A menudo me encuentro con alumnos que, un poco angustiados, me comentan que no saben qué publicar en sus perfiles de redes sociales y me piden consejo sobre cómo hacerlo. Siempre les doy la misma respuesta, empiezo haciéndoles cuatro preguntas: “¿A qué te dedicas?, ¿tienes conocimientos de lo que haces?, ¿cuánto tiempo hace que te dedicas a ello?, ¿tienes experiencia?”. Me empiezan a hablar y les escucho. Cuando acaban, después de guardar silencio durante un par de segundos para captar su plena atención, les digo: “¡Bien! pues ya lo tienes. Solo falta que generes el contenido y lo compartas”.
Nos dediquemos a lo que nos dediquemos, todos, absolutamente todos, tenemos más o menos conocimientos, dependiendo de nuestra actitud, y todos tenemos experiencia, que no es fruto de los años, sino de las repeticiones que cada uno de nosotros haya realizado. Sin embargo, a la mayoría de nosotros nos falta trasladar de algún modo nuestro bagaje formativo y experiencial para que sea compartido.
Dicen los expertos en contenido digital que hay dos puntos importantes en este debate, el primero es el no saber qué decir y el segundo el miedo a hacerlo. El no saber qué decir lo solucionamos mediante la reflexión sobre las respuestas a las preguntas que nos hemos planteado anteriormente, el miedo a decir lo superamos trabajando la confianza en uno mismo.
De la misma manera que los sueños -que cualquier persona de este mundo tiene- generan deseos, los conocimientos y la experiencia profesional forman el sustrato que necesitamos para la creación de contenido. Lo relevante no es ser o no un experto en algún ámbito profesional concreto, lo importante es ser un especialista en ese mismo ámbito, lo cual está al alcance de todos nosotros. Así pues, todos podemos generar contenido digital para comunicarlo.
Una vez hemos convenido que tenemos de qué hablar, sólo necesitamos resolver la cuestión relativa al miedo a compartirlo. Partimos de la base de que hablaremos de lo que ya sabemos, recordemos el dicho: si hablas de lo que sabes, los demás se dan cuenta de que sabes de lo que hablas.
Mi madre me enseñó, hace aproximadamente 30 años, que es dando sin esperar nada a cambio cuando se recibe. Esta forma de vivir la apliqué cuando llegaron las redes sociales, di contenido a las redes sociales sin esperar nada a cambio y el resultado fue que recibí seguidores, fans, amigos, contactos, oportunidades de hacer negocios y establecer relaciones profesionales con otras personas, etc. Siempre he pensado que nos siguen en la medida en que somos necesitados. Si no nos interesa el contenido que genera alguien, dejamos de seguirle (lo hemos hecho todos, claro está).
Nuestra forma de pensar nos hace ser de una determinada manera y, a su vez, nuestra forma de ser conforma nuestro sistema de creencias, que condiciona nuestro pensamiento y provoca que tomemos un tipo u otro de decisiones cuando la vida nos interpela. Estas decisiones necesitan unas acciones para coger forma, ¿verdad? Por eso pienso que nuestra forma de pensar es una pieza clave para compartir en las redes sociales.
Por otro lado, para perder el miedo a decir y comentar en redes sociales, es muy importante estar emocionalmente bien. A veces, cuando vas a escribir un “impacto” en alguna red social, tienes la cabeza en otro lado, no estás centrado o, quizás, estás preocupado por algo y esto merma tu seguridad para expresar tus ideas y hacerlo con claridad.
Os explicaré un caso vivido en carne propia que me servirá para ilustrar lo expuesto. Seguro que también os ha pasado alguna vez. El otro día me levanté contento y feliz, como la mayor parte de los días del año si no estoy enfermo, salí de casa y me marché a la ciudad para participar en unas reuniones de trabajo. Iba con ganas e ilusión, me sentía perfectamente. Mientras regresaba en moto a mi despacho, me vinieron a la mente una serie de “impactos” en formato tweets geniales. Y, como que no podía detenerme ni a lanzarlos ni a apuntarlos, intenté recordarlos. Cuando entré en la oficina, me encontré con una persona cuya actitud y comportamiento influyeron en mi estado de ánimo hasta el punto de cambiarlo, de repente me percaté de que era incapaz de recordar y lanzar ese contenido. Podemos bloquearnos debido a la interacción con las personas de nuestro entorno.
Cambió mi estado anímico y, en consecuencia, mis pensamientos y sentimientos, y eso provocó que no fluyera el contenido. A pesar de todo, es mejor así, que lanzar un mensaje sin “estudiar” las palabras que diremos a nuestra comunidad.
Las palabras escritas también hablan
El mensaje se impregna del estado de ánimo del emisor e influye en la generación de un buen texto, una cuidada redacción y el uso de las palabras clave idóneas de ese contenido. Sin embargo, no es menos cierto que el estado de ánimo del receptor también influye en la interpretación del mensaje, lo lee a su manera en función de cómo se siente en ese preciso momento. Seguro que habéis recibido algún mensaje de texto de Whatsapp de alguna persona amiga y, simplemente, con leer las cuatro primeras palabras llegáis a una conclusión certera de cómo se encuentra emocionalmente; sabéis si está enfadada, contenta, indignada, etc.
Para perder el miedo a hablar es importante sentirse bien y estar seguros de lo que decimos, si no es así, el contenido compartido está apagado y transmite un estado de pesimismo o de enfado o de cualquier otro sentimiento negativo.
Recordemos que tenemos que pensar, sentir, creer, decidir y, a la postre, realizar una acción. No soy nadie para dar consejos, pero puedo recomendar, por experiencia, que observemos cómo estamos antes de hablar y, si nos sentimos enfadados, angustiados o deprimidos, lo mejor es no decir nada, porque se notará en las palabras que lancemos.
Puesto que como emisores somos responsables del mensaje emitido y ya que existe un factor incontrolable que tiene que ver con el estado del receptor, por lo menos, asumamos esa responsabilidad y cuidemos el contenido de lo que decidimos compartir. Cuidémoslo como lo hacemos con nuestra imagen, forma parte de ella.
En el mundo offline, percibimos el estado de ánimo en las palabras que se utilizan, los silencios, el tono de voz, el rostro (dicen que es el espejo del alma) y, tal vez, en ese lenguaje no verbal que podemos observar de las personas con las que interactuamos.
En el mundo digital, se nota en las palabras que lanzamos a nuestra comunidad. El gran reto del contenido en Internet es conseguir elaborar y “hacer emocional” nuestro contenido y lograr que genere una interacción en formato comentario. Si te sientes bien, no tengas miedo a comentar y a compartir con tu comunidad tus conocimientos y tus experiencias. Tu comunidad te lo agradecerá, porque es un acto de generosidad para con ella y te aseguro que, con la práctica, disfrutarás haciéndolo.
Si tienes algo que contar (que ya hemos visto que sí), que sientas que es motivo de tweet, ¡compártelo! Y si lo deseas, te presto encantado el hashtag #EsMotivoDeTweet que me acompaña desde hace años para este tipo de contenido.