Siempre que finaliza un año nos marcamos metas y objetivos para el siguiente. Ante ello, la pregunta es: ¿tenéis claro lo que queréis?
A finales de 2006 realicé un curso de veinticuatro horas durante tres días. El formador habló de metas y nos dijo: «Mañana no entrará nadie a la sala si no entrega una lista con sus objetivos, pondré a una persona en la puerta para verificarlo». Pensé que nos estaba tomando el pelo, pero al día siguiente vimos a un hombre en la puerta pidiendo los papelitos. Y me dije: «No hay problema, cojo una hoja de papel y un lápiz y apunto cualquier cosa». Pero en ese momento me di cuenta de algo muy importante: no sabía lo que quería.
¿Tenemos claro lo que queremos? ¿Sí? ¿No? Este es el punto más importante antes de fijar nuestras metas, saber lo que queremos, ya sea a nivel personal, profesional, social, cultural, familiar o económico. Cuando lo sabemos con certeza, no nos paramos a pensar y a decidir qué deseamos para el próximo año; sabemos que queremos dejar de fumar (es de lo más deseado), queremos no trabajar tantas horas y estar más con nuestra familia, organizar nuestro día a día y no perder horas productivas, conseguir más clientes, llegar a facturar XX más respecto al año anterior, crecer como empresa, dar más calidad de servicio a nuestros clientes, ser más amables con las personas que nos rodean, conseguir un aumento de sueldo….. La lista se alargaría hasta terminar el post. Lo apuntamos todo en un papel, para que quede constancia de ello por escrito. Es exactamente lo que he hecho yo desde el año 2006: pensar y escribir mis objetivos.
¿Sabéis qué es lo que sucederá? ¡Nada! Lo único que pasará es que quedarán apuntados en ese papel hasta llegar el fin de año y nos daremos cuenta de que no hemos conseguido nada de lo que nos propusimos. ¿Os suena? Es así como decidimos, nosotros mismos, que la mayoría de ellos no los vamos a cumplir, sólo los apuntamos y pensamos que trabajaremos duro para conseguirlos.
Fijaos que decimos siempre «queremos hacer, queremos ir, queremos conseguir, queremos y queremos….» Es justo lo que queremos, ¡sí! Pero no apuntamos lo que haremos, ni lo que sacrificaremos, ni lo que estamos dispuestos a dar o perder para conseguir ese objetivo. Cuando entendí eso, mis metas escritas cambiaron por completo.
Supongamos que todo el mundo sabe lo que quiere, la siguiente pregunta sería: ¿Sabemos qué es un objetivo? Un objetivo es un sueño, un sueño que se desea conseguir. Y toda persona tiene sus sueños, toda persona tiene ilusiones, pero estos sueños e ilusiones se quedan en agua de borrajas a menos que se conviertan en objetivos.
Un objetivo es mirar al futuro y proyectarlo al presente, es decir; quiero eso, voy a estar allí… Qué hay que hacer exactamente. Y aquí tenemos uno de los errores que muchas personas cometen (entre ellas, yo): confundimos previsiones con objetivos. Para convertir un sueño en un objetivo tenemos que conocer el qué, el cómo y con quién vamos a conseguirlo, y preparar un plan de trabajo ligado a un plan de acción adecuado a nuestras posibilidades reales que nos motive a movernos.
Si sabemos qué queremos, pero no sabemos qué tenemos que hacer, no nos vamos a mover. Este plan de acción será la ruta para conseguir nuestro sueño. Y sólo queda aplicar este plan con disciplina en el tiempo que hayamos establecido y que obviamente debe ser el adecuado.
Uno de los grandes errores de muchas compañías (no todas) es que confunden las previsiones con los objetivos. Preparan objetivos y planes que se presentan a finales de año enfocados al siguiente y sólo dicen lo que quieren conseguir, pero en ningún caso explican qué tienen que hacer y cómo.
Este es un ejemplo de previsiones basadas en los resultados del año anterior, a las que se aplican unas cuantas variables de mercado o sector: «El año pasado facturamos XX, si creemos que podemos crecer YY, este nuevo año tenemos que facturar XX+YY». ¿Os resulta familiar? Sólo buscamos el resultado.
No busquéis el resultado, pues es la consecuencia de un buen trabajo con un plan de acción. Esta forma de presentar objetivos para el año siguiente o incluso a varios años vista, es tan sólo proyectar los datos del ejercicio pasado basándose en lo que se ha hecho hasta ahora. Si lo que queremos es plantear objetivos, el procedimiento debería ser proyectar al presente lo que queremos en el futuro y realizar un plan de acción adecuado para conseguirlo. Si yo busco el resultado basándome en el pasado, difícilmente voy a conseguir resultados diferentes; para conseguir algo diferente, hay que hacer… algo diferente.
Amigos, este artículo es una opinión muy personal que tenía ganas de compartir con vosotros, pero dejadme deciros algo importante para mí: Todo lo que os propongáis en la vida sólo dependerá de vosotros y de nadie más. Desde hace años, la verdad sea dicha, pocos, mis metas personales y profesionales van siempre ligadas a un plan de acción con un ardiente deseo de conseguirlos, porque son mis sueños, y un sueño no tiene límites.
En el próximo artículo os contaré cuáles son, en mi opinión, los puntos que hay que tener en cuenta antes de establecer un objetivo. Perdón, un sueño.
Fotografía © jasleen_kaur, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0