Entiendo que los tiempos cambian, pero mi filiación al periodismo me lleva a desconfiar de esos bloggers que tratan de convertirse en protagonistas de todos sus comentarios, venga o no venga a cuento. Quiero creer que afectado por esta inclemente canícula de agosto me veo hoy en la necesidad de renunciar a estos principios desde el mismo titular: «Trabajo en casa y aún no me he vuelto loco».
En la esperanza de no ceder a mayores debilidades: ahí queda dicho. Y he de confesarles cierto alivio (¿o quizá los niños han bajado su nivel de griterío?).
No hay duda de que el fomento del autoempleo, tanto el vocacional como el impuesto, y las nuevas tecnologías hacen que cada vez sean más los que resuelven su jornada desde casa. Un sueño acariciado por muchos que cuando se consigue parece querer tomar venganza.
Ese ideal de gestión del tiempo propio defendido desde tan sesudos estudios, más aún, de conciliación entre vida profesional y personal, parece entonces inalcanzable, al menos a la espera de que alguno de esos reputados gurús de la gestión del tiempo ofrezcan días a 36 horas. E insisto, hablo de aquellos que realizan su trabajo desde casa, no de los afortunados teletrabajadores cuyas empresas apuestan por ese revolucionario concepto de la oficina en casa.
El análisis estadístico ha sido misión imposible. No he conseguido dar con ninguna medición oficial sobre el colectivo, si bien se calcula que la población de teletrabajadores es del 8%, muy por debajo de países como Estados Unidos donde se cifra en el 15% (Comisión Nacional de la Racionalización de Horarios). Los que estén interesados en conocer a fondo esa situación pueden bucear en El libro blanco del Teletrabajo en España, un sesudo informe presentado el año pasado por la Fundación MasFamilia.
Una situación muy diferente de los que están obligados a atender tanto las labores comerciales como la preparación de propuestas que conlleva todo autoempleo; a resolver el trabajo y a tejer una red solidaria de colaboradores que aporte valor a la oferta; a cuidar de su reciclaje profesional y a resolver los encargos de última hora. «Tengo tantas cosas que hacer que casi no puedo hacer nada», el grito de auxilio lo leí hace unos días en un tweet, y en buena medida sirve de inspiración a esta entrada.
En la red circulan muchas páginas con consejos sobre cómo afrontar con éxito esta situación, con los que -la verdad- no me identifico. Así que me he animado a confeccionar un decálogo propio sin ningún ánimo de concluyente: os animo a que me ayudéis a completarlo:
- Construye nuevas rutinas. Acostumbrados a trabajar durante años por cuenta ajena, son muchos los que tratan de reproducir los hábitos de la oficina sin asumir que trabajar en casa es una situación distinta. Por ejemplo, es más productivo establecer un horario de trabajo acorde con la carga real de trabajo, que sentarse diez horas a diario en el ordenador.
- Un 50% de disciplina y un 50% de flexibilidad. Trabajar en casa implica una voluntad férrea para organizarse. Por lo menos, se debe trabajar con listados de objetivos diarios, semanales y mensuales. Por supuesto, todos ellos enfocados a la meta anual. Pero su aplicación debe ser flexible: la planificación puede cambiar tras descolgar el teléfono. La velocidad de respuesta es uno de los valores que los clientes reconocen al trabajador independiente, por lo que hay que ser capaz de cumplir con esas expectativas acomodando en un nuevo calendario las demás tareas.
- Si te va a llevar cinco minutos, resuelve. En el día a día hay muchas gestiones que se pueden solucionar en pocos minutos, arrastrarlas de un día a otro en la agenda genera estrés, da mala imagen y lo que es más importante: a la postre lleva más tiempo. Soy un convencido de que la máxima de «que lo urgente no te impida hacer lo importante» debe convivir con ser resolutivo.
- No olvides la labor comercial. Las demandas de tus clientes son capaces de devorar toda tu jornada, lo que en muchas ocasiones no está justificado ni por la complejidad del trabajo ni por la compensación económica que vas a recibir. Hay que aprender a mantenerlos a cierta distancia y a que convoquen solo las reuniones necesarias. Ganar ese tiempo es vital para que ninguna semana dejes de cumplir con el objetivo comercial que debe figurar en tu lista de tareas, aunque sean un par de llamadas, no dejes de hacerlas
- Gestión del no. En la era del networking es habitual recibir muchas propuestas de colaboración inconsistentes. A esta situación se suma que algunos entiendan tu situación de trabajador en casa como una debilidad, lo que les lleva a formular propuestas descabelladas carentes de cualquier valor para ti. Cuanto antes digas no, más ganarás.
- No te aísles. En contraposición, trabajar en casa no es sinónimo de trabajar solo. Mantén viva tu red de contactos y amplíala en la medida de tus posibilidades, teniendo muy presentes aquellos que con su trabajo pueden completar el tuyo. Establecer una o dos reuniones de este tipo por semana es una buena idea, además te servirá para compartir experiencias y despejarte.
- Delimita tu zona de trabajo. Creo que cada uno debe organizarse según sus criterios, pero me parece fundamental establecer una zona fija de trabajo. Y algo imprescindible cuando el trabajador en casa convive con la familia, todos deben aprender que cuando estás ahí sentado no te pueden molestar.
- La tecnología, tu mejor ayuda. Y no hablo del móvil e Internet, que por supuesto. Infórmate, identifica e incorpora las nuevas herramientas a tus tareas para resolverlas con mayor eficacia.
- Construye tu marca propia. Trabajar duro y bien es fundamental, pero ese esfuerzo debe ser percibido por tus clientes y el mercado. Identifica a los líderes de opinión y establece lazos de colaboración con ellos, escribe un blog, posiciona tu nombre (tu marca) en Internet y las redes sociales. En definitiva, actúa con estrategia para construir tu reputación, se va a convertir en el mejor activo.
- Cuida a la familia, amigos y a ti mismo. Uno de los problemas más habituales para este trabajador es su aislamiento y no saber poner fin a la jornada de trabajo, lo que desde luego no ayuda a su salud mental. Encontrar tiempo para todos es otra de las obligaciones, especialmente para uno mismo: sigue disfrutando del cine con tus hijos, una cerveza con los amigos y practica algún deporte.
Imagen @striatic distribuida con licencia Creative Commons BY 2.0.