Todos los días encontramos con noticias sobre cómo un grupo de emprendedores ha fundado una startup y ha obtenido financiación para realizar las inversiones necesarias para comenzar sus proyectos.
Al final nos quedamos con el lugar común de que una startup es una pyme que se dedica a las tecnologías de la información, en especial a Internet o a las redes sociales.
Y no debería ser así, porque muchas veces nos hablan de empresas definiéndolas como prometedoras startups cuando no lo son y hay compañías que se consideran a sí mismas pymes y tienen todas las características de una startup.
Por ello, voy a intentar establecer cuáles serían las diferencias básicas entre el emprendimiento orientado a la creación de una pyme y aquel que busca constituir una startup o, por usar otro anglicismo, una IDE (Innovation Driven Enterprise o Empresa Impulsada por la Innovación).
Sin más preámbulos:
Focos distintos
Por lo general, una pyme se centra en servir al mercado local o al nacional, mientras que las startups tienen su foco en regiones geográficamente más amplias (por ejemplo, el sur de Europa) o sencillamente tienen ambiciones globales.
Además es habitual que las startups se centren en un producto más que en un servicio, justo al contrario que la mayoría de las pymes.
Un papel diferente de la innovación
A lo mejor suena un poco “radical”, pero para poner en marcha una pyme no hace falta la innovación y lo mismo sucede si quisiéramos hacerla crecer, por lo tanto, no sería una ventaja competitiva para este tipo de empresas.
Hay que aclarar aquí que una cosa es disponer en nuestra pyme de tecnologías de última generación y otra que, como sucede en las startups, la empresa se base siempre en algún tipo de innovación que no tiene por qué ser solo tecnológica, sino que puede basarse en algún proceso productivo o, mejor aún, en un modelo de negocio diferenciado.
Algunas de las startups más exitosas han sido empresas dedicadas a la biotecnología o al desarrollo de nuevos materiales, en fin, que no todas han de ser la última red social.
En todo caso, para las startups la innovación es siempre una ventaja competitiva.
Dónde crean empleo
En la pyme el empleo se genera a nivel local (basta con pensar en ejemplos como un restaurante o un taller), mientras que en una startup mucho del trabajo se puede realizar en cualquier parte, no cuesta mucho imaginar cómo una startup de una red social californiana tiene parte de sus equipos de desarrollo de software en la India.
Cómo crean empleo
Aunque ambos tipos de empresa son fundamentales para la creación de empleo en muchas economías, lo hacen de un modo completamente diferente.
Así las pymes suelen tener un único fundador y, de media en Europa, crear unos cuatro puestos de trabajo.
Las startups, por su parte, suelen crearlas “equipos” en los que los socios tienen habilidades distintas y complementarias (habrá gente con distintos perfiles técnicos y otros con habilidades financieras o comerciales). Hasta alguien como Steve Jobs tenía su Wozniak.
Por otra parte, el empleo en la pyme requiere unos perfiles muy distintos de los que nos encontraríamos en las startups y conllevan sueldos muy inferiores, algo normal si pensamos que en estas últimas se necesitan personas con un fuerte componente tecnológico o de conocimiento de modelos de negocio.
Además las startups generan mucho más empleo indirecto que la pymes. Se calcula que en los clusters de este tipo de empresas (como Silicon Valley, Colorado, Londres o Berlín) por cada empleo directo creado se generan cinco empleos adicionales en servicios auxiliares.
Las matemáticas consiguientes deberían hacer pensar a los gobernantes de países como España, al menos esa es mi modesta opinión.
Los riesgos que asumen son muy diferentes
Las startups por naturaleza tienden al “todo o nada” y su tasa de supervivencia es mucho menor que la de la pyme, lo que ya deja claro lo difícil que es triunfar con una startup.
La idea de la evolución natural de una startup es que debe crecer hasta dominar un nicho de mercado, y ser adquirida por un tercero o simplemente cerrarse.
Así que, si para los emprendedores que deciden constituir una pyme, aprender de los fracasos es importante, para los que montan una startup, es sencillamente fundamental.
El origen de la financiación
La pyme es, en muchas ocasiones, un negocio familiar con poco o ningún capital externo, todo lo contrario de lo que sucede con las startups, en las que más tarde o más temprano en su trayectoria hay un papel fundamental de inversores externos. Basta con pensar en figuras como la del capital riesgo o los business angels.
Crecen de distinta manera
La pyme suele crecer de un modo lineal, esto es, que cuando se inyecta dinero en este tipo de empresa esta responde rápidamente (en términos de ingresos, flujo de caja o empleo) de un modo positivo.
Sin embargo, las startups siempre comienzan su andadura perdiendo dinero, pero si resultan exitosas, tienen un crecimiento exponencial. Como decíamos antes, se requiere una inversión por parte de terceros y la respuesta a dicha inversión por parte de la empresa suele ser lenta en términos de ingresos, flujo de caja o empleo.
Es decir, que la pyme busca (y debe) “ganar dinero” desde un principio, mientras que las startups han de pensar en el largo plazo, ya que sus objetivos se centran en la escalabilidad y la masificación de las ventas.
Se trata, por lo tanto, de una diferencia muy importante en lo que a las expectativas de crecimiento se refiere, ya que las startups parten de un potencial de crecimiento muy grande.
Se quedan en el tintero temas como la transición de pyme a startup (que se puede dar) o los problemas de percepción de algunas Administraciones a la hora de distinguir entre unas y otras para generar apoyos específicos.
Os dejo con un dato: los egresados del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) han fundado startups cuyas ventas conjuntas les llevarían al undécimo puesto entre las economías mundiales en términos de PIB.
Imagen @ryanmilani distribuida con licencia Creative Commons BY-SA 2.0