Uno de los elementos más controvertidos del uso de la geolocalización es el relativo a la privacidad. Cuando doy alguna clase y saco este tema, pregunto a los alumnos: ¿a quién le da miedo la geolocalización desde el punto de vista de la privacidad? Unos cuantos levantan la mano y siempre respondo lo mismo: “A mí lo que me da miedo son las personas, no la geolocalización”.
La geolocalización no es más que una herramienta por la que se puede conocer nuestra ubicación en el espacio y debemos tratarla como tal, con la misma importancia que damos o dejamos de dar a otras herramientas. Por tanto, como todas las herramientas, todo depende del uso que se le dé.
Es cierto que hace unos años los dispositivos móviles se vendían con la geolocalización activada, lo que deja un rastro de todas nuestras acciones en el espacio. Pero tras una serie de denuncias, la Unión Europea reaccionó rápidamente y el 16 de mayo de 2011 publicó el Dictamen 13/2011 sobre los servicios de geolocalización en los dispositivos móviles inteligentes, en el que se regulaba por primera vez vinculándolo con las leyes de protección de datos a favor del ciudadano.
También en el año 2011 se publicó una interesante guía, yo diría que imprescindible, la Guía sobre seguridad y privacidad de las herramientas de geolocalización, con el objetivo de acercar al lector a este campo: en qué consiste la geolocalización, cuáles son sus elementos característicos, en qué tecnologías se apoya o cuáles son sus usos y aplicaciones principales.
Recientemente estamos viviendo un intenso debate sobre la polémica Ley de Geolocalización en México, declarada a principios de año como constitucional por la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en la que hay un claro conflicto entre el poder del Estado y la libertad individual.
Por último, en todas las manifestaciones o confrontaciones sociales que estamos viviendo, el uso de la geolocalización es clave tanto para la organización entre las personas como para la localización de las mismas, convirtiéndose en un arma de doble filo para los usuarios. Precisamente Enrique Dans acaba de publicar un artículo denominado “Replanteando la red” en el que se comenta cómo está cambiando la configuración de los nodos de información.
Si queremos ahondar más en lo que supone este tema, este mismo autor hace interesantes reflexiones en torno a la privacidad y la geolocalización a través de su blog, pero si lo que queremos es ver la realidad más pragmática e inquietante, tenemos que entrar en la web de Chema Alonso, “Un informático en el lado del mal”, donde podremos conocer “cómo saber dónde está alguien por un chat de WhatsApp” o descubrir un agujero de seguridad que dejaba a algunas cámaras de seguridad abiertas a todo el mundo.
En definitiva, el tema de la geolocalización y la privacidad sigue dando mucho que hablar. Pero como este es un blog dirigido a negocios y empresas, podemos llevar estas reflexiones y ejemplos a un terreno más cercano y pragmático:
1. Desde el punto de vista de los usuarios, el control de la privacidad depende de la información que queramos dar y en este sentido podemos identificar dos aspectos:
El uso de la geolocalización en las redes sociales: Cuando configuramos una cuenta, se nos suele preguntar sobre nuestro lugar de residencia y cuando interactuamos a través de las redes sociales la geolocalización aparece como opción,pero otras veces por defecto. Por ejemplo, si chateamos en Facebook, aparecerá la geolocalización o si lanzamos un tweet con la geolocalización activada, podremos rastrearla. Y por descontado que si usamos herramientas de geolocalización como Foursquare, Yelp o Instagram decimos dónde estamos.
En el artículo “Cómo localizar usuarios de Twitter y Flickr a través de sus fotos” explican claramente cómo pueden rastrearse de forma relativamente sencilla con diversas herramientas. En estos casos, si no queremos que se sepa dónde estamos o desde dónde generamos cierta información, podemos acudir a las mismas aplicaciones para desconectar la geolocalización y evitarlo.
El uso de la geolocalización en general: Hay que tener en cuenta que cualquier acción que desarrollemos en Internet con la geolocalización del teléfono o del ordenador activada deja siempre un rastro y, por tanto, es susceptible de ser localizado. Hay una aplicación muy inquietante del mismo Google denominada “Historial de ubicaciones”, que nos muestra dónde hemos estado en el último mes en función del uso de las aplicaciones, como puede ser la consulta del correo de Gmail.
En este caso, lo que hay que hacer es desconectar la geolocalización general del teléfono, que se encuentra en el apartado de ajustes y privacidad de los móviles o en los ordenadores.
2. Desde el punto de vista de los negocios, podemos utilizar estos datos siempre que sea de acuerdo con la ley y cumpliendo la protección de datos. En este blog hay bastantes artículos en torno a la importancia de los datos y a las posibilidades de hacer uso de la geolocalización de los usuarios como herramienta de geomarketing, identificando dónde se encuentran nuestros clientes, cómo se mueven, qué intereses tienen, qué opinan, etc.
Por tanto, como ocurre siempre, la geolocalización es una herramienta y la privacidad depende del uso que se le dé. Se suele decir que si no quieres que algo se sepa no lo cuentes y, en este caso, pasa algo similar: si no quieres que sepan dónde estás, no lo digas, pero además no permitas que otros lo sepan siguiendo el rastro que dejas; es sentido común al fin y al cabo. ¿Te siguen dando miedo la privacidad y la geolocalización? ¿Has sido imprudente alguna vez o has tenido problemas por este hecho? Cuéntanoslo…
Foto: Kai Hendry