La cosquilloterapia como modelo de negocio

A pesar de su nombre, se trata de un negocio que no da risa. “Cosquillearte” es el primer centro de España y del mundo de relajación por cosquillas y de él se ha hecho eco incluso la revista Time.

La idea de este original concepto es de Isabel Aires, la propietaria y también directora de comunicación. “Surge de mis propios gustos, de la añoranza de las cosquillitas que me hacía mi padre en la espalda cuando era pequeña para dormirme. Me encantan, hasta el punto de que siempre pensaba: “pagaría por ellas”. Y, tras un año con la idea en la cabeza, dije… “¿y por qué no? Quizá haya más gente a quien también le guste”, cuenta Isabel.

Y así ha sido, porque en diciembre este centro cumplirá ya tres años. Cosquillearte abrió sus puertas en 2010 en el madrileño barrio de Chamberí, y de los inicios Isabel recuerda que fueron complicados, como los de cualquier negocio. Además, al no haber ningún ejemplo similar, la incertidumbre sobre su viabilidad era mayor. “Pero lo más duro para solventar cuestiones burocráticas fue explicar a instituciones y organismos el modelo de negocio y que se lo creyeran sin mirarte raro o denegarte una simple licencia”, explica.

Precisamente por lo curioso y diferente de la idea, un par de cadenas de televisión informaron de su apertura y lo recomendaron como el regalo de Navidad más original. “En tres semanas el centro se llenó, alcanzando un nivel de ventas de vértigo”, recuerda su propietaria.

Los próximos retos de Cosquillearte son aumentar la clientela fija y seguir con la expansión de la marca a través de las franquicias, algo que surgió cuando Esther Saez de Argandoña, en Álava, apostó por “nuestra locura particular”, apunta Isabel. “Cuando nos llamó desde Vitoria interesada en abrir una franquicia allí, porque confiaba en nuestro negocio como opción de futuro profesional, y se hizo realidad, me sentí feliz”.

Dada la actual situación económica, puede resultar una interesante vía de autoempleo. “El canon inicial de cesión de marca es de 9.900 euros y el mantenimiento, 300 euros al mes. Se necesita un local con una superficie mínima útil de 50- 60 metros cuadrados en un lugar noble de la ciudad y con elevado tránsito de peatones”, detalla la artífice de la idea.

Por si aún no ha quedado claro de qué va el negocio, la diferencia entre estas cosquillas y un masaje tradicional es que estos últimos repercuten en el sistema muscular, y las cosquillas van directas al sistema nervioso. Al estimular los receptores táctiles de la dermis, se segregan endorfinas -la hormona de la felicidad- y se genera bienestar. No se trata de provocar la risa, son caricias suaves y relajantes, absolutamente inocuas, con la adicción como único efecto secundario.

En Cosquillearte hay clientes asiduos que van todas las semanas a darse “su homenaje”, porque tienen mucho estrés laboral -incluso hay empresas que lo han regalado como incentivo-, también acuden personas con problemas personales o de salud que les remiten ese día con alguno de sus tratamientos. Hay mujeres embarazadas que dicen notar cómo hasta el bebé se relaja, o personas con enfermedades a las que no se les recomienda darse masajes musculares que presionen el sistema linfático. “Cosquillearte es ideal para ellos -explica Isabel. También acude gente que no tiene a nadie cercano que les acaricie. Al ser un tratamiento tan afectivo, consiguen una grata sensación”.

Y son muchos quienes eligen regalar cosquillas en ocasiones especiales como el día de la madre, del padre, San Valentín, santos, cumpleaños, etc. En Cosquillearte han celebrado hasta despedidas de solteras y pedidas de mano.

Isabel reconoce que Internet es una herramienta fundamental para su modelo de negocio. “Somos muy activos en Facebook, pero cuidando mucho nuestras publicaciones y sin atosigar”. En su web también es posible reservar online y comprar las tarjetas regalo de forma fácil, rápida y segura para otros o un “¡porque yo lo valgo!”.

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