Para descubrir el potencial de algunas ideas se necesitan años de dedicación y millones de euros en inversión en tecnología y personal.
Por suerte, esto solo es cierto para unos pocos casos.
Casi siempre podremos testear ideas de producto o nuevas funcionalidades dedicando menos recursos de los que creemos necesarios.
Aunque la información que extraigamos de estas pruebas no será siempre 100% fiable, es infinitamente más útil descubrir qué piensa la persona que nos tendrá que comprar que seguir puliendo la idea en nuestra cabeza.
Estas tres técnicas sirven precisamente para eso:
1. Preguntar
Inventada hace miles de años, esta técnica requiere tan solo tener ganas de entender las necesidades de tu usuario o cliente.
Si tienes un restaurante y estás pensando en cambiar el horario, porque crees que se ajustará mejor a lo que quieren tus clientes habituales, ¿por qué no preguntarles a ellos?
Es asombroso la cantidad de veces que evitamos ponernos en contacto con nuestros clientes para conocer su opinión (nos cuesta menos ponernos en contacto para venderles algo).
Además de obtener información valiosa, pedir su opinión hará que tus clientes sientan que estás ahí para ayudarles.
La clave de esta técnica es interiorizar que lo que estás haciendo es preguntar para entender el problema que quieres resolver con tu idea, no para venderles nada.
Por ejemplo, volviendo a la idea de cambiar el horario, una posible pregunta adecuada sería: «¿Qué os parece el horario actual del restaurante? ¿Os gustaría que lo cambiáramos?»
En función de las respuestas de tus clientes, entenderás qué posibles problemas les supone tu horario actual y, si realmente hay algún problema generalizado, sabrás cómo ajustar el horario para que tus clientes estén más contentos.
Una pregunta no tan adecuada podría ser: «Tenemos buenas noticias: a partir de ahora abriremos tal día y tal otro. ¿Os gusta el nuevo horario?»
Para evitar cualquier situación incómoda, lo normal es que muchos de tus clientes te contesten que les parece bien, aunque no sea así.
Con la primera pregunta, nos interesamos de verdad por las necesidades del cliente. Con la segunda, simplemente buscamos su beneplácito.
2. Simular antes de implementar
Esta técnica, especialmente aplicable al entorno online, consiste en presentar una nueva funcionalidad, servicio o producto como si estuviera disponible, aunque en realidad no lo está.
Por ejemplo, imaginemos que tenemos una tienda online de zapatos y se nos ocurre la idea de permitir que nuestros compradores puedan pagar un poco más para recibir su pedido envuelto en papel de regalo.
En lugar de implementar la funcionalidad en la web, comprar el material necesario, ajustar la logística para permitir esta opción y luego ver qué pasa, podemos hacer algo más sencillo: añadir únicamente el botón de «Envolver cómo regalo por X euros» y medir cuántas veces se pulsa:
- Si alguien lo pulsa, le podemos mostrar un mensaje de texto agradeciéndole su interés y explicándole que la funcionalidad todavía no está disponible.
- Si vemos que el botón se pulsa habitualmente, es muy probable que la funcionalidad tenga éxito y que, por lo tanto, merezca la pena (ahora sí) implementarla.
- Si nadie lo pulsa, nos habremos ahorrado tiempo y dinero en preparar algo que nadie quería.
3. Usar la competencia como prototipo
¿Y si no tenemos clientes a los que preguntar, o un negocio en marcha para hacer pruebas? ¿Y si solo tenemos una idea?
Una de las técnicas más prácticas en estos casos es utilizar un producto de la competencia como si fuera un prototipo.
La idea es aprender de las carencias del producto o servicio que ya está en marcha y con el que queremos competir con nuestra idea.
Por ejemplo, imaginemos que estamos pensando en lanzar un servicio de montaje de muebles de IKEA a domicilio y que existen un par de empresas que ya lo están ofreciendo.
Una opción es constituir la sociedad limitada, pedir dinero a familiares y amigos, contratar a dos personas, crear una página web, promocionarla gastando dinero en marketing y empezar a ofrecer el servicio.
Otra, quizás más interesante, es aprovechar que ya hay un par de empresas que ofrecen este servicio para estudiar cómo funcionan y ver cómo diferenciarnos de ellos.
Primero, podemos contratarles nosotros mismos para ver de primera mano qué servicio ofrecen.
Después, podemos incluso subvencionar el servicio a algunos amigos o conocidos interesados y, a cambio, pedirles que nos cuenten de manera detallada qué les ha parecido la experiencia y qué han echado de menos.
Para completar la investigación, podemos buscar en foros, Twitter, Facebook… comentarios de los clientes de estos servicios que ya existen, en busca de quejas recurrentes, peticiones de mejora, dudas habituales…
Tras analizar toda la información, probablemente estemos en mejor posición para definir cómo será nuestro propio servicio, esquivando errores que los demás ya han cometido y sabiendo posicionarnos de manera que algunos de los clientes nos escojan a nosotros.
En resumen
Tratar de adivinar si una idea funcionará es extremadamente complicado.
Sea un restaurante, una tienda online, una aplicación móvil o un servicio completamente offline, usar alguna de estas tres técnicas quizás te sirva para descubrir si tu idea va ayudar a tu negocio, sin tener que dedicar tiempo o dinero innecesariamente.
Foto @purplejavatroll distribuida con licencia Creative Commons BY 2.0.