El mentoring ha sido definido de muchas formas, aunque la mayor parte coinciden en que se trata de una estrategia que te permite aprender a partir de la experiencia de otras personas que han vivido o están viviendo experiencias similares a las tuyas. En el ámbito empresarial, se trata de un proceso de aprendizaje para las personas y las organizaciones, a través del cual una persona con cierta experiencia – la mentora – guía, ayuda, promueve y da apoyo a otra, para que esta desarrolle todo su potencial, obtenga los mejores resultados profesionales y consiga los retos que se proponga.
Tradicionalmente el mentoring había consistido en designar a un ejecutivo experimentado– varón – como mentor de un discípulo – también hombre – más joven y con ganas de seguir los pasos del primero. Esta relación se basaba fundamentalmente en la química entre ellos, lo cual era altamente probable, debido a que tenían muchas cosas en común: ambición, trayectoria profesional, metas compartidas y además se desenvolvían en el mismo estatus. Así las cosas, el mentoring también ha sido una forma de desarrollar poder, tanto para el mentor como para el discípulo: el mentor se encontraba en una posición dominante y ello le permitía dirigir a su gusto un proyecto de carrera ambicioso; por su parte, el delfín gozaba del codiciado prestigio de su mentor.
No obstante, cuando las mujeres comenzaron a inundar el mercado de trabajo, no tardaron en darse cuenta de que no eran bienvenidas en estos espacios de poder y, por tanto, no siempre se podía confiar en que las eligieran como discípulas. Como muchas mujeres no podían o no querían depender de su capacidad para socializar y crear sus relaciones al viejo estilo, tuvieron que desafiar las reglas e inventar nuevas prácticas, haciendo del mentoring algo menos aleatorio, más ordenado y más próximo a sus necesidades. Es lo que se conoce como Wo-Mentoring.
“El wo-mentoring es un nuevo enfoque que tiene más que ver con el compromiso y el aprendizaje que con la química y el poder”. Cheryl Dahle, emprendedora, escritora y periodista.
Dahle describió, ya en 1998, las diversas “reglas” que se rompieron con la nueva propuesta de mentoring practicada por las mujeres. La primera de ellas tenía que ver con la costumbre de juntar a personas con intereses compartidos, basándose en que las mejores relaciones se construían gracias a las cosas en común. Mientras la vieja norma dictaba que mentores y discípulos debían tener mucho en común, la nueva establece que las mejores parejas son justamente las «disparejas«, porque son las diferencias las que hacen del mentoring una experiencia altamente enriquecedora.
“Si te juntas con alguien que es como tú, el potencial de descubrimiento está negado; debes juntarte con alguien que por su misma naturaleza represente un desafío para ti”. Gayle Holmes, presidenta de Menttium Corp, empresa especializada en programas de mentoring y liderazgo dentro de las grandes compañías.
Basar las relaciones de mentoring en las diferencias – de sector económico, de actividad, de tamaño de la empresa, de trayectoria profesional, etc. – supone aceptar que unas no son mejores que otras, sino que unas enriquecen a las otras. A su vez, ello supone romper otra de las viejas normas no escritas: es el discípulo el que aprende y el mentor el que enseña. Por mi experiencia, las mentoras también sacan grandes aprendizajes de hacer ese papel; no he conocido aún a ninguna mentora a quien no le haya aportado nada el mentoring, más bien al contrario: todas ellas se muestran impresionadas de lo mucho que han aprendido desempeñando ese papel.
Otra regla que las mujeres rompieron fue aquella de que los mentores tenían que tener más edad, un puesto más alto, una trayectoria empresarial más larga o un negocio mayor. Las mujeres han demostrado que una buena mentora es cualquier persona de la que se puede aprender. Además, la fórmula más habitual de generar procesos de mentoring ha consistido siempre en el vis-à-vis; pero ¿quien dijo que no era posible guiar, enseñar en grupo? El mentoring funciona mucho mejor cuando puedes mezclar y combinar distintos saberes, talentos y experiencias.
“Es mejor diversificar tu cartera de mentoring […] tú eres la protagonista cuando se trata de configurar grupos de mentoring. […] Puedes tener dos o más mentoras, o puedes participar en un círculo de mentoring con hasta seis mentoras y discípulas». Tara Levine, directora de investigación en Catalyst.
Un ejemplo de ello es Digital Dames, un grupo de mentoring entre mujeres al frente de empresas de alta tecnología, que en 1996 fundó Christine Comaford, por entonces una empresaria de Silicon Valley que actualmente es, además de consultora para grandes empresas, bloguera en Forbes Leadership y bestseller en NYTimes.
Si bien la vieja escuela postulaba que el mentoring estaba dirigida sólo a la gente joven, el actual modelo de mentoring rechaza esa anticuada noción. Hoy muchas mujeres con una larga trayectoria vital, profesional y empresarial encuentran en la mentoring un espacio de acompañamiento y de aprendizaje. Esto es así porque se encuentran cómodas compartiendo abiertamente sus necesidades con otras mujeres que empatizan con ellas y que las guían, desde su experiencia, en cómo afrontar retos de negocio o de vida (que también afectan a la empresa) y que pueden presentarse a cualquier edad.
El mentoring entre empresarias es hoy una práctica extendida y promovida por distintos organismos públicos y privados. Algunos ejemplos de ello son: la European Network of Mentors for Women Entrepreneurs, que en España está coordinada por el Consejo Superior de Cámaras de Comercio a través del proyecto RECAME; el Knowledge Sharing Program de la EuropeanPWN en España, que en 2012 ya ha llegado a su sexta edición y que se desarrolla en formato de grupos de mentoring; el Programa de Mentoring de IE Business School, concebido como un instrumento de desarrollo profesional para mujeres de alto potencial; la Escuela de Mentoring, impulsada por María Luisa de Miguel, doctorada en Mentoring, consultora de empresas y experta en liderazgo; o la European Mentoring and Coaching Council, que ofrece una base de datos de profesionales con acreditación de la propia red.
El mentoring, cumpliendo con ese nuevo modelo de Wo-Mentoring y guiándose por estos principios, puede ser una muy buena experiencia para las empresarias: acelera su desarrollo personal, profesional y empresarial; capitaliza y transfiere el saber acumulado en otras personas u organizaciones; genera vínculos, relaciones y conexiones muy valiosas para su actividad económica; facilita el cambio y el tránsito entre diferentes situaciones o etapas profesionales y empresariales. El mentoring deviene así un ejercicio de solidaridad, de generosidad y camaradería profesional entre empresarias, con altos rendimientos para todas las participantes.
Foto @Gerard Fritz, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0