Hay quien afirma que “lo que no se puede medir, no se puede mejorar”. Yo no creo que esto sea realmente así, pero sí creo que lo que se mide se conoce mejor y que es más sencillo mejorar lo que se conoce que lo que se desconoce.
Dicho esto, también creo que es mejor no medir que medir mal. Parece una perogrullada pero no lo es. Mi experiencia profesional con indicadores es lo suficientemente amplia y diversa como para poder afirmar que muchas de las mediciones que se llevan a cabo en las empresas no solo no sirven de nada, sino que, en ocasiones, son incluso contraproducentes.
¿A qué se debe esto? Me atrevería a adelantar al menos un par de razones.
Por una parte, se debe a que a menudo se mide lo que se puede medir, no lo que se debería medir. Es habitual que medir lo que realmente sería útil medir resulte complejo y, en ocasiones, también costoso. Por eso no resulta extraño que al final se acabe midiendo algo que, si bien no es lo que deberíamos medir, al menos es fácil de medir. Aquí el principal problema es hasta qué punto la correlación entre lo que deberíamos medir y lo que realmente medimos es significativa o no.
Por otra parte, porque con frecuencia se pierde la perspectiva con relación al motivo por el que medimos. Por ejemplo, hay pocas decisiones más absurdas que vincular retribución a indicadores de mejora. Al hacerlo, se pervierte la utilidad del indicador, que deja de ser un medio para convertirse en un fin. A partir de ese momento, que la mejora tenga o no tenga realmente lugar se convierte en algo anecdótico porque lo que importa es que el indicador “salga bien”. Si alguien no ha vivido nunca esta experiencia, que levante la mano… 😉
Así que la cuestión de fondo para poder medir bien la productividad de tu pyme reside en tener claro cuál es el propósito de la medición. ¿Quieres mejorar o quieres alimentar tu ego? ¿Quieres mejorar o engañarte y engañar a otros?
El primer paso para establecer uno o más indicadores es definir el propósito. ¿Qué quieres saber? ¿Quieres ver cómo influye un cambio de producto en tus ventas? ¿Quieres saber en qué medida afecta la nueva estructura de tu organización a los resultados? En realidad da un poco igual lo que quieras saber, pero tienes que tener claro qué es antes de empezar a medir nada.
Cuando ya tienes claro qué quieres saber, el siguiente paso es entender qué variables, de las que están bajo tu control, influyen directamente en el resultado. Esto, tan lógico aparentemente, es algo que con frecuencia se pasa por alto. ¿Y de qué sirve medir cosas sobre las que no puedes actuar o que no influyen directamente en el resultado?
El tercer paso es medir esas variables a intervalos regulares y comparar los resultados con los obtenidos anteriormente. Si el indicador mejora, el cambio es favorable y probablemente hayas descubierto un buen camino por el que avanzar. Sigue introduciendo cambios, experimenta, mide, corrige… Si no, explora otros caminos.
Pero, sobre todo, olvídate de los objetivos. Recuerda que, cuando hablamos de mejorar la productividad, los objetivos son extremadamente dañinos, porque distraen tu atención de lo realmente importante, que no es alcanzar el objetivo, sino mejorar la productividad de tu pyme.
Lo importante de medir es entender cómo cambia el sistema cuando introduces cambios en él. Mejorar es un proceso continuo, no un punto de destino.
Si tienes eso claro, te resultará sencillo medir la productividad de tu pyme y tus resultados te lo agradecerán.
Foto @tompagenet, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0