El uso de las tecnologías no tiene edad

El uso de las tecnologías ya es parte de nuestro día a día. Aunque cueste más o menos, al final acabamos habituándonos a cada nueva pantalla, programa y aplicación. Pero seguramente no prestamos atención a lo que de verdad importa dentro de la tecnología.

Para comenzar, llamamos nuevas tecnologías a un concepto que ya no es nuevo. Sí podría serlo la ingeniería biomédica, el T-Flight o la nanotecnología, pero no un móvil inteligente o una web. Es cierto que por tradición solemos llamar nuevo a todo aquello que surge en nuestra propia generación. Pero al ritmo que evoluciona el sistema de innovación, lo novedoso de enero se ha quedado anticuado en diciembre.

 

El uso de las tecnologías es más cuestión de hábito que de edad

Aunque solemos pensar que las tecnologías son más para los jóvenes, los llamados nativos digitales,  y no para los más adultos, los inmigrantes digitales, el concepto de partida es erróneo. Realmente no existe el nativo digital en el sentido de que nacen dominando los nuevos medios de comunicación e información. Al contrario, son meros usuarios que por saturación y costumbre adquieren destrezas e intuición en el manejo de los distintos dispositivos. Pero no porque los entiendan en su funcionamiento interno, fines y límites, sino porque por imitación y deseo de integración social, usan las diferentes aplicaciones que están de moda, de forma automática y cuasi inconsciente.

En consecuencia, un joven que esté todo el día usando el móvil no es un experto digital: es un repetitivo usuario de tres o cuatro aplicaciones que maneja de forma continuada e incluso obsesiva. No son precisamente Bill Gates o Steve Jobs, ni van a cambiar el mundo viendo fotos en su Instagram o vídeos en Youtube.

En paralelo, los adultos que han nacido en un mundo totalmente analógico, suelen adquirir un miedo injustificado a todo lo que suene a nuevo. Injustificado porque los desarrolladores de las distintas aplicaciones acostumbran a envolver su funcionamiento en un sistema fácil e intuitivo. Pero aquellos que han conocido el mundo puramente analógico saben apreciar todas ventajas de lo digital. Un puesto de visión con perspectiva hace valorar mejor el conjunto y las ventajas del cambio.

Como decimos, todo es cuestión de hábitos y repetición. El famoso dicho de “esto es para los jóvenes” debería transformarse  en “esto es para los habituados”.

Las tecnologías en realidad son de sus creadores: los demás somos meros invitados a su uso, con los objetivos que ellos diseñan, casi siempre de lucro. Esa pequeña parte de la población es capaz de decidir nuestras vidas, cambiándolas al ritmo de la innovación constante. Se dice que el mundo es y será de los informáticos, de los que programarán los algoritmos que decidan qué debemos hacer en cada momento.

 

Saber usar la tecnología es saber protegernos

Pero el principal caballo de batalla del futuro es aprender a gestionar nuestra privacidad o, mejor dicho, la ausencia de ella. Vamos a tener que convivir con la falta de privacidad, en una sociedad común y totalmente transparente, de la que será muy complicado escapar, al menos que queramos aislarnos.

Sabemos que cuando una aplicación o servicio de Internet es gratuita, el producto somos nosotros. Es decir, nuestros datos serán vendidos a un tercero para su explotación. No acabamos de ser conscientes de que todo lo que hacemos en la Red se almacena y se explota. Nuestros movimientos pasan a ser datos, que de una manera u otra servirán para extrapolar perfiles de conductas, que se utilizarán a su vez para diferentes fines como la seguridad o simplemente para tratar de adivinar lo que necesitamos o deseamos y vendérnoslo.

Hoy en día saber usar las tecnologías va más allá de su aspecto funcional -que, como decimos, se adquiere por el mero hábito y repetición-. En su lugar, debemos centrarnos en la protección y en tomar las riendas de nuestros movimientos, para no ser meros productores de datos en modo autómata.

La gestión de los rastros que dejamos al navegar, la protección frente a ataques a nuestra privacidad y seguridad, y la propia consciencia de lo que hacemos en las redes, deben ser nuestros objetivos permanentes. Para los próximos meses se estrenan importantes iniciativas como Aura de Telefónica, que vienen a facilitar que decidamos de verdad lo que queremos hacer con nuestros datos.

En resumen, utilizar las tecnologías digitales no se limita a lo más fácil de saber manejar una hoja de cálculo, buscar en Google o programar la alarma de nuestro móvil. Muy al contrario, lo importante es poseer verdadera capacidad de decisión sobre lo que necesitamos de verdad y cómo nos resguardamos de los peligros de “ahí afuera”, con el protagonismo centrado en nuestra privacidad y nuestra seguridad.

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