Tener miedo al fracaso es útil, hasta que deja de serlo

Somos muchos los que convivimos con este sentimiento que en ocasiones nos paraliza y en otras nos alerta. Hacía tiempo que buscaba respuestas sobre cómo controlar el miedo al fracaso, un sentimiento útil en la supervivencia pero limitante en la vida, cuya pérdida de control en la esfera profesional tantos estragos causa.

Esta búsqueda me ha conducido hasta este «ingeniero de la conducta humana». Así es como Xavier Pirla se define, tratando de fusionar una singular dualidad entre su formación como ingeniero civil y su pasión por la programación neurolingüística (PNL), que hoy canaliza a través de la dirección de Talent Institut y la autoría de libros, entre ellos, El arte de conseguir lo imposible (Planeta, 2012).

«Tener miedo al fracaso es útil, hasta que deja de serlo». Esta es una de las primeras reflexiones con las que Pirla responde al asedio de preguntas, casi compulsivo. Hay mucho que escuchar:

No debe preocuparnos tanto tener miedo como su capacidad para no dejarnos ser funcionales.

 

¿Tengo un problema? Los escenarios de riesgo

Asumido que debemos aprender a convivir con ese «miedo protector», la pregunta es obvia: ¿cómo saber que se escapa de control?

Continuamos buscando respuestas desde las enseñanzas de la PNL, una herramienta que trata responder al modo en que pensamos, cómo este pensamiento afecta a nuestras emociones, y cómo estas emociones y lo que pensamos nos acerca o nos aleja de nuestros objetivos. Pirla describe tres escenarios de riesgo:

Y nos detenemos aquí para prestar atención a otra importante consideración de Pirla. «El diálogo interior es una de las formas de pensamiento. De este modo, nuestro cerebro trata de controlar las situaciones, pero cuando aborda problemáticas futuras como las del miedo al fracaso, en las que las decisiones no tienen una consecuencia inmediata en el presente, utiliza estos instrumentos que le ayudan a imaginar el futuro». De ahí que estos pensamientos en los que imaginamos un escenario venidero -en ocasiones con machacona insistencia- respondan a una necesidad de la persona de controlar su futuro.

 

¿Cómo gestionar un sentimiento paralizante?

Cuando pensamos que el miedo al fracaso nos desborda, Pirla nos ofrece un procedimiento de actuación que ayude a devolverlo a su caudal natural:

1. ¿Mi miedo está justificado? Es racional o irracional. Sabemos que tenemos miedo, pero debemos discernir de qué tipo. Será racional «cuando la lógica nos indica que hay claras evidencias de que eso puede pasar tal como lo imagino». Para saberlo debemos realizarnos preguntas de pensamiento crítico: ¿cómo puedo estar seguro de que esto va a suceder?

Pero puede que ese escenario futuro del miedo responda más a un componente irracional, marcado por el sistema límbico del cerebro, donde residen las emociones y las experiencias. Tanto las propias como las recibidas o alquiladas, esas que sufrieron otros pero que nos han impactado. En el emprendedor es inevitable recordar cómo alguien querido se arruinó por un negocio mal gestionado: «No debemos vivir en ese miedo sin saber de qué escenario viene».

2. Sé justo contigo mismo. El miedo surge siempre ante una posible pérdida, de algo material o no, incluso por el descubrimiento de que no somos tan válidos como pensábamos.  «Pero si aceptamos como natural imaginar un escenario negativo, debemos hacer lo mismo con otros más positivos». Generar estas recreaciones igualmente creíbles nos servirá de ayuda.

El segundo punto es trabajar en el plan B. Se trata de no quedarnos en esa imagen de fracaso que nos paraliza, avanzar en nuestro pensamiento para ver cómo resolveríamos esa posible situación: «Tras un fracaso siempre hay oportunidades, y buscarlas nos ayuda a aplacar ese desánimo, porque su resolución nos llevará a un nuevo escenario».

3. Neutralizar nuestro instinto. Pirla habla de munición para el cerebro, «debemos obligarnos a pensar en situaciones en las que las cosas salieron bien, un ejercicio para poner nuestro cerebro a favor y no en contra». El miedo al fracaso surge en muchas ocasiones de experiencias negativas o que nosotros catalogamos como tales por una percepción sesgada de la realidad, por eso es tan difícil neutralizar ese sentimiento desde la razón, no tanto desde la experiencia: debemos evocar situaciones pasadas similares que culminaron con éxito o que, finalmente, se recondujeron.

4. Práctica continuada. «En la misma medida en que la ansiedad del miedo al fracaso es constante, deberemos cultivar estas habilidades», explica Pirla: «Debemos trabajar los bíceps del optimismo».  Es algo que de manera instintiva hacen las personas de éxito, advierte nuestro PNL, «que tienen en común una gran capacidad para imaginarse constantemente en diferentes escenarios». Para el resto de los mortales, no queda más remedio que trabajar día a día, tanto cuando nos descubramos encorsetados por uno de esos pensamientos como de forma preventiva en el día a día, para tener muy ejercitadas las herramientas de defensa.

El objetivo tampoco es cultivar un pensamiento optimista, porque sea el mejor, por cierto, un concepto hoy muy de moda. «Está muy bien, entre otras razones porque genera dopamina, pero hay personas a las que ese escenario negativo les ayuda a pensar mejor». Ser optimista es importante, pero cada uno debe respetar su inclinación natural y aprender a convivir con ella. En algunas personas es el exceso de autoconfianza lo que les genera problemas, por ejemplo, emprendedores que se niegan a validar su propuesta de negocio con un buen estudio de viabilidad, invirtiendo finalmente en tan solo una corazonada.

Quizá, como en tantas otras cosas, la virtud está en el medio.

 

Foto: Hada del lago

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