Una revolución, la cuarta, cuyo motor son los usos digitales, produce el empoderamiento del ciudadano que ha hecho de la economía un calcetín al que es necesario darle la vuelta. La democratización de la tecnología cambia las dinámicas del mercado mientras que la accesibilidad al conocimiento hace de la revolución digital un fenómeno abordable por cualquier economía con oportunidades capitalizables por cualquier negocio con independencia de su tamaño. Si el usuario es el centro de la nueva realidad económica, el talento ha de ser el motor de la transformación digital de las organizaciones para la que es necesaria una dirección centrada en la persona. Si estamos decididos a que España forme parte del grupo de economías líderes, tendremos que preguntarnos el grado de digitalización de los profesionales españoles. Idéntica pregunta es válida para contrastar la competitividad de nuestra organización. Vayamos de lo más general a lo más concreto.
El Foro Económico Mundial, en su Informe Global de Tecnología de la Información, publica el índice de preparación en conectividad (o ranking NRI por las siglas en inglés de Networked Readiness Index). Según el mismo, destacan siete economías nacionales en cabeza y separadas con un gap del 33% de otras economías avanzadas. Europa queda en buen lugar en el ranking con siete países incluidos en el top 10. Según los últimos datos del Banco Mundial publicados en abril de este año, España ocupa el puesto 14 del mundo en PIB. Sin embargo, según el mencionado ranking, España está en el puesto 35 en transformación digital. ¿Qué nos lleva a esta diferencia entre riqueza real y preparación digital?
Entre los nueve pilares y cincuenta aspectos que el Foro Económico Mundial tiene en cuenta para la confección del índice nos penaliza significativamente el apartado de las habilidades, principalmente por el factor de calidad del sistema educativo, que nos sitúa en el puesto 85, y particularmente en las materias de ciencias y matemáticas. Por el lado positivo, salimos un poco mejor en la foto del índice de uso individual, que nos coloca en el puesto 32, especialmente favorecidos por uso de Internet y las conexiones a banda ancha. ¡Pero ojo! En el índice de uso de los negocios bajamos al puesto 43, especialmente penalizados por el alcance de la formación a los empleados y la capacidad de innovación. Esta doble circunstancia denota que nuestros consumidores están preparados por encima del nivel de nuestras organizaciones debido a un déficit de digitalización de los profesionales. Digamos que ya tenemos un tejado para todos. Ahora cada empresario puede decidir construir su casa en consonancia con el nuevo mercado o esperar a que otro ocupe su lugar.
Por lo que respecta al ámbito de Europa, la Comisión Europea publica el Índice que mide la Sociedad y Economía Digital (DESI) estableciendo un ranking de los 28 países de la Unión Europea que sitúa a España en el puesto 19. Para entender de nuevo esta posición que no se corresponde con la importancia de España en la UE, tenemos que adentrarnos en el entendimiento de las competencias digitales. Por un lado distinguimos las competencias digitales básicas, que permiten a la población participar en la sociedad digital, como son el acceso a Internet de forma regular –que nos sitúa en el puesto 16- o el dominio de la información –puesto 14-. Por otro lado encontramos las competencias digitales avanzadas las cuales se requieren para tejer un mercado laboral capaz de desarrollar bienes y servicios digitales y de aprovechar la tecnología para impulsar la productividad y el crecimiento económico. Pues bien, España ocupa el puesto 19 en términos de empleados con habilidades especializadas en las TIC, denotando una vez más la necesidad de digitalización de los profesionales.
Con unos consumidores avanzados en digitalización, las empresas españolas tienen oportunidades de crecimiento y, en un mundo global donde prima la velocidad, las pymes pueden capturar muchas de estas oportunidades. Iniciar un camino que discurre por las fases de la transformación digital, significa despertar de un adormecimiento fruto de asociar la digitalización al simple uso de algunas herramientas con apellido digital. Ese letargo que se detecta aún en la mayoría de empresas en España parte de una confusión sobre la preparación de los profesionales españoles y su capacidad para abordar la transformación digital que necesitan las empresas. Ante esta necesidad, la escuela de negocios ISDI ha creado el Índice de Digitalización de los Profesionales Españoles que evalúa el grado de penetración de los conocimientos digitales en nuestro tejido empresarial.
El informe de ISDI comienza reconociendo que el talento es la clave de la digitalización, un cambio profundo que afecta a la estrategia, el enfoque y los procesos de la empresa. Lo importante no es tanto si los empleados manejan las redes sociales o si la compañía tiene una web sino el grado de implicación de la dirección y los flujos que transversalmente recorren todas las áreas de la empresa, tanto de trabajo como de conocimiento digital. Los resultados de ISDI reflejan la necesidad de mejorar la digitalización de los profesionales y muestran importantes lagunas en la cultura empresarial, el enfoque hacia la economía digital y la visión integral de la misma.
Por destacar algunos datos que ofrece el informe de ISDI, los profesionales que más se ocupan de digitalizar su perfil son, en su mayoría, menores de 45 años y casi un 60% lo hacen por iniciativa propia y con recursos personales, lo que deja a la empresa recorrido para mejorar sus sistemas de formación y desarrollo. Por género, los hombres obtienen una nota ligeramente superior a las mujeres (59 por ciento de media frente a 57,5), si bien este ratio se invierte cuando se trata de mujeres con más de 20 años de experiencia. Las áreas en las que mayor conocimiento declaran los participantes del estudio de ISDI son las de negocio, estrategia de marketing digital, eCommerce y redes sociales. Y por su nivel jerárquico dentro de la organización, el índice de digitalización de los directores se acerca a un 53 por ciento de media frente a un 59 por ciento de los empleados. Las mayores diferencias en favor de este último grupo se acusan en materias especializadas como buscadores y móviles, frente a la ventaja del grupo directivo en negocio y métricas.
Las organizaciones se ven abocadas a equilibrar la adopción de tecnología y sus prioridades de negocio a través de un proceso colaborativo liderado por sus directivos e impulsado por sus empleados. La transformación digital no es un lavado de cara sino el realineamiento de tecnología, procesos y modelos de negocio con el objetivo de mejorar la competitividad de las organizaciones en la economía digital. Esta mejora de la capacidad pasa necesariamente por la digitalización de los profesionales. Sólo preparando a nuestros profesionales podremos decidir el destino de nuestra economía. No cuenta el tamaño o la antigüedad de la empresa, cuenta la capacidad de ofrecer al cliente la experiencia que está esperando.