Un plan B para gestionar los riesgos en la empresa

La Real Academia Española define el término riesgo como la “contingencia o proximidad de un daño”. Por su parte, la Federación mundial de organismos nacionales de normalización (ISO), en su norma ISO 9001:2005, lo define como “el efecto de la incertidumbre en un resultado esperado”.

En este sentido, el efecto de algo que es incierto sobre un resultado esperado o planificado de antemano puede ser positivo o negativo, debiendo preocuparnos especialmente cuando es dañino. De este modo, si cruzo una calle por un lugar donde no hay un paso peatonal, me expongo a ser atropellado por un vehículo. Riesgo que se ve incrementado si mis condiciones físicas no me permiten cruzar de forma rápida, si el nivel de visibilidad es bajo porque es de noche, o si el volumen de tráfico de la calle es muy elevado. Si avanzo un poco más por la calle hasta encontrar un paso peatonal por el que cruzar, estoy reduciendo el riesgo de que el efecto negativo (sufrir un atropello) se produzca.

Cuando se inicia un negocio y se trata de cumplir con el plan de negocio previsto, el emprendedor se encuentra con que no logra los objetivos de facturación que había planificado, los clientes no le responden como él creía, tarda demasiado tiempo en cobrar sus facturas, o un proveedor clave falla en el suministro de la mercancía que necesita para fabricar su producto. A estas circunstancias se añaden otras más difíciles de controlar como un posible cambio legislativo que influya negativamente en la actividad de la empresa, o un aumento importante de la competencia en el sector. Son hechos nada inusuales para alguien que tenga cierta experiencia emprendedora, y que deberían preverse de antemano.

Como decía Federico II, rey de Prusia, “la derrota es aceptable, pero no la sorpresa”. Realmente de lo que estoy hablando es de tener un plan B, tan importante en la vida como en los negocios, en el que se trate, sobre todo, de minorar los efectos negativos de los riesgos que podamos encontrar.

De este modo, los empresarios, y especialmente los que inician un negocio, deben ser capaces de identificar y valorar los riesgos que pueden llegar a afectarles, arbitrando planes de respuesta o tratamiento de los mismos cuando puedan tener un efecto negativo. Para ello ha de tenerse en cuenta la incertidumbre que existirá en cuanto a que el riesgo se materialice en una pérdida real, a cuál será su cuantía final, y cuál será el momento concreto en el que se produzca.

Riesgos operacionales y no operacionales

En el análisis de los riesgos desde una perspectiva empresarial interna, se puede diferenciar entre riesgos operacionales relacionados con el ciclo de explotación y que tienen su reflejo en el apartado de explotación de la cuenta de pérdidas y ganancias, como el mencionado caso de falta de suministro de una materia prima; y no operacionales, derivados de las operaciones de financiación que necesita la empresa para llevar a cabo su actividad, y de situaciones excepcionales que pueden producirse, tales como la imposición de una sanción por parte de un organismo público o el incendio de las instalaciones de la empresa.

Identificación, valoración y plan de contingencia

La gestión de riesgos debe procurar identificar, valorar (teniendo en cuenta la probabilidad de ocurrencia y el impacto sobre la actividad) y planificar la respuesta a los riesgos detectados. Un ejemplo de este proceso podría ser el siguiente:

Riesgo identificado

Valoración del riesgo

Plan de contingencia

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