Saber rodearse bien es fundamental, tanto en la vida como en los negocios. En el ámbito profesional se trata de una de las mayores virtudes que pueden tener los líderes, quienes se diferencian de los jefes -entre otras habilidades- por sus destrezas a la hora de crear un equipo de trabajo.
No es únicamente cuestión de sumar talentos individuales sino, por qué no, de multiplicarlos. De sacar lo mejor de cada uno, de complementar capacidades, actitudes y aptitudes. Y para ello resulta fundamental engrasar la maquinaria del grupo.
Cualquier partido de fútbol, baloncesto u otro deporte colectivo también sirve para demostrar que la victoria no está en los pies o las manos de la estrella del equipo, sino en todos los miembros que, coordinados por el entrenador, tienen un objetivo común. Y se alinean, trabajan, pelean y luchan por alcanzarlo.
Espíritu de equipo
Uno de los errores más graves sería dar por supuesto que el espíritu de equipo surge espontáneamente, tal y como advertía hace tiempo Javier Villalba en este artículo. Porque el equipo no nace. Hay que hacerlo, alimentarlo, motivarlo, cuidarlo… ya que de él dependen los resultados de la empresa.
Mentalidad apropiada
El equipo está considerado como la unidad básica de trabajo en cualquier organización. “El entorno precisa equipos que funcionen bien para impulsar el logro de resultados. Y trabajar en equipo requiere, a su vez, una serie de capacidades pero, sobre todo, una mentalidad apropiada. La actitud con la que afrontamos una situación es lo que explica nuestro comportamiento”.
Son palabras de Ignacio Mazo, vicepresidente y director de Liderazgo y Coaching de BTS, una consultora especializada en generar impacto en el lado humano de las organizaciones, para quien las principales dificultades para crear un equipo de trabajo están en aspectos relacionados con la razón de ser: su objetivo común.
En esta línea, Mazo también señala el insuficiente conocimiento entre sus miembros, lo que dificulta crear un ambiente de confianza o de seguridad psicológica; o el papel del líder, tanto si tiene autoridad formal, lo que habitualmente se conoce como un equipo natural, como si se trata de un equipo que va a trabajar en un proyecto de forma temporal.
“Hacer equipo es un verbo, por tanto, un conjunto de acciones que incluye conocerse, definir el objetivo común, celebrar si vamos bien, ajustar si vamos mal, resolver los potenciales conflictos que puedan surgir y comprometerse con los cambios de alcance, personas y, a veces, objetivos que aparecerán”.
Juntar personas no es sinónimo de hacer equipo
El experto de BTS añade que más del 90% de los líderes empresariales considera necesario gestionar equipos de manera distinta a como se venía haciendo. “Juntar personas, incluso aunque sean brillantes, humanas y cercanas no significa hacer equipo”, matiza.
Estudiar el potencial del equipo, establecer un plan de carrera individual para cada integrante, identificar las fortalezas y áreas de mejora para reforzar los vínculos internos, primar la transparencia en los procesos de trabajo, trabajar la adaptabilidad a los nuevos entornos… son algunas de las claves para formar un buen equipo de trabajo.
No hay que olvidar además la conveniencia de incentivar las ideas; de promover la colaboración y comunicación entre los compañeros para intercambiar conocimientos y experiencias; de delegar responsabilidades para que los empleados puedan asumir nuevas funciones y desarrollar sus habilidades; de interaccionar con los miembros del equipo en torno al desempeño de su trabajo; de ser flexibles y accesibles; de apoyar el desarrollo de actitudes y aptitudes; o de reconocer los éxitos y el trabajo bien hecho de todos y cada uno de los compañeros.
Consejos para vencer las dificultades
Sin embargo, no es esta una tarea sencilla. Desde el proceso de selección de candidatos hasta la posterior asignación de tareas o la toma de decisiones respecto a asuntos como los horarios, las vacaciones, las posibilidades de conciliar o teletrabajar, el lugar donde se sienta cada empleado en la oficina… pueden suscitar ciertas complejidades a las que conviene prestar atención.
Y como posibles soluciones para vencer las dificultades concernientes a la formación de equipos de trabajo, Mazo remarca cuatro aspectos clave, que son una evolución del famoso modelo de Tuckman (formación, conflicto, normalización, rendimiento):
- Trabajar de forma conjunta en concretar y acordar la razón de ser del equipo, su mandato compartido y la manera de organizarse para lograrlo. “No es líder quien comunica y reparte tareas, sino quien facilita un proceso de alineamiento con el objetivo”, afirma.
- Consensuar sobre cómo va a trabajar el equipo para alcanzarlo. Los roles, tiempos, rutinas, hitos, fechas límites se deben elaborar conjuntamente.
- Crear un sentimiento de pertenencia conociéndose unos a otros, valorándose, apoyándose. “La pertenencia es más que aceptación. Es compromiso y confianza”, apostilla.
- Desarrollar un entorno de seguridad en el que todo se puede compartir, el desacuerdo es aceptado y las diferentes perspectivas y puntos de vista son tenidos en cuenta. En este aspecto, “el papel del líder es muy relevante”, concluye.
Finalmente, Ignacio Mazo manifiesta que su definición de un equipo de alto rendimiento es “un grupo de personas que aplican su talento innato para crear algo extraordinario”.
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