No ha pasado un lustro desde el inicio de la crisis y España ha cambiado radicalmente su panorama migratorio.
De país netamente receptor, importador de inversión y mano de obra, hemos pasado en un abrir y cerrar de ojos a ser -o querer ser- exportadores de todo lo que se pueda exportar: productos, servicios, tecnología… y también trabajadores. Según las últimas estadísticas del Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE) que realiza el INE, una media de 9.500 españoles emigraron cada mes durante el año pasado, 114.057 en total, y la obtención de un contrato de trabajo es una de las principales causas. Pero no es la única.
Y es que al pensar en la expatriación profesional, la primera imagen que se nos viene a la cabeza es la de un ingeniero mecánico, industrial, informático o de telecomunicaciones que, hastiado de la falta de salida en España o de los bajísimos salarios para puestos cualificados, decide hacer las maletas y consigue un empleo (con gran facilidad y un sueldo de aprendiz no inferior a 2.000 euros) en una empresa alemana o noruega.
Ocurre lo mismo con el personal sanitario, los directores financieros o diversas ramas de investigación científica con alta demanda internacional. Visualizamos a un licenciado, menor de 30 años, en su primera experiencia laboral «en serio», o a un treintañero que no soporta por más tiempo las condiciones leoninas o precarias que tiene y tendrá en los próximos años.
Pero, además de esta vía de salida, existen otras dos que también contribuyen a elevar el fenómeno migratorio: la expansión de la empresa española y el propio emprendimiento.
La movilidad internacional es, en sí misma, una tendencia lógica y paralela al desarrollo del negocio internacional y la mano de obra barata, contratada en destinos como Marruecos o China, está dando paso a la expatriación del trabajador español (denominado “desplazado”), especialmente aquellos que ocupan puestos de coordinación o dirección en las sedes foráneas. La cualificación se reubica, pero no se pierde en estos casos, y ambas partes ganan: la empresa tiene un trabajador que hace también las veces de supervisor y delegado, mientras que el empleado accede a un puesto que suele ir acompañado de incentivos y el propio estímulo de una experiencia cultural y social radicalmente nueva.
Y, por último, el tercer camino, menos explorado hasta hace poco pero también creciente en los tiempos que corren, es el emprendimiento. Los años de bonanza, tan lejanos hoy, han dejado un legado no poco valioso: el español salió de las trincheras del contrato fijo «de toda la vida» y, atraído por la facilidad y rapidez, perdió el miedo a hacer negocios; a moverse por los bancos, a ganar dinero por cuenta propia y a reinvertirlo; aprendió a ser autodidacta, a pivotar de un sector a otro e, incluso, empezó a tomarse en serio eso de aprender idiomas. Este nuevo perfil de autónomo caló en España y traspasó nuestras fronteras, de forma que en el último decenio han florecido y siguen creciendo las pymes de españoles implantadas en el exterior.
Los sectores donde han proliferado son, naturalmente, la consultoría y asesoría tanto comercial como legal, pero también las actividades turísticas y gastronómicas y áreas como el idioma, la arquitectura o la ingeniería. Así han surgido iniciativas por todo el orbe de españoles que un día decidieron hacer la maleta, se llevaron los ahorros de los años buenos en España y decidieron poner rumbo a países que, en muchos casos, ya conocían.
Son emprendedores sin fronteras, con una mentalidad abierta y soñadora en muchos casos, que se mueven atraídos por una oportunidad de negocio, pero también por una cultura, una forma de vida o un amor.
Hay miles de ejemplos por todo el orbe, desde Islandia, donde Joaquín Linares y Uri Puigmartí dirigen la agencia de viajes Boreal Travel, a Chile, el país elegido por Sonia Pinillos para instalar su negocio Ecien de domótica e ingeniería energética; o desde el corazón de la gran Pekín, donde Víctor García de Blas y Luis Ramos abrieron hace menos de dos años el restaurante Olé, a Tonga, una isla en el Pacífico donde perderse de todo y todos, a la que llegó Íñigo Echeverría para abrir el camping de lujo Vava´u Luxury Safari.
Las experiencias se cuentan por centenares y cada año son más los españoles que se animan a dar el salto como pequeños inversores pero siempre como grandes aventureros.
Foto © Paulo Brandão, distribuida con licencia Creative Commons BY-2.0