China es el gigante, el mercado deseado por grandes y también por pequeños. La plataforma de las distribuidoras internacionales, pero también un país de oportunidades para emprendedores y pymes que aporten al mercado asiático nuevos productos y un conocimiento técnico y comercial que les permita desarrollarse y avanzar en su conquista de Occidente.
En esta necesidad de absorber nuevos conocimientos y profesionales encajan los centenares de españoles que han dado un vuelco a su vida y han instalado su negocio en alguna de las grandes ciudades: Pekín, Shanghai, Guangzhou, Cantón… El sector principal donde han encontrado nichos es el de servicios, principalmente en las ramas de consultoría, comercio internacional, ingeniería y diseño en todas sus acepciones. Uno de estos casos, y singular por su experiencia particular, es el de Polifactory, un equipo de arquitectos implantado en Shanghai y liderado por Álvaro Leonardo que, además de tener una actividad multidisciplinar en diversas ramas de la creatividad y el diseño, está reconstruyendo la historia del primer emprendedor español en Shanghai.
En experiencia internacional y especialmente en China en los últimos cuatro años, Leonardo ha aprendido tres cosas principales de la arquitectura de España y las posibilidades de las empresas y profesionales para dar el salto al exterior. La primera es que la formación en nuestro país es “demasiado buena, muy por encima de casi el resto del mundo” y somos capaces de “abordar proyectos de forma integral, asumir todas las partes sin la colaboración de otros profesionales, como ingenieros”. Este sistema de trabajo, a su juicio “propio del siglo XX”, no se aplica en el exterior.
La segunda es que pese a que con esta capacidad “podríamos ir donde quisiésemos”, no podemos hacerlo por el bajo nivel de de inglés, entendido de forma amplia. “El idioma es un handicap muy importante a la hora de trabajar y no sólo se trata de hablar inglés, sino que se fijan en que tengas un buen CV tanto en tu país como experiencia internacional, que enriquece en muchos sentidos”. Paralelamente, en este sentido, Lafuente lamenta el escaso apoyo del Gobierno español a la proyección internacional de sus emprendedores, un déficit que en Shanghai compensan creando comunidad y apoyándose mutuamente. Tratamos de hacer lobby para que en cuanto salga algún proyecto podamos asumirlo conjuntamente y apoyarnos. Se trata de ir poco a poco, paso a paso, recibir consejos de otros emprendedores que llevan más tiempo y arriesgarte tú mismo, reflexiona el joven arquitecto natural de Valencia.
En tercer lugar, la expatriación conlleva una fase de adaptación y al dar el primer paso es mejor que sea cerca, porque las diferencias culturales con países europeos son mucho menores. Además, China tiene ahora una particularidad: al choque cultural e idiomático se une la fuerte afluencia de profesionales en los últimos años. Esto hace que las empresas chinas asuman cada vez menos este periodo de adaptación y demanden personal que ya tenga experiencia en el país. “Como hay tanta gente, no tienen tiempo para esperar”.
Este aprendizaje, adquirido tras años de trabajo en el extranjero, ha sido la base para dar el salto definitivo y montar Polifactory en uno de los países más complicados del mundo para establecer una empresa. Un extranjero no puede abrir un negocio por su cuenta porque tiene un coste altísimo y mucha burocracia, mientras que la búsqueda de un socio chino puede condicionar su evolución, especialmente si se trata de una actividad creativa y cultural, como es la de Polifactory, según relata su fundador. “El diseño es un valor añadido muy importante aquí, pero no siempre todo el mundo la entiende bien”, asume Álvaro Leonardo. Por ello, han optado por depender de visados y tener una plantilla flexible en función de los proyectos en marcha.
Además, la actividad de este estudio de arquitectos tiene una singularidad muy especial y es que, desde su llegada, se han entregado a un reto muy especial: reconstruir el legado de Abelardo Lafuente (1871-1931), arquitecto madrileño y el primer emprendedor español que llegó a Shanghai hace precisamente cien años. De su obra, hasta ahora desconocida, se conservan seis inmuebles: la Sede Social del Club Judío (1917), las Oficinas y Garaje para Star Garage Co. (1918), la Mansión Rosenfeld (1921), la Sala de Baile del Hotel Astor (1923) y una mansión y un apartamentos para Antonio Ramos, otro español apelado entonces “el rey de los cines”.
Esta investigación culminó con una exposición conmemorativa en 2011 en The Bund, el paseo fluvial más internacional de Shanghai, y una conferencia en el Círculo de Bellas Artes de Madrid con la reconstrucción de los primeros mapas históricos del Shanghai español. Ahora, Álvaro Leonardo busca patrocinadores para organizar una exhibición en Madrid, con motivo de los cien años de la llegada del arquitecto madrileño a Shanghai y los 60 años del inicio de las relaciones diplomáticas entre España y China. La oportunidad es muy buena para empresas que quieran reforzar sus lazos con el mercado mandarín y una forma de crear nuevos vínculos entre dos culturas tan dispares y a la vez tan atractivas.