A menudo asisto a conferencias, foros de empleo, jornadas con empleadores, formación con consultoras de recursos humanos y talento, acciones con emprendedores y otro tipo de actividades que crean empleo por cuenta propia o ajena. En la Universidad, nos esforzamos por crear vínculos con el ecosistema emprendedor mediante premios, nuevas metodologías docentes, trabajos fin de grado de naturaleza práctica y otras medidas por el estilo. Estamos en contacto directo con las nuevas generaciones que se incorporarán al mercado laboral y que tienen inquietudes específicas.
No me atrevo a predecir qué tipos de empleo se verán en diez o quince años, aunque auguro un prototipo de trabajador independiente que cambia de sector y de actividad con cierta regularidad dentro de la economía digital. Habrá yacimientos de empleo en ciberseguridad, en manejo y análisis de big data, en neurociencias, en trabajos relacionados con la empatía y otros tantos nuevos sectores que están por descubrir. Sin embargo, sí me atrevo a indicar qué competencias blandas serán esenciales para encontrar empleo tras una entrevista de trabajo o bien para incorporarse a un proyecto emprendedor. No es una prelación, sino un conjunto de características que todas las personas del mundo económico y empresarial con quienes me relaciono señalan de una u otra manera. Pongamos de nuestra parte para moldear nuestro propio futuro profesional en 2018.
7 cualidades imprescindibles
Ser una persona inquieta. Se ha acabado el empleo para toda la vida y, por eso, tenemos que renovar nuestros conocimientos de forma periódica. No se trata de cursar tropecientos masters, sino de dedicar un tiempo a la formación, asistir a conferencias, participar en foros cortos, leer libros de tu materia y de otras cercanas, aprender otro idioma, viajar sin prejuicios, estar abierto a lo nuevo. La inquietud es una cualidad para aquellos que no se conforman.
La capacidad de estructurar y sintetizar. Hay que cuidar la capacidad de transformar lo complejo en algo organizado y bien armado. Prueba a elaborar mapas mentales, a diagnosticar el futuro de la industria en la que quieres trabajar, a proponer soluciones novedosas para tu sector. La capacidad de ordenar causas, relaciones y efectos genera un enorme ventaja competitiva, porque es la esencia de la anticipación en los mercados.
La rápida adaptación al cambio, porque el cambio ahora será recurrente y una constante en nuestra trayectoria profesional. Pensemos en las grandes empresas o en los servicios tecnológicos que no existían hace 15 años. Imaginad ahora lo que vendrá durante la cuarta revolución industrial con la inteligencia artificial, la automatización de procesos, las fintech y tantas otras nuevas ideas. No sabemos cómo será el futuro, pero sí que habrá cambio, cambio y cambio.
El buen humor. Vendrán malos tiempos. Antes o después. Por eso, necesitamos crear un ambiente de trabajo cómodo, amable, empático. No se trata de contar chistes o gastar bromas, sino de poder reírse en el puesto de trabajo y con los compañeros. Vamos a dedicarle muchas horas y conviene cierto grado de higiene mental que supone el humor. La risa, además, pavimenta el trabajo en equipo.
La provocación… hasta un límite. Las organizaciones excelentes no contratan a personas para que le den la razón al jefe o para que aprieten un botón. El seguidismo puede ser el germen de algo novedoso o innovador. Por eso, a menudo, la provocación es el camino de la innovación y, desde luego, el primer síntoma de capacidad de liderazgo. Desafía a tu jefe y a tus colaboradores con preguntas provocadoras sobre el futuro de la organización: ¿qué pasaría si perdiéramos el principal cliente?, ¿quién se anima a internacionalizar?, ¿cómo vamos a integrar la diversidad en todos los niveles? o ¿por qué no conciliamos más y mejor a partir de enero?
La identidad digital ya no es una opción. La huella que dejamos en redes sociales, cada vez más establecidas y diversificadas, tiene consecuencias en el desarrollo profesional. Tenemos que aprender a distinguir entre un comentario público y otro privado, aprovechar las oportunidades para expresar las ideas con serenidad y no como un vertedero. Como nos recuerda Eva Collado en esta entrevista imprescindible: “Marca Personal es todo aquello que somos, hacemos, decimos, y compartimos, así como el valor que somos capaces de generar en los demás. Es la suma de nuestros valores y de cómo somos valorados por el entorno, es el impacto de la huella que dejamos en el camino de nuestra vida personal y profesional”. En suma, no hay marca personal sin capital social. Esa es la lección.
No ser (muy) sectario. Dejo esta característica para el final, porque amerita una reflexión. Es básico tener unos valores que refuercen los principios rectores de las sociedades y plurales. Por eso, no podemos ser fanáticos de nosotros y los nuestros con menosprecio de los diferentes. Defendamos nuestros valores, pero –por una vez – desarrollemos también nuestra capacidad de empatía para tratar de comprender al otro. Ese es mi deseo para 2018.