A veces, las cosas más sencillas y evidentes son también las que más fácilmente se nos pasan por alto.
Una muestra de ello es la forma en que habitualmente se plantean y trabajan el alto rendimiento tanto los profesionales como las organizaciones.
Por ejemplo, si observamos cualquier disciplina del deporte de élite, independientemente de que se trate de un deporte individual o de equipo, observaremos siempre una serie de pautas comunes en lo que a alto rendimiento se refiere.
Probablemente lo primero que nos llame la atención es que el rendimiento no es uniforme a lo largo del tiempo, sino que varía de forma cíclica, alternando puntos de máximo rendimiento con otros de mínimo rendimiento.
Alguien podría pensar que un profesional o una organización no pueden permitirse no operar a su máximo rendimiento de forma permanente. Está bien. Pero es simplemente una creencia, no un hecho.
Si tomamos como referencia un deportista de élite, su carrera profesional es corta, constantemente amenazada por lesiones imprevistas. Eso por no hablar de atletas olímpicos, que tendrán que esperar otros cuatro años si fallan para demostrar de qué son capaces.
Sin embargo, a pesar de esos inconvenientes, todos los deportistas de élite trabajan su rendimiento de forma cíclica. Esto no es una creencia, sino un hecho, y como tal debería darnos qué pensar. ¿A qué se debe que todos los deportistas de élite trabajen su rendimiento de forma cíclica?
La explicación es sencilla. Se trata de una limitación física que tenemos los seres humanos: necesitamos descansar para poder expresar todo nuestro potencial.
Del mismo modo que necesitamos dormir lo suficiente para poder rendir al máximo, necesitamos intercalar períodos de descanso para poder mantener un alto rendimiento de forma sostenida, sea de carácter deportivo o profesional.
Por eso los deportistas suelen trabajar por “temporadas”. En ellas hay generalmente un período de descanso, no tanto de ociosidad como de hacer cosas distintas que permitan, por una parte, liberar la tensión y el estrés acumulados durante la “alta temporada” y, por otra parte, compensar las carencias que el excesivo enfoque en una actividad concreta puede suponer. Es también momento para aprender de lo que no ha funcionado, de cómo se podría haber hecho mejor y, por supuesto, de definir la estrategia para la próxima temporada.
A partir de ahí comienzan a entrenar, de forma progresiva y de acuerdo con un plan de entrenamiento preestablecido, que les permitirá alcanzar un estado óptimo de forma física en el momento deseado. Pasado ese tiempo, la forma física comenzará nuevamente a decaer, hasta llegar a su punto mínimo al final de la temporada.
Piensa por un momento en cómo entrenas la productividad de los profesionales en tu pyme.
Posiblemente cada día sea una “competición” aún más exigente que la del día anterior. Sin tiempo para descansar; sin cambios de ritmo que permitan la recuperación.
¿Qué le pasaría a un deportista de élite que compitiera a diario al máximo de su capacidad, sin descanso alguno? ¿Cuánto tiempo seguiría siendo un deportista de élite? ¿Cómo de buenos serían sus resultados en comparación con lo que podrían haber sido haciendo las cosas correctas?
Ahora imagina que tú y el resto de profesionales de tu pyme sois deportistas de élite compitiendo en el mercado. ¿Qué podríais cambiar para mejorar vuestro rendimiento?
Imagen @HenryLeongHimWoh distribuida con licencia Creative Commons BY 2.0.