La bolsa de las pymes coge aire, pero algunos rotos impiden un mayor volumen. En el Mercado Alternativo Bursátil (MAB) cotizan 27 empresas en crecimiento que han obtenido más de 300 millones de euros de financiación. El grifo del crédito bancario comienza a abrirse, aunque el capital sólo fluye hacia proyectos consolidados que hayan mostrado viabilidad. El MAB supone una interesante alternativa para la capitalización de las medianas compañías. España es un país de pymes, por lo que su desarrollo será crítico para la marcha de la economía y la creación de empleo.
Algunos expertos lamentan que se trate de un mercado inmaduro con carencias de control y supervisión. Y es que el escándalo de Gowex puso en tela de juicio su seguridad jurídica. Uno de los problemas a los que se enfrenta es el desconocimiento, ya que seis de cada diez empresas que pueden acceder a la bolsa de las pymes no están al corriente de su existencia. Aun así, Antonio Romero-Haupold, inversor y consejero-asesor independiente de compañías del MAB, afirma que ya tiene todos los ingredientes para consolidarse como un mercado para empresas en expansión, porque aporta los recursos financieros necesarios para crecer y cuenta con un apoyo institucional cada vez más importante. El asesor augura que este año se superarán los debuts de 2014 y se diversificarán aún más los sectores. De hecho, “ya no hablamos sólo de empresas de perfil tecnológico”. En el plazo de cinco años vaticina que podrían ser más de cien compañías las cotizadas en este mercado, y destaca que “es el mejor momento para invertir en el MAB y hacer dinero”.
José Manuel Guaita, coordinador de los grados de Administración y Dirección de Empresas (Ade) y Economía de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), resalta que los mercados no son eficientes y que muchas veces el precio de la acción obedece a la especulación, por lo que el valor de la compañía no se corresponde con sus expectativas de crecimiento. Asimismo, recuerda que la escasa transparencia de algunas empresas del MAB ha empujado a otras a solicitar su salida, dejando en evidencia el papel de los supervisores, cuyo “prestigio se ha puesto en entredicho”. En este sentido, Guaita asegura que el alto riesgo y la juventud de las compañías del MAB han derivado en volúmenes de contratación escasos, poco interés por parte de las empresas y un reducido número de inversores, que no quieren un valor ilíquido y sin revalorización. “Se ha demostrado que ciertas compañías no han gestionado correctamente la información, ni explicado eficientemente los datos financieros y su evolución. Existe un temor de los propietarios de las no cotizadas en el MAB a solicitar su entrada y perder valor por causas ajenas a la propia gestión”, apostilla.
Pese a sus flaquezas, el MAB resulta necesario para una economía moderna. Ofrece recursos para el crecimiento y la expansión a través del capital de los inversores. También constituye un escaparate que permite una gran visibilidad y es crucial a la hora de lograr contratos y notoriedad. Fuentes del MAB respaldan que estar en este mercado aporta transparencia y prestigio, lo que redunda en un refuerzo de la posición comercial y una mejora de las relaciones con proveedores, clientes y bancos.
Romero-Haupold admite que Gowex afectó a este mercado, porque era la empresa con mayor capitalización –llegó a copar casi dos tercios del total– y su colapso supuso un duro mazazo, pero señala que hoy en día la seguridad jurídica es total. Desde el MAB garantizan que seguirán tomando medidas para su correcto funcionamiento y que ya se han fortalecido los mecanismos de supervisión, tanto a través de la Ley de Financiación Empresarial –ahora en trámite- como mediante la Ley de Auditoría, que representa un mayor control por parte de la CNMV. El consejero puntualiza que en España estamos poco acostumbrados al fracaso empresarial, porque no tenemos la mentalidad que hay en Estados Unidos o Reino Unido.
Distintos tamaños y grados de desarrollo
Estos mercados en Reino Unido y Francia se crearon antes y tuvieron un progreso más significativo. Romero-Haupold recuerda que por el AIM británico han pasado más de 3.000 empresas, aunque ahora cotizan unas 1.100. “En el exterior son más prácticos y saben que el mercado alternativo es una herramienta para crecer, no un fin en sí mismo. La cotización no tiene por qué ser una decisión vitalicia”. Guaita, por su parte, expone que al MAB le ha costado arrancar. “Parecía que iba a despegar llegando a valer casi el 400% desde su salida, pero no ha terminado de desarrollarse ni por número de empresas ni por volumen contratado o cifras de negocio alcanzadas. Es un mercado que está sin desarrollar en España”.
Fuentes del MAB apuntan que el AIM cuenta con una gran experiencia, una regulación consolidada, el apoyo del Gobierno y unos asesores que llevan años dedicándose a este tipo de empresas. Pero consideran que lo más destacable es la mentalidad avanzada del inversor y empresario anglosajón. “El porcentaje de acciones en manos del público supera el 65% en la mayoría de las empresas de AIM y la capitalización total es de 76.000 millones de libras. Los pequeños inversores minoristas han llegado a representar el 54% de la base de clientes”, exponen.
Inversores minoristas y cortoplacistas
En el MAB predominan los pequeños inversores, aunque poco a poco va captando el interés de los institucionales y de otros de mayor calado, lo que constituye un síntoma de madurez. Tras el “Gowexgate” y deslices menores, “los inversores se muestran más cautos y apuestan, principalmente, por las compañías que presentan proyecciones reales y no hablan de grandilocuencias”, asevera Romero-Haupold. Guaita opina que la mayoría de los inversores del MAB son cortoplacistas y que deben estar más tranquilos que hace un año. Sin embargo, advierte que las empresas pueden quedar en manos de los avatares de la especulación y ver cómo el sistema financiero les retira su apoyo por aspectos desvinculados de la propia compañía. Las fuentes consultadas del MAB recomiendan ser conscientes del riesgo que implica invertir en empresas muy pequeñas, y defienden que, aunque a este mercado tengan acceso todo tipo de inversores, “es recomendable que sean cualificados o que dispongan de un asesoramiento profesional”.
Incentivos fiscales
Los incentivos fiscales al MAB devolverían a Hacienda tres euros por cada uno invertido. El coste se situaría entre los 3,5 y los 6,9 millones de euros anuales y la Agencia Tributaria obtendría un retorno de hasta 21 millones de euros. Romero-Haupold pone de relieve la necesidad de crear un mercado único fiscal y sugiere que las plusvalías tributen tomando como referencia el tramo estatal del IRPF. Desde el MAB sostienen que resulta imprescindible una actuación decidida de las autoridades públicas para impulsar la inversión en el capital de las pymes. “Se debería concretar en incentivos fiscales atractivos para los que inviertan”. E insisten en que esta estrategia ha dado muy buenos resultados en Gran Bretaña. “Actualmente existen deducciones por inversión en acciones de empresas del MAB en las colocaciones y ampliaciones de capital en Madrid, Cataluña, Aragón y Galicia, pero sería necesaria su extensión a nivel nacional”, sentencian.