Transformación digital: ¡que nadie se asuste!, después de varios años con la ya manida expresión, no seré yo el que vaya ahora a pretender cambiar el rumbo a nadie.
Sin embargo, sí creo que es importante hacer una pausa y reflexionar sobre la implicación de la misma o, dicho en castellano llano, aplicar el sentido común.
De repente todos nos hemos visto obligados a ‘digitalizarnos’, muchos expertos hablan sobre ello – no hay evento que se precie que no contemple una o varias charlas al respecto en su agenda- y las empresas se han puesto, como no podía ser de otra forma, el traje (en algunos casos disfraz) digital.
Han aparecido incluso nuevos roles como el de CDO (Chief Digital Officer), consolidándose o modificándose otros como el CMTO (Chief Marketing Technologist Officer) o el CXO (Chief Experience Officer).
La transformación digital en dos palabras
1. Transformación
Si por algo se ha caracterizado el transcurso de la historia es precisamente por cambios. Cambios en las personas, en las organizaciones, en el trabajo… Sin embargo, es cierto que hay algunos cambios que son especialmente relevantes por el impacto que tienen en la sociedad.
La transformación digital es, sin duda, un elemento crucial que influye drásticamente en nosotros: cómo vivimos, cómo nos relacionamos, cómo interactuamos con las empresas y administraciones y, algo obvio, es la evolución que nos toca vivir en el momento actual.
Por otro lado, una característica que considero diferencial es la velocidad. La transformación digital se produce con una celeridad casi abrumadora y, además, podemos asegurar que el cambio se va convertir en algo permanente.
2. Digital
No cabe duda de que la tecnología es la piedra angular que sustenta este cambio, esta forma de hacer las cosas de manera diferente a como lo hacíamos antes.
Es la que facilita que podamos disponer de nuevos modelos de infraestructura cloud computing, de herramientas para la gestión empresarial más completas, de soluciones para el puesto de trabajo y colaboración de nuestros empleados más avanzadas, que nos permitan relacionarnos con nuestros clientes de manera diferente, etc.
El caso es que, si miramos más allá de la moda o de las tendencias, es conveniente no dejarse arrastrar y justificar cualquier acción, si esta no va alineada con un estudio riguroso del valor que va a aportar a nuestra empresa y con los correspondientes análisis coste-beneficio.
Eso sí, no podemos sustraernos a la realidad que nos rodea que está completamente impregnada por la tecnología. Tecnología que puede permitirnos aumentar la eficiencia de nuestros procesos de negocio, mejorar la productividad de los empleados, así como optimizar la relación con nuestros clientes, incorporando incluso nuevos canales de comunicación.
Es cierto que cada empresa se encuentra en un momento diferente en cuanto a su grado de madurez en la adopción de esta cultura digital. No obstante, es realmente necesario que todas ellas tengan a miembros de sus equipos que evalúen de forma continua el estado del negocio versus el estado del arte de la tecnología, que avanza imparablemente, así como conseguir que poco a poco cale en la cultura de toda la compañía.
Esto nos permitirá ahorrar costes, innovar y ser, en definitiva, más competitivos en un entorno a veces “despiadado”, donde si no actúas con rapidez, otro se va a llevar tu parte del queso.
Hagámoslo sin volvernos locos, teniendo siempre en mente nuestros objetivos de negocio, pero sin perder de vista que la transformación digital ha venido para quedarse.
¿Nos ponemos con ello?