El emprendedor residente, Entrepreneur in Residence (EIR), es la nueva ola. Consiste en la incorporación al equipo de la compañía de una persona que llega por un tiempo limitado con un conocimiento experto en el ámbito del emprendimiento. Es la constatación de un hecho: las empresas, en realidad cualquier organización, necesitan aire fresco periódicamente para romper las dinámicas, eliminar los prejuicios, proponer ideas novedosas y acabar con la autocomplacencia de consumo interno. Básicamente, el emprendedor residente se incorpora a un proyecto empresarial porque puede aportar valor e innovación. Es un perfil sumamente interesante para aquellas compañías que tienen difícil emprender, esto es, empezar de cero y tienen que intraemprender, transformar su organización para adaptarse al entorno que les rodea. Si no se adaptan y renuevan continuamente, lo natural es que las empresas acaben fuera del mercado. O innovas o te innovan, escribimos recientemente.
El perfil es diverso. No se trata de contratar al estereotipo, sino de localizar a aquellas personas cuyos intereses concuerden con los de la firma.
Tres tipos de emprendedores residentes
- El primero es aquel que carece de experiencia corporativa y le parece desafiante conocer los mecanismos de funcionamiento de una empresa grande o ya establecida o tradicional. Se puede aprender mucho de las empresas familiares, sus procesos de transición o de internacionalización. Por eso, se animan.
- El segundo tipo responde a extranjeros de paso. Son personas que quieren conocer un país, una cultura o un tipo de entorno emprendedor y pasan temporadas en Londres, Singapur, Corea del Sur o Dubai. Se me ocurre que este tipo es interesante para España, principal receptor de estudiantes de grado, bajo el paraguas de Erasmus. ¿Por qué invitar a alumnos destacados a que se queden un periodo extra y compartamos experiencias? Aquí es primordial que tanto las empresas como las universidades den una vuelta a los programas de inserción laboral y prácticas de verano.
- Por último, encontramos emprendedores que están en fase de ideación o producción de una nueva aventura. En este caso, se busca un apoyo (localización, oficina, red) a cambio de unas condiciones ventajosas en las primeras rondas de financiación, una oportunidad para sumarse al proyecto o cualquier otro convenio que favorezca a las partes.
En los tres casos, el acuerdo de residencia suele girar en torno a cuatro pilares. El primero es la impartición de seminarios, que permitan aprender de primera mano experiencias de emprendimiento. El segundo es la creación de redes nuevas. Se trata de acercarse a entornos diferentes que, por alguna razón, son ajenos a nuestra organización. Por eso, se tiene que abrir la empresa a nuevas alianzas. En tercer lugar, se valora la capacidad de acelerar los diferentes procesos de innovación. Hay que aprovechar ese conocimiento. Todo esto conduce al pilar fundamental: la innovación. El emprendedor residente está llamado a contagiar innovación, a repensar el negocio y aportar soluciones diferentes. Para eso, hay que estar dispuesto al cambio.
La moda ha llegado desde Estados Unidos. Y está aquí para quedarse. Algunas empresas de naturaleza tecnológica han transformado sus procesos de selección para incluir este tipo de perfil. Ya no se busca únicamente un becario de verano, sino que se persigue a estos innovadores para ofertarles una estancia corta, concreta y vinculada a un proyecto. Cisco, la compañía de telecomunicaciones, es pionera. Cuenta con dos programas al año y en cada ocasión invita hasta a diez emprendedores que comparten espacio con los empleados, participan en el diseño de las nuevas ideas, al tiempo que diseñan y modelan sus propias iniciativas.
Por último, conecta a los seleccionados con empresas de venture capital. Wharton ha transformado su programa de prácticas. Se ha sumado al conjunto de ideas innovadoras que estimulan el emprendimiento en la universidad. Presume de haber promovido 170 nuevos proyectos, gracias a su red de alumnos, emprendedores, inversores y desarrolladores. La universidad actúa de catalizadora de la experiencia emprendedora. El ayuntamiento de San Francisco, dónde si no, ha creado su propio proyecto. Durante 16 semanas, los emprendedores aportan ideas para la gestión pública municipal. El objetivo es asimilable a cualquier compañía del mundo: reducir costes, incrementar los ingresos y aumentar la productividad. El ayuntamiento aprovecha su excelente posicionamiento internacional para modernizarse y tender puentes de cooperación entre la esfera pública y la privada.
En síntesis, el emprendedor residente es una oportunidad para aprender, conectar e innovar. El valor añadido parece sólido. Si conseguimos que nuestras instituciones públicas y privadas se abran a la innovación y a la llegada de talento, podremos acelerar los procesos de aprendizaje, participar en las comunidades digitales y de empresas tecnológicas, crear nuevas alianzas y aprender nuevos modelos de negocios. ¿Nos subimos a la ola?
Foto: mroach