Adiós al largo plazo. Se acabaron las estrategias empresariales para cinco años. Ni siquiera para tres. ¿A un año? Sí, parece que es el horizonte en el que se pueden diseñar acciones que no serán barridas por el ritmo de las actualizaciones y cambios en los que vivimos. Pero, entonces, ¿tenemos que ser cortoplacistas? ¡No!
Tenemos que fijarnos objetivos y comprometernos con ellos a largo plazo, pero siendo conscientes de que la estrategia para conseguirlos cambiará y mucho. Necesitamos liderar el futuro desde el presente, previendo escenarios y adaptándonos a ellos. Pero, ¿cómo se hace este ejercicio? ¿se puede decidir estratégicamente sobre el futuro?
Adiós a los patrones lineales
En el mundo precoronavirus y en un escenario anterior a la digitalización, las empresas y sus líderes afrontaban el futuro con patrones lineales. ¡Y funcionaban! Diseñaban a cinco años los planes estratégicos de su negocio, y muy raramente se veían alterados. Es como si no hubiera piedras en el camino. Todo llano y liso hasta alcanzar el horizonte temporal para el que fueron creados.
En esa hoja de ruta a cinco años, no había “cisnes negros” que dieran al traste con toda la planificación.
Hoy en día, los avances tecnológicos y el propio ritmo de las innovaciones que vivimos hacen imposible mantener esa estrategia lineal. Mucho menos aún desde la aparición en escena de la COVID-19. Ahora imperan la adaptabilidad y los planes estratégicos a tres años. Pero, incluso a tres años parece un horizonte demasiado extenso. Hay que asumir que los planes están vivos, que es necesario renovarlos constantemente y que lo que hoy planificamos puede verse superado en menos de un año.
Salir de la espiral del presente
El gran desafío consiste en planificar sin ceder terreno al corto plazo. Y para ello, debemos distanciarnos del presente. Corremos el riesgo de anclarnos en el momento en el que vivimos, quedarnos “eternamente” en esta foto efímera y no proyectar el futuro.
Muchas empresas sienten la enorme presión de lidiar con los cambios, incorporarlos a sus estructuras, responder a las demandas del momento y se quedan cautivas de las circunstancias. Su estrategia consiste en reaccionar a los cambios, pero no en preparar a su empresa para los cambios que están por venir.
Estratégicamente significa que se instalan en el cortoplacismo, sin capacidad para liderar el futuro, a no ser el estrictamente inmediato.
Es necesario hacer un ejercicio de visualización, de planificar el futuro. La buena noticia es que hay estrategias empresariales que ayudan a conseguirlo y que hay empresas que ya lo están haciendo.
Metodologías para una buena estrategia empresarial
Zoom in, Zoom out
Podríamos traducirlo como acercar y alejar. La idea que subyace en esta estrategia empresarial es jugar con dos planos temporales paralelos, que iteran entre ellos. Uno, a largo plazo, con un horizonte temporal de 10 a 20 años, y otro, con un eje de tiempo mucho más corto, de 6 meses a un año. Es la estrategia que ha puesto en práctica Deloitte para anticiparse a los desafíos del futuro.
En el plano zoom out, el largo plazo, se hace un ejercicio de visualización y se presuponen escenarios hipotéticos: ¿cómo será el mercado de aquí a 10 o 20 años?, ¿qué tipo de empresa necesitaríamos para triunfar en este mercado?
En el plano zoom in, a corto plazo, se proponen hasta tres iniciativas para los próximos 6 – 12 meses que acerquen a la empresa donde queremos estar a largo plazo. Actúan como palancas aceleradoras del cambio hacia la empresa que se ha proyectado.
Cerca / lejos, un binomio que incorpora a los planes estratégicos empresariales el cambio exponencial que estamos viviendo (corto plazo) y que desafía a las organizaciones a cuestionarse cómo deberían ser para estar posicionadas en ese mercado a largo plazo.
Futures Thinking, diseñar el futuro para cambiar el presente
Otra metodología que ayuda a las empresas a comprender el cambio y prepararlas para este futuro cambiante es Futures Thinking.
Se trata de proyectar múltiples escenarios futuros desde el presente, formulando y diseñando cómo será nuestra empresa los próximos años. Se analizan las tecnologías, tendencias, rupturas y cambios que operarán en el mercado y, en función de estos escenarios futuros, se ponen en marcha factores que transforman el presente.
A diferencia de los planes estratégicos tradicionales, esta disciplina se basa en el trabajo colaborativo y multidisciplinar. No es cuestión de un departamento o de perfiles tan solo directivos. Es un espacio colaborativo y cocreador.
Aquí la moviola se hace en sentido contrario. Desde lo que todavía no ha llegado a lo que estamos viviendo. Desde el futuro hacia el presente. Una vez visualizado ese futuro, podemos actuar en nuestro día a día, tomando decisiones sobre qué tecnologías adoptar, cómo preparar a nuestros equipos, qué habilidades fomentar, en definitiva, anticiparnos a lo que está por venir.
Decidir estratégicamente en las empresas hoy más que nunca es un ejercicio de planificación, pero introduciendo el cambio como agente transformador y asumiendo que lo que hoy es válido puede que en doce meses ya no lo sea.
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