En la cola del Buquebús un acento familiar. ¿Sevillano?. «¡Efectivamente!» me responde un chico que resulta ser uno de los socios de una pequeña empresa sevillana dedicada a hacer pistas de hielo artificial. Tras una ronda comercial exitosa por la región Mercosur, han decidido abrir una oficina en Montevideo. No es ni mucho menos el primer caso que encuentro por casualidad. En Montevideo, no se hacen más de 20 permisos de residencia al día. Nunca hizo falta más, pero ahora no dan abasto. La Dirección Nacional de Migración está dando hora con tres meses vista. Es el primer reflejo de un fenómeno regional que llegó a la agenda mediática el pasado junio cuando se publicó que más de 200.000 jóvenes portugueses -muchos de ellos irregularmente- se habían asentado en Brasil. Al mismo tiempo, una colonia de más de 100.000 emigrantes lusos florecía en Angola.
Los medios españoles suelen relativizar la situación asegurando que la mayoría de los que marchan de la península no nacieron en ella aunque tengan la nacionalidad. Es decir, que «en realidad vuelven, no se van». Pero las cifras son tozudas incluso para los «pata negra»: 26.000 jóvenes nacidos en territorio peninsular trasladaron legalmente su residencia en 2010. En 2011 más de 24.000 españoles han llegado a Argentina provocando en la prensa local una mezcla de orgullo nacionalista y sincera preocupación por el destino de los jóvenes españoles.
El perfil más común de «los que llegan ahora» es el de universitarios con menos de cuarenta años. Llegan con una pequeña red local de amigos producto de Internet y amistades hechas en la península con los que se fueron tras el «corralito» de 2001, algunos contactos laborales y un somero conocimiento de la cultura rioplatense. Un segmento interesante dentro de estos vienen con una PYME a cuestas en busca de oportunidades comerciales y expectativas normalmente exageradas respecto a Brasil. Representan un tipo de oferta sofisticada que muchas veces es genuinamente nueva en el mundo Mercosur, ligada a los crecientes mercados del ocio, la cultura e Internet.
Su aterrizaje, como era previsible, se parece mucho al de los «retornados del 2002» en la cotidianidad: pronto descubrirán que el mercado local, sumamente proteccionista, carece de muchos productos que para ellos son básicos, que no todo es exactamente igual que en casa y que la imagen de la crisis europea en América les deja en un rol más parecido al emigrante de los cuarenta que al inversor triunfador de los noventa.
Lo curioso es que entre «retornados» y recién llegados conforman un previsible mercado de gustos europeos muy concentrado geográficamente, muy disperso socialmente y con un poder adquisitivo que les equipara a las pujantes nuevas clases medias regionales. Carne de «delicatessen», casas históricas rehabilitadas y viajes aventura, que a los pocos meses sienten verdadero «mono» de edificios con más de 100 años, aceite de Andújar, bares de tapas y embutidos ibéricos.
¿Dónde está el negocio? En crear joint-ventures con empresas locales para, vendiendo capital conocimiento -ahora excedentario en Europa- producir lo que estos nuevos sudamericanos demandan. Un consumo sofisticado y «auténtico» en el que presumiblemente les seguirán las élites profesionales locales.
Fotografía:
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