Quien mucho espera, se decepciona. Quien nada espera, se sorprende.
Aunque no va a ser fácil, voy a hablar de la decepción, el sentimiento de insatisfacción que nos produce a veces una persona, una marca o un producto o servicio. Seguro que habéis tenido esa sensación alguna vez, ya sea en el trabajo o en casa, por la calle o en alguna tienda, o hasta visitando una web o red social. ¿Pero a qué se debe?
Según Wikipedia, decepción es «el pesar causado por un engaño; un sentimiento de insatisfacción que surge cuando no se cumplen las expectativas sobre un deseo o una persona».
Es curioso que antes de llegar a la decepción, solemos vivir dos emociones: la sorpresa y la pena. Es decir, que antes de decepcionarnos, damos una nueva oportunidad al engaño mediante la sorpresa, pero al final acabamos decepcionándonos. Una gran decepción puede desembocar en frustración y posteriormente en depresión.
Por ello, es importante aprender cómo evitarla o al menos reducirla, tanto en nuestra vida personal como profesional.
La decepción y nuestro entorno
Estos son cuatro ejemplos de decepción:
1. Productos o servicios
Adquirimos productos o servicios que no necesitamos, pero que deseamos. Mediante la publicidad nos llegan mensajes que nos provocan unas emociones que incluimos (a veces) en nuestros propios propósitos. Nos creamos unas expectativas, dependiendo de algunos factores internos (personales), externos (momento actual) y que pueden llegar a ser expectativas altas, medias o bajas, dependiendo del responsable y del mensaje.
Vemos un anuncio por el canal de difusión que sea (televisión, radio, prensa, redes sociales, etc.) que nos impacta y decidimos adquirir ese producto. Normalmente los mensajes que “enganchan” son los más emocionales. Hacemos un ejercicio y “situamos” ese producto en nuestro día a día, en nuestra vida. Buscamos información adicional para verificar los argumentos que nos han llevado a convencernos y creernos que lo necesitamos. La información adicional verifica que sí.
Recibimos el producto y no hay forma de encajarlo en nuestra vida, y en este punto vivimos la decepción. Hay dos motivos que causan ese sentimiento: o nos han engañado o nos hemos engañado.
El “nos han engañado” es por motivos ajenos a nosotros o a nuestro entorno, no cumple con las expectativas que nosotros mismos nos habíamos creado del producto recibido. Entonces empezamos a sentir una gran emoción de sorpresa y buscamos culpables, en este caso, nosotros mismos.
El “nos hemos engañado” procede de nosotros mismos, porque nos hemos autoconvencido de las bondades del producto. Y empezamos a sentir una gran emoción de sorpresa, y seguimos luchando, buscando argumentos que desmonten el engaño. No los encontramos, porque nuestras expectativas eran demasiado altas, y finalmente llegamos a la sensación de pena que verifica la decepción. Los culpables, una vez más, somos nosotros.
2. Personas
¿Qué sucede con las personas? Por algún motivo a veces también nos decepcionan. Cuando nos hablan de alguna persona que no conocemos, automáticamente nos hacemos una idea de cómo será, pero cuando la conocemos confirma que es mejor o peor de lo que nos habían hablado. Nos habíamos hecho un patrón con esa información inicial y al final resulta que si no encaja con lo que pensábamos, llega la decepción. Los culpables de esta sensación volvemos a ser nosotros.
Otra posibilidad: conocemos a una persona sin que previamente nos hayan hablado de ella; y nos formamos una opinión de cómo es por su forma de pensar y de actuar. Cuando lo pensamos con calma, vemos que no es lo que esperábamos, cambiamos de opinión y llega la decepción. Culpables: nosotros.
Hay personas que lo que aparentan en redes sociales con sus publicaciones no se parece en nada a su manera de pensar y de ser en el mundo real. Por eso es muy importante entender que “cuando quien aparentas ser es quien realmente eres, es cuando eres libre de verdad”. Comparte en redes sociales siendo tú mismo y así tendrás menos posibilidades de generar decepción entre tus seguidores.
3. Empresas y marcas
Nos hablan de una empresa o vemos un anuncio en televisión sobre ella y nos hacemos una idea de cómo es, quiénes trabajan allí, su visión, sus valores, etc. Cuando descubrimos otros puntos de vista, disponemos más información o simplemente lo vemos de forma diferente, porque nos hemos levantado más optimistas o pesimistas, cambiamos de opinión y ello nos genera decepción, porque no es lo que realmente esperábamos en el primer momento. Nuevamente culpa nuestra.
Uno de los grandes errores que cometen muchas empresas y marcas y que genera mucha decepción, es que todavía no han cambiado el antiguo mensaje: “Trata al cliente como te gustaría que te trataran a ti” (que ya ha pasado a la historia hace tiempo) por este otro: “Trata al cliente como le gustaría que lo tratasen a él”.
4. Webs y blogs
Visitamos un blog, una web o una plataforma de comercio electrónico y la abandonamos rápidamente. Las estadísticas indican que la tasa de rebote de las plataformas de eCommerce es elevadísima. Esa tasa de rebote es igual a la decepción del internauta.
Los profesionales del SEO ejecutan estrategias de contenidos para que el robot de Google los posicione en primeras páginas, y trabajan los títulos, las descripciones y las URL con las palabras clave adecuadas, pero una vez que el usuario hace clic en el resultado de búsqueda, abandona la página. ¿Por qué?
Seguramente le invade una sensación de decepción, porque no ha encontrado lo que buscaba, por el diseño web, por la usabilidad, etc. Todos ellos son motivos de decepción por parte de nuestro posible cliente digital, porque nosotros (internautas) creemos que lo que hemos encontrado tendría que haber sido diferente.
Gracias a la neurociencia, sabemos que los pensamientos son el lenguaje de la mente y los sentimientos son el lenguaje del cuerpo. Y que cuando la mente va en contra del cuerpo, o viceversa, se genera una respuesta que no responde de forma coherente y desemboca en un sentimiento de decepción.
Pero cuando la mente y el cuerpo actúan unidos, cuando nuestros pensamientos son afines a nuestros sentimientos, estamos enviando una señal coherente y nunca aparece la decepción, ni la frustración y mucho menos la depresión.
En conclusión y en mi opinión, la decepción es achacable a nosotros mismos, porque somos los que nos generamos expectativas ante las personas, las empresas y nuestro entorno. Una forma de evitarla es no crearnos expectativas demasiado altas.