar las dudas. Por último, incide en la comunicación no verbal: asiente con la cabeza y comunica con la mirada.
La empatía es fundamental para sintonizar con las personas que trabajan con nosotros, sean empleados o no. La técnica que recomiendo es el reconocimiento positivo: obtenemos más del equipo cuando incentivamos el buen comportamiento en vez de perseguir las malas decisiones. El reconocimiento frecuente es valorar cada paso («gracias por esta aportación»), poner atención en las sugerencias recibidas («me ha interesado esa idea que tienes») y desarrollar un estilo de liderazgo compartido («el equipo ha promovido este cambio que nos favorece a todos»).
Espero que estas ideas te ayuden a desarrollar las habilidades. Recuerda que el liderazgo y el trabajo en equipo promueven la innovación y la generación de nuevas oportunidades de negocio. Ahora, ¡a trabajar las ideas!
Foto: wewiorka_wagner