– Somos los más grandes
– También lo era el Titanic
Gary Hamel, What matters now, 2012
Lo mejor de ti es invisible. Como la esencia del diminuto insecto de la foto que mi amiga Isabel fotografió en mis dedos hace poco.
No encontré mayor sabiduría que aquella que reside en las pequeñas cosas. Podría formularos una a una todas las teorías del management de los últimos 100 años, pero ninguna de ellas puede rivalizar en intensidad, belleza e importancia con mi primer beso. Al lado del recuerdo imborrable del momento en el que besé a aquella chica, Peter Drucker es un principiante. Podría recitar párrafos enteros de decenas de discursos motivadores de gente que consideras importante, pero ni una sola de sus palabras puede hacerme sentir tan vivo como cada una de las siete ocasiones en las que me he enamorado.
A menudo comparo cada uno de estos momentos con el discurso de Steve Jobs en Stanford, con las gestas épicas de los grandes héroes o con todas y cada una de las cientos de películas que he visto, y me suele entrar la risa. Intento no olvidar esto para que lo que hago no pierda su sentido. Soy lo que doy y lo que doy es una consecuencia de cada mágico momento de mi vida. Lo importante no es lo que estudias o aprendes para poder vivir. Lo importante es que estás vivo, el resto es un aderezo que intenta comprenderlo. Porque no nos gusta perder el control sobre las cosas, porque necesitamos vestir la realidad para intentar luego desnudarla. Lo mismo ocurre en tu negocio. Y, aunque tal vez no puedas evitarlo porque es parte de nosotros, al menos sé consciente de ello y sácale partido.
Entender al pájaro antes que a la jaula
El clamor que existe por parte de los profesionales para demandar espacios de trabajo y desarrollo flexibles, simples y ligeros es ya demasiado evidente para obviarlo. A menudo en estrategia empresarial solemos diseñar grandes planes con objetivos aparentemente ambiciosos. Pensamos en el contenedor antes de entender el contenido. En las grandes corporaciones es frecuente realizar planes estratégicos a cuatro años, procedimientos de trabajo desalentadores o planificaciones de proyecto minuciosamente detalladas. Los márgenes de error que se manejan en todas estas herramientas suelen ser mínimos. Esta falta de adaptación al cambio natural genera a menudo frustración y una pérdida continua de valor entre los colaboradores.
La mayor parte de las empresas que han sabido sacar partido al cambio forman equipos de trabajo funcionales de no más de seis personas y reducen al mínimo el ruido que acompaña a los generadores de negocio (burocracia, trámites, procesos), de forma que su foco y su esfuerzo no se encuentra tanto en la jaula (estructura) como en hacer volar a los pájaros (personas). Te sorprenderás si dejas de diseñar una estupenda jaula perfecta y repleta de recursos y empiezas simplemente a canalizar el flujo natural de talento que hay junto a tu mesa.
Recordar el nacimiento de tu hijo o hija
La innovación tiene límites. Por mucho que cambien las cosas, los recién nacidos seguirán saliendo del mismo sitio del que han salido siempre. Esto es universal y es común a todos y cada uno de nosotros. Podremos encontrar técnicas que alivien el dolor del parto, pero no podemos negar de dónde hemos venido siempre ni tampoco lo que somos. Nadie puede escapar de sus propias emociones. La esencia, la intensidad y el olor de un recién nacido es y será siempre el mismo. Si alguna vez has tenido hijos, entenderás seguro que me refiero a esa conexión inmediata con nuestra naturaleza. Cada vez que actuamos solemos ser fieles a nuestro mundo interpretativo, a esas observaciones que realizamos a través de nuestros modelos mentales (imágenes, supuestos, prejuicios). Esto nos convierte en consumidores de la realidad y nos hace sentir seguros. Las cosas pasan a nuestro alrededor y reaccionamos buscando explicaciones tranquilizadoras para comprenderlas. Sin embargo, ante el nacimiento de tu hijo o hija recordarás cómo te sentiste protagonista de esa realidad, actor directo de ese momento allí y entonces.
Todos esos juicios fundados e infundados que solemos hacer y que nacen de nuestro inconsciente, entonces perdieron su sentido. Porque eras consciente del momento, de lo que estaba sucediendo y de que, además, aquello estaba sucediendo en gran medida gracias a ti. He comprobado en muchas ocasiones cómo nuestro comportamiento, actitud y realización en el trabajo mejoran de forma increíble cuando somos conscientes de que alumbramos y damos vida a cada momento de esa realidad diaria, cuando asumimos la responsabilidad creadora que está dentro de cada uno de nosotros, cuando dejamos de buscar explicaciones fuera y empezamos a encontrar respuestas dentro de nosotros, de nuestro equipo, de nuestro entorno. Es entonces cuando comenzamos a formular explicaciones, situaciones e ideas generativas y transformadoras que nos convierten en protagonistas y no en víctimas de nuestra realidad.
El sentido de las cosas
Detenerme y pensar es la forma más eficiente que conozco para ir tremendamente rápido. Un filósofo alemán del XIX solía decir que quien tiene un PORQUÉ para vivir puede soportar casi cualquier CÓMO. Esto, que vale para las personas, también ocurre en los negocios. Un negocio con sentido es mejor que un negocio consentido. Es muy fácil favorecer y consentir comportamientos y actitudes de negocio, lo realmente complicado es que empiecen por tener algún sentido. El cambio auténtico y realmente exitoso siempre viene de la toma de conciencia sobre nuestras decisiones, que es lo que realmente nos distingue de cualquier otro animal. En su libro El hombre en busca de sentido, Victor Frankl, psiquiatra y neurólogo superviviente a cuatro campos de concentración nazis, repite en dos ocasiones la siguiente frase:
“El hombre es el ser que siempre decide lo que es. Es el que inventó las cámaras de gas y también el que entró en ellas decidido y musitando una oración”.
Incluso cuando creemos que todo está perdido, nuestra actitud y decisión respecto al drama son generadoras de esperanza. Nadie puede arrebatarte lo que vives. Con sinceridad creo que es imposible tener una idea universal y abstracta del sentido de la vida, cuanto menos del sentido de lo que hacemos en nuestro trabajo. Ni siquiera nos hemos puesto de acuerdo sobre cómo empezó la vida, así que no trates de que todo el mundo esté de acuerdo contigo en la manera de vivirla. Aplica esto a tu negocio. Vencer no es convencer, como dijo el viejo Miguel. Antes que buscar un sentido o un marco común a todos los momentos, piensa en que cada momento encuentre su sentido. En una sesión de equipo provoqué el siguiente dialogo:
– ¿Alguien de aquí es ingeniero?
– Sí, yo.
– ¿Cuál es la energía más poderosa de la Tierra?
– La energía nuclear.
– No, tu voluntad.