“Cuando hablamos en público, nos lo jugamos todo; dos años de preparación de una oposición, un puesto de trabajo, hacer una venta, convencer a un inversor o incluso a esa persona que quieres como pareja”.
Para Soraya del Portillo, fundadora de Chiara, “comunicar tiene mucho de enamorar”. Y convencida de abordar una importante misión, fundó en 2018 esta startup cuya aplicación ha conquistado a equipos ejecutivos y de ventas de importantes empresas como BBVA, Accenture, Endesa o Acciona.
El reto no era sencillo. En 2015 esta psicóloga y emprendedora decidió dar un cambio radical a su consultora de recursos humanos, que desde 2006 ofrecía formación presencial en habilidades de comunicación. “Teníamos muy buenas valoraciones, pero yo me preguntaba si en un curso de 8 o 16 horas realmente habíamos ayudado al alumno a mejorar en una técnica que requiere de tanta práctica como la oratoria”.
Es así como decide poner en marcha un proyecto en el que volcar toda la experiencia acumulada en educación, en un soporte tecnológico que permitiera formarse y practicar con flexibilidad sus discursos hasta en 24 escenarios diferentes, de una reunión a un curso de formación. La idea echaba a rodar, pero el camino fue largo y complejo.
“En el mercado no había ninguna solución de este tipo, así que decidimos desarrollarla”. Se abría una fase de 16 meses en la que participaron más de 70 especialistas, entre ellos, el Laboratorio de Fonética de la Universidad de Barcelona, doctores de lingüística o de lógica computacional.
El 80% tiene miedo a hablar en público
Ocho de cada diez españoles sufre ansiedad cuando debe exponer sus ideas. La glosofobia, el miedo a hablar en público, supone en la práctica un importante hándicap para trabajar en la consecución de los objetivos profesionales y vitales que todos nos marcamos.
Pero Del Portillo tenía un plan: “La mejor forma para ayudar a reducir esas respuestas cognitivas que producen las fobias es enfrentándose a esas situaciones que provoca el malestar provistos de herramientas que ayuden a superarlas. Y nada mejor que la realidad virtual (RV) para conseguirlo. “Cuando nuestros alumnos se ponen las gafas, engañan al cerebro, que siente que se está enfrentando a ese auditorio con personas de verdad, ya sea en una reunión de ventas o en un juzgado, en el caso del curso para abogados”.
RV + IA = Chiara
Sin embargo, no bastaba con facilitar esa práctica fuera del aula, por muchas horas que se conectara con sus gafas de realidad virtual. “Si el alumno lo hacía mal, no tenía a nadie que le corrigiera”. Había que mejorar el producto con una capa de inteligencia artificial (IA).
“Sin duda, fue el reto más grande al que nos enfrentamos”, explica Del Portillo. “Teníamos que desarrollar un algoritmo capaz de medir los aspectos que impactan en la comunicación en público, como la velocidad, la entonación, el ritmo, la claridad del discurso, el uso de las coletillas, muletillas o silencios”. Y así hasta 25 KPI, entre los que también figura el número de palabras positivas empleadas o el uso de la mirada.
Así nacía Chiara, un sistema de formación para aprender a hablar en público, pudiendo practicar en 24 diferentes entornos reales gracias a la realidad virtual. Y además, un asistente de inteligencia artificial que mide todas las variables de la oratoria para generar un feedback entre 200.000 combinaciones diferentes, eligiendo los consejos más adecuados a cada persona entre los 4.000 de que dispone.
Muchos de estos planes de acción tienen como objetivo corregir las dos debilidades más comunes del orador en España. Durante el discurso, el uso recurrente de la llamada pausa llena (cuando arrastramos una vocal de forma prolongada pensando qué vamos a decir a continuación) y, durante la puesta en escena, mirar insistentemente a las diapositivas perdiendo el contacto visual con la audiencia.
Fase de crecimiento
Aunque también se vende a particulares, el modelo comercial de este metaverso educativo es B2B. Tras su lanzamiento en febrero de 2018, alcanzó su break even a los diez meses y, desde entonces, la facturación de esta empresa en la que trabajan tres personas, ronda los 500.000 euros al año.
En 2022 esperan superar esta cifra, para lo que han apostado por el lanzamiento de nuevos productos. A la versión de la app en español se suman las adaptaciones para México, Chile y Colombia la de inglés británico, y ahora Chiara Legal, un curso destinado a abogados y letrados para mejorar su argumentación en sala, y Chiara University, para el mundo de la educación. Pero sus planes para crecer en Estados Unidos son los más ambiciosos.
Chiara también trabaja en completar su herramienta, mejorando sus capacidades para entrenar en la parte gestual de la comunicación. Todos ellos, planes para los que la startup abre su capital a inversores, si bien Del Portillo asegura buscar más que capital, socios estratégicos que aporten valor a esta fase de expansión.
Cuatro aprendizajes nacidos del error
Para esta nueva etapa, Del Portillo atesora una importante experiencia, fruto del aprendizaje de errores pasados. “Me he equivocado mucho -cuenta riendo-, por eso ahora en todos los sitios a los que voy, trato de compartir esas enseñanzas, para que otros no pasen por la misma situación”.
Iría contra la propia naturaleza del periodismo resistirse a preguntar. Así que esos cuatro «errores», pueden ilustrar cual perfecto oxímoron final, la prometedora historia de «éxito» de Chiara.
- “Cuenta tu idea, porque todas las opiniones te van a aportar. No pienses que te la van robar”.
- “Está demostrado que un producto no lo puedes crear y lanzarlo al mercado. Debes crear MVP [producto mínimo viable], que el cliente te ayude a corregir y pivotar. A mí me salió bien, porque estaba muy en contacto con el alumno y los potenciales clientes, pero me la jugué; se debe ofrecer, dejando claro que es un MVP y que vas a construir con ellos el producto definitivo”.
- “Decidí abordar el proyecto en soledad, pero creo que es condición sine qua non tener al menos un socio que te complemente, ayudándote en esas cosas que tú no sabes”.
- “Como el primer año el producto funcionaba muy bien entre todas las empresas del Ibex, no quise abrir la comercialización a distribuidores. Quería comerme yo todo el mercado, sin tener en cuenta que no podía ser la mujer orquesta y ocuparme de todo”.