Cada emprendedor es un product manager. O debería serlo, porque es el responsable de la ideación, la creación, la ejecución, la producción, la distribución y el servicio posventa de un producto o servicio concreto. Ante la transformación de las industrias, ya no hay barreras reales entre departamentos o áreas de trabajo. La división del trabajo por comarcas es una nadería, una realidad de otra época que tiende a la desaparición. La novedad de las industrias y los servicios profesionales, ante la transformación digital, reside en esta eliminación de aranceles artificiales. La información es el oro de la producción digital, el aceite que engrasa y que permite pasar de la idea –en una servilleta- al proyecto efectivo, concreto, tangible.
Las habilidades del product manager son una mezcla de aquellas competencias blandas y duras que hemos señalado en más de una ocasión. Las blandas son aquellas que conforman la personalidad, la relación con el equipo, la empatía o la capacidad de dirección, mientras que las duras son las vinculadas al negocio, a la industria y al conocimiento estricto de algunas áreas de actividad. El enfoque que proponemos compendia las dos y extienden la filosofía del product manager por toda la organización. El emprendedor no puede permitirse estar aislado y encargarse “solo” de aquello que le motiva o que conoce bien. Requiere un perfil abierto al cambio y predispuesto al aprendizaje. Este enfoque promueve que las capacidades y las experiencias sean reutilizables en el futuro, de modo que generen ventajas a los emprendedores en serie.
Observo cuatro habilidades esenciales que pueden desplegarse en el curso de la compañía de modo inmediato y que redundarán en un mejor producto o servicio. Son las siguientes:
El producto en beta permanente. La secuencia lógica de ideación y venta funciona en la economía industrial, pero no en los servicios digitales. La competencia es global y no entiende de fronteras; una aplicación o una web que se haga en otro punto del planeta compite con nosotros, queramos o no. La habilidad consiste en esta palabra mágica que es la resiliencia, la capacidad de ser flexible y adaptarse a los cambios que se producen en el entorno. Un producto rocoso, apalancado, no tiene tiempo de reacción, mientras que un producto en beta puede utilizarse y reutilizarse cuantas veces sea necesario hasta responder a las necesidades del cliente. Esta idea concuerda con la filosofía de producto mínimo viable, esencial en los proyectos emprendedores con base tecnológica.
Entender el círculo de creación, emprendimiento, lanzamiento y atención al cliente. Una buena idea es aquella que se puede mostrar en una servilleta y que no necesita grandes explicaciones o detalles de plan de negocio. En cambio, su ejecución sí que requiere un esfuerzo dedicado, tiempo, recursos, habilidades para la venta y la producción, así como la capacidad de encontrar –o bien diseñar- clientes a medida de la solución emprendedora. Esta habilidad consiste en conocer cada paso en la creación y lanzamiento de un proyecto, no limitándose a su capacidad concreta (programar en un lenguaje, buena capacidad de venta comercial o gestión de las redes sociales). La habilidad es esencial para entender el ciclo de cada producto, sus características y su ventaja respecto a la competencia.
Experimentar, probar. El liderazgo consiste en tomar decisiones que afectan a los recursos y a las personas, ejecutar los proyectos y llevarlos a buen puerto. No tiene que ver con el tamaño de la empresa. Por ello, una habilidad de product manager consiste en gestionar el conocimiento con las herramientas más abiertas para compartirlo y procurar que se cumplan las etapas. No se trata de acertar a la primera, ¡quién pudiera! Se trata de agilizar los procesos para que las betas salgan al mercado, se prueben con clientes reales y se mejoren de vuelta. Esta idea de experimentar con servicios efectivos que solucionan los problemas de los consumidores redunda en una mejor oferta. La habilidad se concreta en la capacidad de acelerar los ciclos de producción, entender la demanda del cliente y liderar para que los cambios no sean traumáticos en el transcurso del diseño del producto.
Equipo, equipo, equipo. El perfil del product manager responde a la idea de marca personal. Una vez que hemos superado la moda, queda lo relevante. Está bien la marca personal, pero ésta no es nada si no se asocia a la creación de capital social para la mejora de uno mismo y del capital relacional de la compañía. El equipo lo es todo. La habilidad en este punto consiste en la creación de espacios horizontales que permitan la interconexión de todos los implicados en la puesta en marcha de la iniciativa emprendedora. La capacidad de mezclar la solución con el mercado, la tecnología, la experiencia previa y la monetización será clave en la supervivencia de la idea.
En síntesis, el emprendedor como product manager aprende cada día, recupera lecciones del pasado y comprende la industria –y su producto concreto- como una solución global, no como una victoria ínfima desde la torre de marfil de su departamento.
Foto: Emilio Küffer