Pagar una compra, firmar un documento o abrir una cuenta bancaria son actividades que forman parte de nuestra vida cotidiana.
Hasta el momento, estas acciones han estado amparadas por dos estándares basados en lo que los usuarios memorizábamos (contraseñas y PIN – Números de Identificación Personal) o lo que teníamos tarjetas de coordenadas, en el caso de las entidades financieras. Todo personal e intransferible; todo en aras de mantener la seguridad en nuestros datos.
Pero la transformación digital también ha llegado a este campo y nos encontramos ante una nueva revolución: la tecnología biométrica.
En nuestro caso, es el Reglamento de Protección de Datos de la Unión Europea quien regula el marco de los datos biométricos. El texto normativo señala que son características físicas, fisiológicas o conductuales, quedando excluidas las referidas al origen étnico o racial, entre otras.
Es imprescindible apuntar que el proceso de identificación debe establecer una serie de indicadores que permitan verificar (sinónimo de autenticar), y confirmar o desmentir la identidad del usuario. Y para garantizar la seguridad, la normativa también señala que tiene que existir un consentimiento demostrado por parte del usuario.
Reconocimiento biométrico con características físicas
En cuanto a las características físicas, podemos encontrar huellas dactilares, ADN, geometría de la mano, iris, retina, cara, etc.
En este contexto, algunas empresas han empleado, históricamente, este tipo de mecanismos dentro de su política de seguridad interna para garantizar el acceso a instalaciones, sobre todo la huella dactilar y la retina para sistemas de alta seguridad, aunque el espectro de uso se está abriendo a multitud de aplicaciones. Por ejemplo, un ecommerce que compite a nivel mundial ha desarrollado una tecnología que permite a sus usuarios pagar las compras que realicen a través de un selfie.
Los usuarios de aplicaciones móviles emplean ya la huella dactilar para acceder a sus cuentas personales; incluso, recientemente, dos entidades financieras han obtenido la autorización para que sus clientes puedan abrir cuentas bancarias a través de videoconferencia.
Siguiente parada en la tecnología biométrica: el ADN.
Reconocimiento biométrico con características conductuales
En la parte conductual podemos distinguir el ritmo de escritura, la firma, el pulso, determinados gestos o la voz, entre otros.
Si la firma digital es un método asimilado ya por muchas empresas y usuarios, en la actualidad, los estándares tecnológicos están centrados en el reconocimiento de voz (apoyados en inteligencia artificial) a través de nuestros dispositivos móviles.
En esta misma línea, algunas empresas están enfocando este tipo de tecnologías en el ámbito doméstico, en el software de nuestros coches y en nuestras transacciones económicas habituales. Su uso pasa, por tanto, del ámbito empresarial al ámbito personal.
Si pensamos a unos años vista, sabemos que una empresa ha desarrollado una tecnología para que podamos realizar transacciones a través de nuestro pulso, e incluso, a través de nuestro torrente sanguíneo.
Retos que plantea la tecnología biométrica
La expectativa generada por la biometría nos invita a centrar estos retos en tres puntos clave.
El primero tiene que ver con la propia tecnología y los estándares que se impondrán en el mercado. El carácter transversal de este tipo de tecnología permite que las innovaciones puedan ser aplicadas a múltiples sectores, desde el ecommerce a las finanzas.
Adicionalmente, el Internet de las Cosas y la conexión múltiple y masiva de dispositivos supondrán un reto para la determinación de los estándares en el mercado.
La multitud de actividades a las que podemos aplicar tecnologías biométricas y los numerosos dispositivos hacen que la batalla por el estándar dominante esté aún en su fase inicial.
El segundo tiene que ver, de forma paralela, con los usuarios y el grado de adopción de dichas tecnologías. La clave estará en comprobar cuál de ellas adoptaremos mayoritariamente y en cuál depositaremos nuestra confianza.
Aunque los jóvenes sean más proclives a adoptar algunas de estas innovaciones, conforman solo una parte del mercado. Si actualmente los usuarios buscamos facilidad en el acceso y en el uso de cualquier tecnología, las empresas deben tenerlo en cuenta también en este terreno.
El tercero tiene que ver con la seguridad. Muchas aplicaciones tienen ya un proceso de doble autenticación (numérico y/o biométrico). Evitar fugas de datos biométricos de los usuarios debe ser una prioridad para cualquier compañía, ya que su reputación va en ello.
En conclusión, estamos ante un sector en plena transformación, en el que empresas y startups están focalizando sus esfuerzos innovadores en aras de proporcionar a los usuarios nuevos métodos de identificación y autenticación. Atrás quedaron ya las contraseñas de ocho dígitos.
Foto: geralt