El verano es un momento excelente para volver a beber de las fuentes básicas. La presión del día a día deja poco espacio a la reflexión, y esa alocada inercia va llenando de adherencias nuestro modelo de gestión con hábitos que incorporamos casi sin darnos cuenta, porque nos ayudan a simplificar procesos y decisiones, aunque no siempre mejorando los resultados. Os propongo una lectura desintoxicante para recuperar o reconducir la esencia… del trabajo y de nuestras vidas.
Y para lograrlo recuperamos un clásico, Los siete hábitos de la gente altamente efectiva (Planeta, 2015, en la última reedición que he encontrado), un libro que desde que Stephen R. Covey lo escribió en 1989, año tras año se coloca como superventas en listas de autoayuda y gestión de empresa de muchos países del mundo. Según palabras del autor, su propuesta “no es un programa de remedios rápidos, es un proceso de crecimiento personal e interpersonal, de esfuerzos continuos y mucha paciencia”.
No me interesa el barniz mesiánico que ha acompañado desde su publicación a esta obra escrita por un brillante mormón, pero me parece admirable su método de actuación, encaminado a hacernos mejores profesionales y personas (tú eliges el radio de acción). Además, los que no conozcáis la obra, comprobaréis enseguida que la sombra de Covey es alargada, muchos de sus conceptos están presentes en el discurso de los maestros de ceremonias de los congresos más actuales.
Con los únicos objetivos de despertaros la curiosidad e invitaros a la reflexión comentamos la esencia de este mensaje de autoconocimiento:
1. Principio de la visión personal: ser proactivo
El observador Covey considera que muchas personas responden a los estímulos influenciados por el contexto físico y social. Son individuos reactivos, con opiniones y actuaciones moldeables por «el qué dirán». En sus tres primeros principios el libro fomenta el autodominio como vía de independencia personal: frente a la reactividad, la proactividad; solo cuando actuamos con la convicción de una idea propia nos adueñamos de nuestro destino.
2. Principio de liderazgo personal: empezar con un fin en mente
Pero tampoco seremos dueños de nuestro destino si no sabemos hacia dónde caminamos. Covey piensa que todo se construye en dos acciones, primero en la de la idea o el deseo (la meta) y luego en la de la acción. Es como una casa, que visualizamos sobre unos planos y luego construimos, algo que experimentamos a diario en el mundo de los negocios, cuando se define el objetivo y luego se ponen los medios y la acción para alcanzarlo. Lo importante es visualizar esa meta, para utilizar ese «paradigma de vida» como marco de referencia del análisis de todas las decisiones.
3. Principio de administración personal: primero lo primero
En esta evolución hacia el hombre productivo es vital saber diferenciar la meta de la tarea. En este punto Covey nos recuerda ese tan recurrrente ‘que lo urgente no te impida hacer lo importante’, como todos sabemos más fácil de entender que de aplicar, pero su reflexión va mucho más allá: el objetivo es cultivar una voluntad independiente que nos encauce permanentemente.
4. Principio de liderazgo interpersonal: pensar en ganar-ganar
Entramos en el ámbito de las victorias públicas, como las denomina Covey, y que se contemplan del cuarto al sexto principio. Se trata de desarrollar hábitos que nos permitan liderar el equipo y relacionarnos mejor con los colaboradores, los amigos o la familia. De entre todos los que plantea es sin duda el concepto win-win el que más ha influido; si construimos una política de alianzas en la que todas las partes obtienen un beneficio estaremos generando una comunidad de aliados y no de enemigos. Además, todos los implicados se esforzarán en alcanzar el objetivo (puesto que van a recibir una recompensa).
5. Principio de comunicación empática: Primero comprender, después ser comprendido
Hablamos de comunicación efectiva, de inteligencia emocional y respeto. De nuestra capacidad para relacionarnos con los demás van a depender muchos de los logros de nuestra empresa. Para llevar a buen fin nuestras interacciones, es tan importante defender nuestro punto de vista como entender el de los demás. No solo se trata de escuchar, sino de empatizar con sus argumentos, necesidades y justificaciones. Una actitud que solo podemos alcanzar con la práctica.
6. Principio de cooperación creativa: Sinergias
Covey fue uno de los primeros autores contemporáneos en destacar el concepto de que el valor del equipo es mayor que el de la suma de sus integrantes. Se trata de asumir las ventajas del colectivo frente a la individualidad que dominó en los años 90. Pero las sinergias que pueda generar el equipo dependen de la calidad con que se gobiernan las relaciones. Aquí entran en juego los anteriores hábitos, si apostamos por relaciones equitativas y escuchamos con empatía, podremos acceder a las ventajas de la cooperación creativa, por cierto, un valor reconocido como primario en la revolución startup.
7. Principio de autorrenovación equilibrada: Afile la sierra
Y el modelo se redondea con esa idea central de renovación permanente. Si queremos que nuestra productividad mejore en el tiempo, no basta con incorporar los anteriores seis hábitos, debemos renovarnos permanentemente del mismo modo que un leñador afila periódicamente su sierra para seguir talando árboles con eficacia. Y además en sus cuatro dimensiones: la física (un cuerpo bien alimentado y ejercitado), la espiritual (arte-espiritualidad), la mente (aprender e investigar) y emocional (somos sociales).
Foto: A..Marti