Hoy en día es imposible preservar nuestra privacidad. O nos convertimos en ermitaños sin conexión a Internet, sin teléfono y con los ahorros debajo del colchón, o nuestra información continuará circulando inevitablemente por la Red y podrá ser recuperada en cualquier momento.
Con cada clic cedemos información personal de gran valor (al menos para nosotros). Unas veces somos conscientes de ello, otras no. Estos son algunos ejemplos de cómo vamos dejando nuestra huella en Internet:
Geolocalización: la dirección IP de nuestro ordenador y el servicio de ubicación de los dispositivos móviles proporcionan información sobre nuestra localización geográfica.
Buscadores: las búsquedas que realizamos en Internet constituyen una información muy valiosa para las empresas, ya que les permite saber qué nos interesa y qué no, y en función de ello enviar un tipo de publicidad u otra a los consumidores.
Redes sociales: los ‘Me gusta’ de Facebook o Instagram, los retweets de Twitter, los mensajes que compartimos y que respondemos, las opiniones que expresamos, etc. proporcionan información sobre nuestros gustos personales, políticos e incluso religiosos.
Aplicaciones móviles: el boom de las apps nos ha hecho mucho más vulnerables en cuanto a la protección de nuestra intimidad. Cada vez que descargamos una app, tenemos que aceptar que la empresa propietaria pueda acceder, cuando lo desee, a la información confidencial que tenemos en nuestro dispositivo móvil: lista de contactos, fotografías, agenda, archivos, etc. No significa que vaya a acceder, pero nosotros lo aceptamos (sin siquiera leer las condiciones) para poder instalar dicha app.
Concursos, promociones, eBooks, tutoriales: cada vez es más habitual el uso de formularios para conseguir datos de los usuarios (leads). Las empresas nos solicitan el correo electrónico, el teléfono, nombre, apellidos e incluso el DNI o la dirección postal, y a cambio obtenemos “gratuitamente” un eBook, un informe, un tutorial de un curso, podemos conseguir un descuento en un determinado producto o ganar un premio en un concurso o sorteo.
Boletines: en las suscripciones a newsletters de blogs y webs, normalmente solo se solicita un correo electrónico, pero es la puerta de entrada para recibir publicidad no deseada, independientemente de que, al suscribirnos, la empresa se comprometa a no enviar contenido comercial. Al final, acabamos recibiéndolo.
Compras online: en este caso, la información que volcamos es mucho más peligrosa, porque también ponemos en peligro nuestro dinero. Proporcionamos nuestro número de tarjeta bancaria con todos los datos necesarios para operar con ella (fecha de caducidad y código de seguridad CVV), fecha de nacimiento, dirección postal, DNI, etc. La compra de unas simples entradas de cine puede poner en jaque no solo nuestra privacidad, también nuestra “economía”.
Tres vías para protegernos
Lo más fácil para protegerse es no proporcionar nuestros datos, no hacer comentarios online, no comprar en un ecommerce, en definitiva, tratar de ser invisible en la Red, pero a estas alturas es imposible.
Por ello, seamos al menos conscientes de que vamos dejando una estela de información que nos puede perjudicar mucho, si no ahora, quizás en un futuro. No la cedamos “alegremente”.
Actualmente existen algunas normas legales que tratan de protegernos, pero hay aún enormes vacíos legales al respecto, porque por muchas leyes que se promulguen, Internet va más rápido y no da tiempo a legislar.
Ley Orgánica de Protección de Datos de carácter personal (LOPD)
En este mismo blog, Lluis Serra detallaba en su artículo “LOPD y otras consideraciones legales para el comercio electrónico” en qué consistía: “Será obligatorio para todos los comercios electrónicos comunicar a la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) la existencia de una base de datos de carácter personal (…) En la notificación e inscripción deberá indicarse la persona responsable del fichero, la finalidad de éste, su ubicación y el tipo de datos que contiene. Cualquier cambio que se realice deberá ser debidamente comunicado. El incumplimiento de la inscripción del fichero puede dar lugar a sanciones”.
Si las empresas cumplen este trámite, bastaría ejercer el derecho de acceso a la información de la LOPD para averiguar cómo una determinada empresa ha obtenido nuestro teléfono o cuenta de correo electrónico. También podemos ejercer los derechos de rectificación, de cancelación y de oposición. ¿Pero cómo se ejercen esos derechos y ante qué entidad? Muy sencillo: en la página web de la AEPD figura toda la información, los modelos para ejercer nuestros derechos, así como las instrucciones para cumplimentar los correspondientes formularios.
Lista Robinson
Es un servicio de exclusión publicitaria gestionado por la Asociación Española de Economía Digital, al que puede acceder, de forma voluntaria y gratuita, cualquier persona física que lo desee. Su finalidad es evitar recibir publicidad no deseada de entidades o empresas a las que no hayamos facilitado nuestros datos.
Tanto el reglamento del servicio como la forma de inscribirse en dicha lista aparecen recogidos de forma muy sencilla en la web de la Lista Robinson. Solo hay que seguir los pasos.
Derecho al olvido
El derecho al olvido hace referencia, según la AEPD, al “derecho a impedir la difusión de información personal a través de Internet cuando su publicación no cumple los requisitos de adecuación y pertinencia previstos en la normativa. En concreto, incluye el derecho a limitar la difusión universal e indiscriminada de datos personales en los buscadores generales de Internet, cuando la información es obsoleta o ya no tiene relevancia ni interés público, aunque la publicación original sea legítima”.
En la web de la AEPD hay una página con los cinco puntos clave para ejercer el derecho al olvido, que conviene tener en cuenta. No obstante, como asegura Raúl Alonso, el procedimiento “tiene mucho de calvario, ya que a la no obligación de contestación del dominio o buscador interpelado, se suma la difícil comunicación con los grandes de Internet”.
En conclusión, los mecanismos legales de los que disponemos no son suficientes para proteger nuestra privacidad. No olvidemos nunca que la información es poder, y también dinero. Cuando nos ofrecen algo de forma gratuita, la realidad es que no nos va a salir gratis, porque el producto somos nosotros.
Por algo será que está proliferando el número de empresas virtuales que se dedican al denominado archiving, esto es, el almacenamiento de datos que hay en la Red, por si en el futuro adquieren valor como información.
No se lo pongamos fácil…
Foto: Stadio Alicante