Algunos de los que empiecen a tener canas como yo, recodarán el mítico artículo de Tim O’Reilley que supuso el origen del concepto Web 2.0, que se resumía muy bien con esta comparativa:
En aquella web 2.0 se prometía que el poder lo tendría el usuario y que sería más democrática, pero al final se ha visto que -aunque efectivamente eso fue cierto en bastantes casos, como la Wikipedia- también generó nuevos monopolios propietarios de dichas redes y sobre todo de los datos. Empresas como Facebook, Google, Uber o AirnBnB son las propietarias de los mismos y recientes casos como Cambridge Analitica nos hacen tomar conciencia de su poder. Es decir, aunque se decía que se eliminaban los intermediarios, porque las relaciones eran directas entre el consumidor y el productor (por ejemplo, en AirBnb, entre el dueño de la casa y el turista), lo que realmente ha sucedido es que ha aparecido un intermediario más eficiente que sustituye a todos los existentes y se queda con todo el pastel.
La Web 3.0
Pues bien, en estos momentos nos encontramos en una revolución similar a la que fue la web social. Ahora llega la web descentralizada, la Web 3.0, en la que sí desaparecen los intermediarios. Hablamos de redes abiertas, que comparten el valor y solo el autor es propietario de los datos, eliminando dichos monopolios y creándose nuevas formas de gobernanza, donde el resultado más conocido hasta ahora es el famoso Bitcoin, una criptomoneda sin ningún banco central que la regule. Pero no perdamos de vista que la verdadera revolución es la tecnología que lo soporta, el blockchain, que es la que permite eliminar dichos intermediarios en cualquier proceso.
Este nuevo concepto de web ha generado una miríada de soluciones denominadas dApps (distributes Apps) que, a través de un navegador, nos permiten hacer casi todo lo que hacemos hoy en día, pero sin que haya una compañía propietaria del servicio. Veamos algunos ejemplos para entender mejor todo esto.
Para sustituir a Google Drive o Dropbox, aparecen servicios como Storj, Siacoin o Filecoin, donde los archivos no están en una granja de servidores propiedad de una empresa, sino distribuidos y encriptados en toda la red. Es decir, tú puedes poner tu ordenador en dicha nube y ganar dinero con ello. Y el resto de los usuarios usan el espacio que necesitan.
Para hablar con un experto, ya no necesitas Skype, sino Experty.io, donde se generan cryptomonedas al profesional que te ayuda en función del tiempo de conversación.
De WhatsApp pasamos a Status. Akasha o Steemit son el nuevo Facebook, y Brave el navegador como podría ser Chrome, pero que no te rastrea y se queda con tus datos para comercializarlos.
Se eliminan los sistemas operativos y se pasa a entornos como Essentia.one y EOS como punto de acceso a esta nueva web, proporcionando lo que se denomina prueba de identidad (proof of identity), sin tener que ceder más datos personales.
Algunas de las ventajas son evidentes:
- No hay entidad de control: se eliminan intermediarios reguladores, los blockchains como Etherum son las nueva plataformas de confianza, con reglas fijas y datos cifrados. Apple, Google o Facebook ya no tienen control de los datos de los usuarios, así como ningún gobierno u organización.
- Propiedad de los datos: relacionado con lo anterior, eres el único propietario de los datos y decides qué compartir.
- Aumento de la seguridad de la red: al ser necesario «hackear» toda la red y no solo un nodo suelto, se vuelve casi imposible «hackearla».
- Interoperatividad: no es necesario un sistema operativo, y se puede ofrecer un servicio ininterrumpido, al no depender de un único servidor. Asimismo, favorece la neutralidad de la red.
Pero, sin duda, lo mejor está por llegar y poco a poco iremos viendo nuevas startups que ofrecerán productos y servicios basados en estas tecnologías. Os invito a estar atentos a las nuevas oportunidades de negocio que van a surgir.
Como resumen, esta es la nueva imagen del paso de la web 2.0 a las 3.0, en este caso autoría de Mateo G. Z:
Pese a las ventajas citadas, lógicamente esta web descentralizada tendrá -como casi todo- algún inconveniente, vacíos legales, etc., que conviene analizar. Lo haré en el próximo post.