En la era de las redes sociales, los “cibercontactos”, las relaciones comerciales a distancia y la divulgación mediática a través de Internet, resulta sorprendente que no siempre veamos que un cliente 2.0 sigue siendo un cliente, ni cómo una relación construida en un mundo virtual es exactamente igual que las que tenemos en nuestra vida terrenal.
Cuando estás abriendo un negocio y tienes ganas de triunfar en la vida, sales a la calle, organizas todo tipo de eventos que consigan atraer cuantos más clientes mejor, y si te pones en serio con ello y eres Trending Topic en este tipo de cuestiones, consigues un seguimiento y cobertura del evento muy superior al que a veces esperas. Como en la vida misma… ¿O es que no se te ha llenado nunca la casa de gente que entraba de forma incontrolada por la puerta sin que tú los hubieras invitado?
Pues con las redes sociales no es muy diferente: un día te convencen para darte de alta en Facebook, comienzan a aparecer solicitudes de amistad que no sabes muy bien cómo llegan, hasta que acabas comprendiendo que, buscando amigos de amigos y atendiendo a las sugerencias que la aplicación te lanza, puedes reencontrarte con amistades de la más tierna infancia. Te pones al día de sus vidas, “conoces” a sus hijos y mascotas y casi participas en los viajes que hacen en vacaciones, hasta el punto que parece que nunca os habéis separado.
Luego, otro día estas en una cena con amigos de carne y hueso, y resulta que eres la única en esa cena ¡que no tiene Twitter! Y te sorprende que la mitad de los que allí lo tienen, no sabes para qué lo utilizan, porque jamás han “publicado” algo que aportara valor a quien lo leía… Pero tú vas y te unes. Abres una cuenta sobre la marcha, pones una foto de perfil y a duras penas recuerdas la contraseña la siguiente vez que vuelves a entrar, año y medio después, que es cuando decides usar tu Twitter con fines más profesionales y vas descubriendo cosas interesantes: las relaciones con tus clientes y proveeedores no son como en Facebook. Aquí no es bidireccional, ni tienes que pasar el mal trago de que alguien te rechace como “amigo” cuando te has decidido a pedirle que lo sea. Aquí decides tú. A quién sigo y a quién no, si me aporta su discurso o no, o si en un momento dado deja de interesarme y decido dejar de seguirle. Tus seguidores y seguidos, son mucho más desinteresados y menos rencorosos que en otras redes sociales. Pero quizá algo más serios y las relaciones menos “estivales” y más profesionales. O al menos es lo que he deducido yo.
La guerra por conseguir más y más clientes que te sigan acaba de empezar: te “pican”, les retas, te pones objetivos en cifras e intentas alcanzarlos como sea; venga a publicar posts y venga a incluir hashtags para que lleguen a mucha más gente.
Eso es algo que tampoco funciona así en Facebook, porque es la red del “cotilleo por excelencia”: te metes en ella sólo para ver las fotos de tus amigos (a los que hace años que no ves y que a veces viven a miles de kilómetros), las de sus hijos, los vídeos de sus vacaciones esquiando estas Navidades. Cotilleo gratuito, lo que os decía. Me encantó una vez que leí en el “estado” de un amigo la siguiente frase: “Si me estás leyendo en este momento, es porque has sobrevivido a la criba que acabo de hacer de ‘amigos’ en Facebook”. Y creo que por lo que me encantó fue ¡porque lo estaba leyendo! En Twitter no importa tanto si te dejan de seguir o pierdes algún “cliente amigo”, a veces ni te enteras.
En Facebook los amigos se reproducen de forma parecida a como lo hacen en tu vida: amigos de siempre –colegio, universidad-, amigos de tus amigos, o de “quedadas” y citas que puedes programar ahí mismo e incluso contabilizar el número de invitados (lo cual tampoco te asegura que no se te llene el “chiringuito” cuando todos empiecen a venir acompañados), mientras que en Twitter, todo es más moderado y parece que te piensas un poco lo que haces antes de pulsar en “Seguir”.
Pero como todo en la vida, las relaciones comerciales en cualquier entorno (virtual o real) pueden ser o no de calidad, resultan ser buenas o malas compañías y así es como funcionan cuando te acercas a ellas. Tú decides si te quedas a su lado o si te marchas para siempre.
Así que, si mi lista de seguidores en Twitter es grande o pequeña, relevante o insignificante, de ámbito profesional o más festiva, todo depende de mí, de lo en serio que me lo tomo. ¿No será porque al final en Twitter, como en la vida misma, aquellos clientes con los que has construido relaciones que te hacen estar a gusto, compartes cosas en tu día a día, mantienes el contacto con ellos siempre que puedes, deciden seguirte también aquí? Y entonces es cuando también empiezan a entender un poco más a lo que te dedicas en tu vida personal, y puede que hasta empiecen a tomarte más en serio y no te vean sólo como la “organizadora de eventos comerciales” que siempre has sido para ellos.
Así que, trabájate las relaciones profesionales con tus clientes, igual que harías si fueran relaciones personales. Porque, en el poderoso e innovador mundo de las redes sociales, un cliente es un seguidor, un follower, una persona afín a ti y a tu forma de ser y trabajar, igual que un amigo lo es siempre, y te acompaña tanto en la vida real como en la vida digital y te “sigue” adonde quiera que vayas 😉
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