Contar con financiación bancaria es hoy imprescindible para hacer realidad los planes de expansión y modernización de la pequeña y mediana empresa. Por más que a algunos nos haya costado asumirlo, los recursos propios son escasos para acometer estas inversiones estratégicas destinadas a ganar competitividad, mejorar los procesos o asentarse en nuevos mercados. Y dicho esto, mi yo más conservador siempre me lleva a pensar que la financiación bancaria en la microempresa debe ser muy medida.
Hace muy poco conocimos el impacto que sobre la economía del país tiene el ‘corte del grifo’ crediticio a las empresas, son años que todos queremos relegar al olvido. Ahora que el crédito vuelve a fluir, esperemos que con lección aprendida por todas las partes, parece oportuno abordar el tema de la refinanciación de la pyme.
Cuándo refinanciar la deuda bancaria
La respuesta parece obvia, «cuando no se puede pagar». Pero llegar a ese momento sería una equivocación, hasta donde sé, muy recurrente en la pyme española. Para no alcanzar esa situación, las empresas deben tener sus propios controles financieros capaces de avisar con antelación cuándo el pago de los compromisos crediticios adquiridos se va a convertir en un lastre que canibaliza todo el efectivo generado. Por tanto, el momento para plantearse una refinanciación es cuando los números predicen un desequilibrio entre los ingresos, los gastos fijos y la deuda, ahí hay que empezar a trabajar en soluciones, porque en ese momento el margen de acción va a ser mayor, y las medidas menos dolorosas.
Otros expertos explican que por lo menos cada tres años se debería refinanciar la deuda para equilibrarla con las finanzas de la empresa y la coyuntura del mercado inmobiliario, no ajeno a movimientos en las políticas de tipos de interés, fusiones, etc. Por tanto, quizá sea mejor tomar en consideración esta sana prevención que esperar a que las ventas bajen y la bola de nieve empiece a rodar.
Tres procesos muy diferentes
Conviene distinguir entre tres situaciones, que teniendo en común la necesidad de refinanciar deuda financiera, ofrecen escenarios empresariales bien distintos. Empezamos por el más doloroso:
1. Refinanciación forzosa
Hay un reiterado incumplimiento de los vencimientos de deuda, no se cubren las obligaciones con los proveedores ni empleados. Como hemos explicado, la inacción nos ha llevado a este escenario dramático que de prolongarse durante tres meses nos aboca por Ley al concurso de acreedores. Sin necesidad de agotar este plazo, la refinanciación va a convertirse en una entelequia, estamos en un callejón sin salida y la banca va a poder hacer poco o nada para solucionarlo. Incluso en este escenario, muchos empresarios se obcecan en sentarse a negociar con el pool bancario, proveedores y empleados, pero las medidas que se van a tomar, o bien van a encubrir una liquidación o bien un aplazamiento por unos meses de la decisión final.
2. Refinanciación necesaria
El escenario económico de la empresa ha cambiado y las predicciones no se ajustan a la realidad. En consecuencia, los compromisos de deuda cada vez pesan más en el balance, consumiendo recursos necesarios para atender otras áreas vitales de gestión. Es necesario tomar medidas internas y sentarse a negociar con la banca diseñando un plan de pago que probablemente incluirá aplazamientos, alargamientos en los pagos e incluso quitas en situaciones más acuciantes. Es un escenario donde la banca sí va a ser receptiva y además se va a contar con tiempo para poner en marcha otras medidas encaminadas a generar cash flow, recortar gastos en todos los procesos, ajustar los recursos a la carga real de trabajo y, cómo no, a buscar nuevas garantías bancarias.
3. Refinanciación preventiva
Es un escenario en el que se mueven las empresas que leen bien las claves del mercado. Ante un previsible cambio de coyuntura quieren seguir gestionando la empresa con comodidad y se sientan a negociar con la banca para ajustar sus compromisos al nuevo escenario.
Observaciones prácticas
- Nunca intentes abordar este proceso sin el apoyo de un experto: es lo suficientemente complejo e importante como para asumir el coste de un buen despacho profesional especializado en esta área, con conocimiento sobre auditoría, gestión de empresa, fiscalidad y legal. En esta ocasión el abogado y gestoría de cabecera de la empresa serán de utilidad como una segunda opinión de confianza.
- Confía en el equipo que has contratado: tu papel durante la negociación con el banco o con el pool de las diferentes entidades acreedoras se va a limitar a aportar credibilidad sobre los planes de viabilidad del negocio, dejando la negociación más técnica en manos de los expertos financieros.
- Cada banco tiene su propio modelo de negociación, y solo los expertos con experiencia pueden anticipar el escenario que te vas a encontrar cuando te sientes a negociar.
- Nunca negocies sin haber hecho la tarea: antes de reunirte con la banca, debes preparar tu argumentario, que deberá estar rubricado por hechos: una verdadera reestructuración operativa de tu empresa, un estudio económico, plan de viabilidad y de pagos. Pese a ello, la banca te pedirá esfuerzos suplementarios, pero si tu propuesta es de calidad y realista es muy probable que la negociación discurra por cauces razonables.
- Haz un buen reparto de deuda: diluir el riesgo en un número mayor de bancos es de gran utilidad a la hora de renegociar. Es una consideración previa a la negociación, pero se recomienda que ninguna entidad tenga más del 25% de la deuda.
- Ten paciencia: un proceso de este tipo puede prolongarse durante varios meses, para una pyme es habitual de cuatro a siete, con reuniones muy distanciadas en el tiempo.
Y hasta aquí alguna de las claves de un tema complejo donde los haya, teniendo en cuenta que cada refinanciación es un traje a medida para el que las generalidades solo pueden ser orientativas. Lo importante es entender que desde la firma del crédito, una espada de Damocles pende sobre la cabeza de la empresa, cuidar de su sujeción es la mejor manera para aprender a convivir con ella.
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